La concesión de la violencia
Por Mario Guillermo Massone
@massone59
La guerra como contrario de la paz, gana terreno día a día en Venezuela. La ocupación del espacio público de convivencia ciudadana, por grupos armados irregulares, es un hecho social. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Es por azar, incompetencia o por un perverso diseño de la revolución?
Con el ascenso de Hugo Chávez al poder, los primeros grupos irregulares que se formaron fueron los círculos bolivarianos. Fueron públicamente patrocinados por el ex presidente Chávez. Se les dieron armas y entrenamiento para “defender la revolución”. En aquel entonces, se supo que camionetas repletas de cajitas de regalo llegaban a distintos vecindarios de las barriadas populares. Pistolas Glock y municiones.
En el tiempo transcurrido hasta hoy, se ha expandido y diversificado la empresa de estos grupos. Han mutado y se han adaptado. Han creado sus propias reglas de mercado. El lenguaje ha seguido a estos cambios. Hoy se habla de colectivos armados, como antes se hablaba en general de los círculos bolivarianos. Pero los colectivos armados se han ido individualizando. Se han independizado y mutado en asociaciones criminales descentralizadas.
El gobierno ha apoyado a estos colectivos y los colectivos al gobierno. Tienen vínculos con las misiones del Estado. Reciben recursos. Pero quieren más. Lo quieren todo. Y actúan en consecuencia. Con la plena libertad que la inacción del Estado les concede y garantiza, cada grupo irregular es “la ley” en su territorio. Esto es el resultado de una sucesión de acontecimientos que han llevado a esta situación de hecho.
Una situación de hecho conformada por conductas antijurídicas y que son castigadas en los códigos penales de las naciones civilizadas y no tan civilizadas – Venezuela incluida. Una situación de hecho que cualquier gobierno racional hubiera contenido, desarticulado y controlado. Operativos diarios de los órganos de policía…
¡Pero aquí no! El gobierno rojo más bien optó por cederle el control y gobierno de territorios a esos grupos. Y creyéndose George Orwell, las bautizó “zonas de paz”. Estas “zonas de paz” son zonas de distención concedidas a grupos armados irregulares. Concedidas por los órganos que precisamente tienen el deber de combatir la criminalidad.
El lenguaje se adaptó y amplió junto con el surgimiento de nuevos actores (colectivos, pranes, frentes…) todos armados. El armamento no solo se adaptó, sino tuvo un verdadero salto cualitativo. Hoy día, la imagen del malandro armado con una Glock, podría parecer la de un malandro pendejo. Hoy nuestra imagen es otra. Kalashnikov, AR 15, granadas alrededor del cuello en vez del collar de pukas, cuatro pistolas de marcas, colores y calibres distintas, pero todas con cacerinas de veinticinco o más tiros… ¡Y la foto en grupo! ¡El retrato! ¡Como si fueran la Vinotinto!
A esta fecha, se han dado pactos de no agresión entre estos grupos irregulares, en una alianza armada en contra de los órganos de policía. Se están confederando. Esto es asunto de soberanía, justicia, defensa y paz social; es decir: amenaza a todos y cada uno de los fines del Estado.
La violencia social está casada con el gobierno rojo. El hecho de que estos grupos irregulares, de que estas fuerzas armadas para el crimen, se publiciten como un ISIS cualquiera, nos muestra la gravedad de la cuestión. El gobierno rojo ha hecho una concesión criminal que, por los vientos que soplan, nos tocara un complejísimo proceso de desarme y desmovilización, para revocarla y reestablecer la civilidad.
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