Colombia: ¿quién te llora, quién te habla…? ¡¿Quién te escribe?!

Por Andrés Candela

@Andrescandla

 

 

 

Nunca le he escrito al país directamente y desconozco también si alguien ya lo hizo. Ojalá haya sido de mejor forma y estilo; más, hoy –marginándome de los parámetros de la opinión- sólo espero que Dios me socorra más palabras que de costumbre.

* * * *

 

Yo sabía muy bien que la embriagadora luz y paz de mi autoexilio se mitigaría en algún momento y luego tendría que volver a mirarte, recordarte, hablarte y escribirte infinidad de veces, ¡es mi deuda contigo! Aunque jamás me la has cobrado. Por eso siempre te esculco; te busco mientras aún duermes y tampoco tengo muy claro si este constante impulso de cuestionarte sirva para hacerte despertar de una desatinada “paz” profetizada; ignoro si después de hablarte te sacudirás de la desmedida vanidad que te gobierna; y –ante todo-, quisiera creer que luego de escribirte nada de estas palabras se perderán para evitar la “paz” prometida que –al precio que sea-, desea montar en escena su locura totalitaria. Sin embargo, este arrojo, estas líneas parecen ser lo de siempre: mi transitoria y matutina ofuscación tan débil e insulsa como una ameba.

 

¿Sabes algo? Yo te he llorado… ¡mucho! Te he llorado y te lloro en este autoexilio que hace años me impuse con desmedido rigor y que hoy también, con injurias y amenazas, me imponen cerdos aduladores que predican la “paz” de Caín. Te lloré esta semana con un dolor casi maternal. Pensé en tus mujeres, aquellas impávidas que libran la “paz” del fatuo y la guerra sin levantar fusiles, aquellas que la “paz” y la promesa del escorpión en una sola noche sin hijos las dejó. Tus épicas madres, de cualquier generación, vencen las tres guerras que la vanidad y el narcisismo jamás alcanzarán: ¡la batalla contra el miedo, la soledad y el dolor! No hay umbral más alto que el de una mujer para soportar cualquier dolor. Y, además, se niegan a posar como mártires naturales, pero ellas más que nadie sí saben que el “ultimátum” teatralmente estudiado para ser actuado es una burla más de la impuntualidad de un reloj caribeño sin saetas que a lo largo de su “proceso” solo nos indicará permisividad y pasividad.

 

Y ni qué decir del suplicio que se instaura cuando en medio del llanto y la introspección intento hablarte, ¡es tan difícil! Me irrito cuando te hablo porque lo hago sin piedad. Te juzgo y te recrimino tu desesperante inmovilidad para actuar ante el fanático que nos lleva al abismo en busca de un galardón para su vanidad: ¡el Nobel de la paz! Ese exaltado que pretende capitanearte en lo doméstico mientras su verdadero placer consiste en hinchar su apariencia internacional. Posa con abrazos repletos de charlatanerías buscando el maná en oprimidas tierras sin libertad; y, todos sus errores son nuestro más pesado patíbulo de camino al Golgotha nacional: ¡su incurable delirio con el fulero cuento de la “paz”! ¡¿En estos tortuosos años no se te ha ocurrido exigirle cordura a toda su presunción?! Decirle, “¡basta ya de embustes!” Pero parece ser muy tarde, ya has comenzado a creer en asesinos disfrazados como si fueran un prometedor partido político de “moderados o aseñorados”.  Por una sola y última vez, ¡escúchame cuando te hable aunque hayas dejado ser mi país!      

 

Y aquí –por último- comienzo a escribirte y le firmo también a tu espurio mandatario: Usted es una fraudulenta reliquia del pasado, un obstinado con un ego desmesurado. Le gusta pregonar discursos llenos de acusaciones sin mirarse al espejo y –asimismo- busca que le hinchen la tripa de su peculiar narcisismo aunque sea con mitómanas publicaciones. ¡Usted es un miedoso! Un listillo protector de la arrogante aristocracia que busca –como los cuervos- el brillo de cualquier latón, el “resplandor” de la máxima medalla internacional aunque esté adobada de mucha sangre “endulzada”; pero a usted eso poco le importa, ¡le resbala! Y la verdad es que no es su culpa, ¡es su genuina naturaleza! El error fue todo nuestro por no saber discernir entre el voto, el tamal y el calambur de padrenuestros ajenos en el cual usted se escondió.   

 

No olvides que te he llorado sin dejar de rememorar mis mejores años bajo tu sol; más, lo sabes y lo sé, no regresaré, ¡ya no puedo aunque mi sangre me lo pidiera!

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Ya la “paz” no es eslogan de campaña, esta “paz” viene desfilando con futuros tintes de dictadura; mas, los payasos que hoy la predican –estoy seguro-, serán mis futuros vecinos en algún barrio de París. Ellos no se quedarán para verse frente al espejo de sus errores, ellos –como el bufón de turno que hoy “gobierna” Colombia-preferirán hinchar la tripa de sus privilegios en otro país cuando la chifladura esté completamente institucionalizada.

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