Santo súbito

Por Tulio Álvarez

@tulioalvarez

 

 

 

Uno de los más extraordinarios milagros se acaba de producir y ha pasado desapercibido para millones de seres. Se trata de la reciente conversión de un personaje llamado Raúl Castro. Para mayores señas se trata del hermanito de Fidel y es el actual Jefe de Estado de la metrópoli isleña.

 

En su primera visita al Vaticano, al menos que haya hecho una de incógnito y no la conozcamos, el sucesor del dictador afirmó que si Francisco I sigue así va a terminar rezando todos los días de su infinita vida. Y parece que su pasado se manifestó porque de todos es conocida la formación de los Castro en un colegio católico regentado por nuestros hermanos jesuitas. Ahora bien, ¿Será tan mágica la influencia del nuevo Papa o tal conversión obedece a factores exógenos?

 

Lo primero que debemos advertir es que debe analizarse este milagro en el contexto del mea culpa evidente que resulta del nuevo compadrazgo con los Estados Unidos. En este punto vale un ejercicio de lógica argumentativa porque, si alguna vez una de las partes habló con la verdad; o los cubanos pactaron con el diablo o los norteamericanos ahora son los aliados de Lucifer. Escoja usted de acuerdo con sus preferencias.

 

Pero estamos obligados a plantear una hipótesis, aunque parezca descabellada: ¿No será que desde las alturas, más allá de toda comprensión, el Ser Supremo iluminó a ambas partes para que estas comenzaran el seguimiento del camino marcado por El Redentor? ¿Cabe la posibilidad de que San Juan Pablo II haya intercedido con la ayuda de otro nuevo miembro del Santoral? En este último caso, me refiero a otro hacedor de portentos no reconocidos oficialmente por la Santa Sede pero si consagrados por la propaganda oficial del régimen criollo, marcada por el mejor estilo comunicacional del régimen comunista y barbado.

 

Lo relevante es que Raúl hará uso de la cláusula de conveniencia del cristianismo. Como Constantino, se sostuvo en el poder a cualquier costo y cometiendo toda clase de actos alejados de la fe para terminar salvándose, al final de sus días, por una conveniente y tardía conversión. Al mejor estilo Giordani o de la caterva de sinvergüenzas que avalaron el proceso de destrucción nacional, los socios-hermanos asesinos de muchos, el dúo que llevó a la miseria a todo un pueblo y que colonizó a muchos más, entienden ahora que se equivocaron y, seguramente, pedirán perdón.

 

Pero los Castro tienen una relación de afrentas bastante larga para redimir. Por ejemplo, dado que la miseria en la Isla ha sido su único producto de exportación hasta que comenzaron a comercializar el petróleo venezolano, podríamos decir que, como un ejercicio de Justicia, deberían devolvernos los miles de barriles o los millardos de dólares que se llevaron gracias a un Convenio suscrito por un traidor a la patria venezolana. También podrían retirar sus tropas de ocupación de estas tierras de gracia. Asimismo, no sería mala idea que de la misma forma en la que se desarrolla la tierna reconciliación con el Imperio ellos aconsejaran a su hijo putativo para que cese el ejercicio de estupidez que implica amenazar al monstruo del cual depende económicamente.

 

La conspiración contra las instituciones, la sociedad y la forma de vida venezolana cumplió su cometido de destrucción. Pero pareciera que, así como ellos se entienden con el enemigo en una confortable solución final a todos sus problemas, hoy les es más conveniente el enfrentamiento entre Estados Unidos y Venezuela. En esa mesa de negociaciones, están dispuestos a negociar hasta el discurso; con más razón entregaran a un país que ya solo les sirve de carnada. Porque ya los antiguos aliados, los que financiaron la supervivencia de una dictadura familiar a costa del futuro de un pueblo; esos farsantes, ya no les sirven de nada.

(Visited 55 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras