Esta vez es tarde
Por Juan Carlos León
@juancarlosleo11
Estás ahí. Estás tan cerca que puedo sentir tu aroma, tan cerca, que si estiro mis brazos sé que mis dedos podrían tocarte, pero no, no puedo. Mi oportunidad para rozar tu cuerpo ya pasó, se la llevaron los demonios del tiempo y la circunstancia. Esa oportunidad, la ocasión de tenerte, se la llevó el “después”, el “tal vez”, el “quizás”, el “hablemos mañana”…
Estás ahí, temblando de frío bajo la lluvia, casi abandonada a tu suerte suplicando con tristeza y esperando que las agujas de un reloj que ya no existe giren siquiera media hora atrás.
Siento el miedo que tú sientes. Siento la tristeza que recorre tu garganta. Siento tu amor convirtiéndose en dolor. Sé que recuerdas las cosas que ahora estoy recordando. Recuerdas la primera vez que nos vimos, piensas en lo inusual de tal encuentro, en lo mágico de ese destino que entonces nos hizo tropezar, el mismo destino que ahora maldices llena de rabia y desconsuelo. Veo el rastro que va dejando la nostalgia en tus mejillas.
Esperas, y yo también lo hago; tan cerca de ti que casi puedo abrazarte, pero no, esa opción ha caducado junto al “para siempre” que nos prometimos aquella mañana de octubre luego hacer el amor por primera vez. Ambos esperamos y lo sabes, sabes también que lo hicimos durante demasiado tiempo, pero hoy, hoy completamos nuestro círculo. Esta es la última vez que esperarás y lo harás sin mí.
El agua recorre tu piel y el frío te hace temblar, pero aunque siento tu frío, no puedo ya protegerte de él. Recuerdas las veces que di mi abrigo en las noches heladas, sé que lo recuerdas porque ahora yo también lo hago y al hacerlo la nostalgia me golpea con tanta fuerza que, si fuera posible, me ahogaría con mis propias lágrimas amargas, lágrimas que serían demasiadas para detenerlas con un solo beso de tus labios, lágrimas que solo dejarían de existir si es que, nuestra ausencia mutua, volviera a convertirse en una simple pesadilla, una de la despiertas sudando y llorando y de la que te ríes por considerarla imposible.
Aunque te veo sufrir, no puedo hacer más por liberarte de tu carga, no más de que lo que ahora hago.
No te culpes, pues no es tu culpa. Las cosas no siempre deben tener un culpable y si este hecho lo tuviera, el mismo sería yo por mi debilidad humana. Sería culpable de ser un simple mortal, hecho de carne y huesos frágiles. Sería mi culpa fallar a la promesa de cuidar de ti sin importar las circunstancias. Siempre tuve miedo de tu abandono. Siempre temí despertar un día y no verte junto a mí. Temí que te marcharas de mi lado y tenía pesadillas horribles en torno a mi temor. Nunca te fuiste, nunca fue radical una separación que viniera de tu iniciativa.
Al final el cobarde soy yo, al final soy yo el que se va.
Estás ahí, comienzas a verte borrosa desde mi ángulo. Estás tan cerca cuando me deslizo en tu dirección, que casi puedes sentir escalofríos si paso junto a ti. Y yo estoy ahí y al mismo tiempo aquí, mojándome a la altura de tus pies y al mismo tiempo al margen de la lluvia, perdido, suspendido, atrapado entre tu realidad y la mía y tocando tras de ti esa blanda superficie de lo inexistente. Y tú estás hermosa aunque te veo borrosa, no importa, recuerdo bien como es tu rostro.
Está junto a mí y yo estoy cada vez más lejos de ti. Me tomas de la mano para que no me marche, pero ya no estoy ahí, sostienes la mano de un cuerpo vacío que tiene el cráneo abierto y derrama su cerebro sobre la acera desde hace media hora. Te aferras al bulto que antes contenía mi espíritu y besas el rostro desfigurado que una vez fue tan mío como tuyo; ahora no es más que trozos de carne ensangrentada y huesecillos rotos, que tiemblan tratando de aferrarse a la vida que se les escapa.
Grito que te amo aunque el tiempo de decirlo haya pasado. Esta vez es demasiado tarde.
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