Algunas categorías del marketing electoral venezolano
Por Werner Corrales Leal
@WernerCorrales
Hace varios años hemos afirmado, con otros venezolanos preocupados por lo público, que desde los años 80 del siglo pasado, la Política (con P mayúscula) fue progresivamente desplazada de las conductas de nuestros partidos democráticos por el Marketing Electoral. Ganar elecciones y al llegar al poder seguir haciendo política buscadora de votos, administrar la crisis mirando las encuestas para satisfacer las expectativas de los electores potenciales y no asumir lo que podía recuperar la senda extraviada del desarrollo, eso fue la política de los partidos democráticos en los últimos veinte años del siglo pasado.
Lamentablemente esa ha seguido siendo la historia de los partidos de la democracia venezolana, hasta llegar a hoy, cuando lo único que comparten todos ellos es la práctica dirigida a ganar elecciones. No podemos ni debemos ocultar que los partidos de la Oposición Venezolana solo comparten una conducta política que es la del Marketing Electoral, y en cambio difieren hasta polarizarse alrededor de qué hacer (o si se debe hacer algo) en los ámbitos no electorales de la Política. Si los opositores son demócratas como se dicen deberían dejar que convivan y eventualmente compitan sus diversas visiones y de ninguna manera dedicarse a descalificar a quienes piensan distinto a ellos. Pero no lo están haciendo así.
El Marketing Electoral pretendería degradar a “Programas de Gobierno” el concepto de Visión de País
Unas pocas organizaciones opositoras de hoy muestran preocupaciones por áreas de la Política distintas de la electoral como son la movilización ciudadana o la definición y promoción de consensos sobre una Visión de País, pero casi todos los partidos comparten unas propuestas llamadas “programas de gobierno” que algunos analistas consideran la síntesis de una Visión opositora de País.
Los programas de gobierno que han presentado al país la Oposición y sus candidatos no han sido otra cosa que parte de la campaña electoral en la cual se confeccionaron, y por eso se supeditaron a los mensajes de la campaña. Fueron programas que evitaron temas sensibles o hicieron caricaturas de los mismos ajustadas a los criterios que vendieron al candidato sus asesores de Marketing, o que simplemente silenciaron algunas “propuestas de políticas de los expertos” que no coincidían con las encuestas del momento.
Un programa de gobierno, particularmente un programa así mediatizado por el Marketing Electoral, no es una Visión de País, y solo el interés de una campaña puede explicar que intelectuales y políticos serios pretendan que sí.
La descalificación como parte del Marketing: “Anti-políticos”, “Radicales” y “Clase media urbana”
Hace años que el término “anti-político” es empleado por dirigentes de partidos que se sienten sometidos a críticas, como burladero para esconder del escrutinio de los ciudadanos sus prácticas cuestionables. Ya no solo se califica de “anti-político” a quienes desde medios de prensa y ONGs intentan descalificar sistemáticamente a los partidos y desplazarlos de la política, como sucedió a fines de los años 90… Responder con el (supuestamente) lapidario mote de “anti-político” ahorra a la organización partidista o al político que está siendo cuestionado o censurado toda reflexión sobre su propia conducta y todo ejercicio de autocrítica, sea que conteste así a juicios sobre negociaciones dudosas que buscan recursos para las campañas de sus organizaciones, a acusaciones de demagogia o populismo o a críticas de cogollismo en la designación de “candidatos unitarios” para las elecciones. Ya no sólo se está haciendo sistemático el empleo del término contra quienes aspiran opinar y participar activamente en la política sin someterse a las disciplinas de partidos, derecho incuestionable de todo ciudadano, sino contra líderes de organizaciones partidistas que difieren de los dirigentes que controlan las decisiones de la alianza electoral opositora, la MUD.
Con el término “radical” sucede algo parecido. No solo es radical el partidario de métodos violentos o terroristas para la confrontación política, o quien propone descartar los procesos electorales para promover el cambio del régimen, sino que también son “radicales” quienes plantean que hace falta algo más que participar en unas elecciones para desplazar del poder a un régimen no democrático, abiertamente delincuencial, y quienes advierten que se acerca una transición para la cual debemos prepararnos de manera de asegurar que sea pacífica e irreversible. En fin en la neo-lengua de la que hablamos, “radical” es también quien difiere del mainstream de la alianza electoral, o sea que este término sería intercambiable con el de “anti-político”.
Y por último, quienes reducen la política al Marketing Electoral, que ven en el voto de los pobres el objetivo de sus campañas comiciales, han acuñado recientemente lo que consideran la más horrible ofensa a un ciudadano, el dardo de “Clase Media Urbana”. El nuevo término viene de quienes se jactan de que suben a los cerros y le preguntan con sorna por los pobres a los estudiantes que protestan por el secuestro de sus compañeros, o que hacen manifestaciones porque su futuro también está secuestrado. El término también es empleado por quienes les pichirrean el apoyo activo que solicitan los profesionales de la salud y de la educación, porque ellos forman parte de la “Clase media”. Y en fin, lo vi empleado por un politólogo del mainstream opositor en contra de dirigentes de Voluntad Popular, combinándolo con los de “radical” y “anti-político”, porque VP plantea ir a las elecciones parlamentarias con su propia tarjeta.
Uno puede considerar superior por razones prácticas que toda la Oposición concurra el 6 de Diciembre con una tarjeta unitaria (yo lo considero así), pero ya raya en lo absurdo que se pretenda estigmatizar con esos tres motes a un partido que está participando en la contienda electoral del lado de la Oposición.
Si los opositores son demócratas como se dicen deberían dejar que convivan y eventualmente compitan sus diversas visiones y de ninguna manera dedicarse a descalificar a quienes piensan distinto a ellos. Pero no lo están haciendo así.
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