Los alzados
Por Jimeno Hernández
@jjmhd
La increíble marcha desde una remota aldea fronteriza hasta el Palacio Federal Legislativo, frente a la Plaza Bolívar de Caracas, se ha convertido en ejemplo a imitar por aquellos que ambicionan el poder y una invitación irresistible a levantarse en armas para derrocar al Presidente de la República.
El alzamiento del general Cipriano Castro en Táchira al mando de su “Revolución Liberal Restauradora”, el extenso recorrido de sus fuerzas desde Capacho hasta la capital, la escasa resistencia de las tropas del gobierno y la huida del Presidente Ignacio Andrade se convierten en la fórmula del éxito que abre las codiciadas puertas de la Casa Amarilla. Ahora son muchos los que celan la suerte del andino y se creen capaces de hacer lo mismo. En cualquier pueblito se pueden reclutar diez hombres seduciéndolos con promesas vacías y luego armarlos de escopetas, pistolas y machetes. Tan solo eso basta para comenzar la empresa.
El primero en alzarse es José Manuel “El Mocho” Hernández, esto sucede en octubre de 1899. En su proclama dice:
– La República no quiere bandería en la Casa de Gobierno, y el general Castro, en violación a su palabra de soldado y restaurador, acaba de entronizar en ella una funesta camarilla, origen indudable de las desgracias de la Patria. Al propio tiempo que promete, para la salud de Venezuela, “nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos”, hace prevalecer en el Capitolio el anacronismo de los viejos ideales, la vergüenza de los viejos procedimientos y la ignominia de los viejos hombres.-
Un año después, en diciembre de 1900, se alza el general Celestino Peraza desde su cuartel guariqueño en Las Mercedes del llano. En su proclama dice que Castro es un vulgar tirano sin las más ligeras nociones de gobierno y administración. También hace referencia al episodio del terremoto en Caracas que lo obligó a lanzarse por uno de los balcones de la Casa Amarilla y se burla abiertamente del incidente diciendo:
– Aprendamos la providencial lección que nos da la naturaleza misma, lanzando por las ventanas de la Casa Amarilla la triste celebridad que ha entrado por sus puertas.-
A lo que agrega:
– ¡Compatriotas! ¡Soportar por más tiempo semejante dictadura sería la vergüenza del presente y la ignominia de la posteridad! ¡Venezolanos! Sacudamos el yugo, que no haya distinción de colores políticos. Todos nosotros tenemos el deber de velar por el honor de la Patria. La República reclama el esfuerzo de todos sus hijos para arrojar de sus hombros la infamia que hoy pesa sobre ellos.-
No han terminado de armarse las tropas del gobierno para sofocar la rebelión de Peraza cuando se alza en Oriente el general Pedro Julián Acosta en apoyo a Manuel Antonio Matos, Luciano Mendoza, Nicolás Rolando y el movimiento que estos llaman la “Revolución Libertadora”.
Una vez presos “El Mocho” Hernández y Acosta se subleva el general Juan Pietri en Carabobo. El grito de guerra se deja escuchar por doquier y Venezuela sigue siendo el cuero seco del que hablaba Antonio Guzmán Blanco, una tierra que cuando se pisa por un lado se levanta por el otro.
El personaje más pintoresco de estos primeros años del gobierno andino y el estallido de la “Revolución Libertadora” es José Rafael Montilla, un temible y valeroso guerrillero nativo de San Miguel de Boconó en Trujillo que se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para el Presidente Castro. Este hombre de poca instrucción se jacta de ser nieto de un indio llamado Guamo quien siguió al Libertador en sus campañas y con ese cuento se ha ganado la simpatía de los campesinos y tiene embochinchada a la gente en Lara, Portuguesa y Trujillo. Por su herencia aborigen, sus habilidades para emboscar al enemigo y el lugar donde habita, lo han bautizado como “El tigre de Guaitó”.
El general Cipriano Castro intenta halagarlo por todos los medios imaginables con el objetivo de traer paz a la región que sirve de puerta hacia la cordillera de los andes. Sabiendo que no puede vencerlo en sus dominios decide finalmente enviar una comisión de representantes hasta la cueva del tigre, un pequeño caserío a casi cincuenta kilómetros de El Tocuyo en Lara.
La respuesta de José Rafael Montilla a las proposiciones de los plenipotenciarios del Cabito es contundente y revela la mentalidad de los caudillos regionales de aquellos tiempos.
– Díganle al General Cipriano Castro que mientras me encuentre en libertad me alzo, porque de Guaitó a Miraflores hay menos trecho que de Capacho a Miraflores.-
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