Apartheid criollo
Por Tulio Álvarez
@tulioalvarez
@tulioalvarez17@gmail.com
Sostengo que este régimen estructuró desde el año 2000 un plan político que se inscribe en un crimen de lesa humanidad y que implica la comisión de un delito continuado imputable a sus altos dirigentes y a aquellos que, aun sin compartir su ideología, participan de una acción de depredación de los recursos de Venezuela. ¿Qué han perseguido los perpetradores de esta estrategia dirigida a instigar los conflictos típicos de una sociedad plural? Pues nada menos que constituir unidades políticas a su servicio y al de una revolución que, por definición, debería ser violenta. Si no lo fue en su origen, lo ha sido en su consolidación. Se trata de un tránsito entre un gobernante que cuida su maquillaje democrático y aquel que no se avergüenza de su verdad “marxista-leninista” a la imagen del castrismo cubano. ¿Cuáles han sido sus tácticas?
En lo moral, sembrar la idea de una moral revolucionaria distinta a la inmoralidad del pasado. Mecanismo: Fijar la conciencia sobre dos tipos de venezolanos, crear un código que permita diferenciar a los propios de los escuálidos responsables de hechos que ocurrieron antes que nacieran. Objetivo: Desmovilizar, colocar en estado de indefensión a la sociedad culpable.
En lo religioso, ataques a la iglesia católica para enfrentarla a otras confesiones y, lo más importante, al propio “pueblo cristiano”. Mecanismo: Dividirla, crear un abismo entre jerarquía y los otros. Objetivo: Eliminarla como muro de contención y fomentar la visión de un enemigo extra muros, distante, pero poderoso. Borrar los límites que crean las convicciones religiosas imperantes.
En lo económico, profundizar la contradicción entre los que tienen y los que no, haciendo más dependientes a estos últimos y desmantelando las empresas de los primeros. Mecanismo: Fomentar el odio, la diferencia de clases, invasiones, ocupaciones. Objetivo: Destruir los factores productivos.
En lo étnico, siempre fuimos racistas y no lo sabíamos. No somos una nación integrada sino la conjunción de etnias disímiles: Indígenas, afrodescendentes, blancos explotadores. Mecanismo: Promoción cultural de lo inexistente, equiparación de conflictos vigentes en otros países y ejecutar el racismo oficial. Objetivo: Potenciar las contradicciones sociales para encender la mecha de la violencia.
Los actos de violencia que se inscriben en una concepción de guerra contra los factores democráticos que sobreviven en Venezuela persiguen una victoria completa que implique la destrucción del enemigo; y esos, mi querido lector, somos nosotros. Por tal razón, se viene ejecutando un sistema de segregación que se inserta en la tipología del Crimen de apartheid. Aunque este esquema comenzó como mecanismo de división en grupos raciales, hoy en nuestra patria se ejecuta una clasificación de acuerdo a la aparente pertenencia política que es inmanente a una cierta definición racial que deriva en el usufructo de dadivas, prebendas y hasta las limosnas que otorga un estado todopoderoso que controla todas las facetas de la vida social.
Se cumple así en forma perfecta la tipificación del artículo 7 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 2002 que crea la categoría de actos “cometidos en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre cualquier otro grupo o grupos raciales y realizados con la intención de mantener ese régimen”; así como “otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física”. Y la Carta de Intención de los criminales ejecutores de este apartheid criollo ha sido el retiro de Venezuela del sistema interamericano de derechos humanos, efectivo desde el día de 10 septiembre de 2013.
Una de las más asombrosas situaciones que se vive en nuestro país es el estado de inconsciencia de la población sobre su propio estado de servidumbre. Ejemplificaré con un tema que parece básico para el venezolano del siglo XXI. Resulta ser que en lugar de protestar el despojo de bienes y la expoliación de los derechos económicos que ha llevado al establecimiento de inconstitucionales controles y limitaciones, la indignación de la población se canaliza en una negociación sobre los “cupos en el sistema de control de cambios” y como participar en el nuevo festín que dirigirá la banca pública de acuerdo con las nuevas regulaciones.
No cabe análisis que objete al sistema mismo. No existe un proceso colectivo que denuncie el brutal materialismo implícito en este desgraciado esquema dirigido a la deshumanización y a un “sálvese quien pueda” negociador de la propia dignidad. No se percatan de un mensaje claro: “Para tener un derecho tienes que estar inserto en el sistema”; el mismo que se traduce en las listas oprobiosas que un día darán un vuelco hacia sus creadores y beneficiarios. Comencemos por tomar conciencia de nuestra propia desgracia; inmediatamente, recuperemos nuestra dignidad como pueblo y nuestra humanidad como cristianos.
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