Un Estado entre comillas
Por Mario Guillermo Massone
@massone59
Nuestra realidad, la venezolana, es la de la ruina. Cada vez hay menos de lo bueno y mucho más de lo malo. La superestructura del Estado no solo incumple los fines que constituyen su razón de ser, sino que actúa en contra de ellos. Aunque se deba decir que el problema es el gobierno y no el Estado, mi planteamiento es que estamos ante un Estado cuya teoría irracional que lo nutre no guarda relación ni con el derecho natural o Derechos Humanos, ni con nuestra antropología racional y libre en cuanto seres humanos.
Los actos de los poderes públicos del Estado venezolano persiguen anular cada vez más nuestra libertad y sus distintas formas de expresarse en nuestras vidas.
La paz social, ya casi no existe. No hay suficientes bienes materiales para satisfacer nuestras necesidades biológicas, lo cual nos animaliza en nuestra conducta por la supervivencia. Hay territorios geográficos llamados orwellianamente “de paz”, cuya autoridad ha sido entregada a grupos irregulares hasta en la capital. El crimen se incrementa con la desaparición forzada de alimentos, repuestos, medicinas, y demás.
La justicia… ¡Pues en su casa! Los culpables son premiados y castigados los inocentes. Porque ser hombre de bien es también ser un enemigo del Estado actual. Paso a paso, la vida de la cárcel se refleja en la vida venezolana.
Mientras los poderes públicos dedican su tiempo y quehacer a imponer un totalitarismo con apariencia jurídica, la defensa de la soberanía territorial es irrelevante como fin.
Un Estado, conformado por quienes detentan el poder real en los poderes públicos, que se burla de los distintos grupos humanos que cohabitamos en nacionalidad sentido de pertenencia, no es uno racional. No es responsable. No tiene límites, es un Estado ilimitado. Absoluto. Un Estado total.
Esta forma de someter a las personas de una nación, a la voluntad irracional del Estado, el totalitarismo, deberá ser estudiado en su forma actual a fin de que la justicia internacional fije posición y establezca su tipología antijurídica. Así como el genocidio y otros crímenes en contra de la humanidad -así como la esclavitud, esta forma irracional de ejercer el poder- para doblegar a la voluntad de la persona a la del capricho irracional del Estado, debe considerarse con el mayor mérito legal.
Si imaginamos que el Estado venezolano es una persona y si medimos al Estado por su conducta de sus poderes públicos, no quedaría sino afirmar, en criollo, que el Estado es un malandro. Un ilegal. Un Estado entre comillas.
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