Otro 5 de Julio ¿Qué clase de violencia es esta?
Por Jorge Olavarría
@voxclama
“Aquel que ha de mantener segura su libertad, debe proteger hasta a sus enemigos de la opresión.”—Thomas Paine, 1795.
El mes de Julio es irónico por varias razones. Entretiene que los antiguos latinos no tenían la letra “J” (lo que explica, por ejemplo, la inscripción INRI en la cruz que debería haber sido JNRJ) y porque Julio conmemora al gran Gaius Iulius Caesar, (Cayo Julio César, en castellano) quien cayó apuñalado ante la estatua de Pompeyo en los idos (15) de Marzo (mes del dios de la guerra) entrando al Senado (de senil, sabio) cuerpo legislativo que por siglos evolucionaría y en todas partes. O Casi.
En Venezuela, la cámara alta, el Senado, fue eliminado temprano, a la vuelta del milenio marcando pauta de la involución institucional que a partir de 1999 fue revolucionaria en todo menos la industria de la propaganda, la mentira y la corrupción. El Poder Legislativo reestructurado degeneró rápido en un adefesio sumiso y servil, dispuesto a ceder sus potestades (x habilitantes) sin necesitar dos pedidos. Cabe resaltar la ironía de que el Congreso Nacional vuelto unicameral fue rebautizado como Asamblea Bolivariana a pesar de las exigencias de Bolívar quien creía sabiamente en la necesidad de tener dos cámaras, no solo a semejanza del Parlamento británico sino como legado erudito de la humanidad.
“Hemos dividido como los americanos la representación nacional en dos Cámaras: la de Representantes y el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las atribuciones que le corresponden y no es susceptible de una reforma esencial, porque la Constitución le ha dado el origen, la forma y las facultades que requiere la voluntad del pueblo para ser legítima y competentemente representada. Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del gobierno, y rechazaría las olas populares.”—voluntad de Bolívar (Angostura).
En la antigüedad, en los territorios más civilizados coexistían el Consejo de los ancianos (senil) y el Consejo de los guerreros, ambos siendo “consejos” porque aconsejaban al líder alfa, a quien le correspondía la decisión final fuese cual fuese. En la Biblia, (Reyes 1:12) líderes y representantes de las tribus del norte de Israel se reunieron con el Rey Reboam, (hijo de Salomón, nieto del Rey David) para pedirle disminuyera algunas de las duras imposiciones y gravámenes legadas del reinado de su padre. Durante los tres días peticionados para tomar una decisión, el rey ha escuchado al Consejo de los ancianos, que le piden prudencia y compasión explicando que con buenas palabras y un poco de generosidad logrará que lo apoyen y lo sigan quienes le hacen oposición, “ellos te servirán para siempre”. Pero el Rey también ha atendido a los consejeros de su propia generación, al consejo de guerreros, que le piden que no se deje intimidar y diga, “mi padre os cargó con un pesado yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré con escorpiones.” Y así el joven rey en vez de escuchar la sabiduría de la experiencia, escucha a la fogosidad, la impertinencia y de esta manera, quien heredara un próspero reino unido y poderoso, por testarudez y malos consejos, dividió su reino. “Así se rebeló Israel contra la casa de David hasta hoy.”
En el año 2002 estábamos en plena disyuntiva entre el “acostumbramiento” o la insurrección. Ya apenas alzábamos la mirada y nos disponíamos a apagar el aparato cuando escuchamos la detestable melodía que nos anunciaba otra Cadena Nacional, y ya poco reflexionamos en la obscenidad de lo que representaba -y que permitimos.
La Asamblea unicameral entonces todavía era plural aunque la tendencia golpista la asemejaba cada día más a la asamblea cubana. En ese entonces, hastiado por las CADENAS y consiente del abuso (legal) que representaba esta peligrosa plataforma de Núremberg, escribí una “propuesta de ley ciudadana”. Hice abundante investigación, la referencié con expertos y se la envié (por correo y por internet) a todos y cada uno de mis “representantes” en la Asamblea. La intención era sencilla: que mis representantes, legisladores, consideraran pasar una ley limitándole la obscena potestad al mandatario de hacer cadenas nacionales cuando, cómo, dónde y por la razón que le diera la gana. Si la Asamblea seguía en las profundidades del revisionismo total, hueco en la que la Constituyente los había metido, entonces, los representantes de oposición también podían jugar ese juego en nombre de la justicia, la libertad y la sensatez.
O como lo dijo Bolívar, “¡Representantes del Pueblo! Vosotros estáis llamados para consagrar, o suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado, reformado, o desechado en nuestro pacto social..”
Yo solo pedía que la ley le ajustara, limitara la hedionda potestad de Cadenas Nacionales, no que la eliminara. Que, en efecto, el Jefe del Estado, pudiera hacer cadenas pero SOLAMENTE en caso de algún desastre natural o un accidente, peligro de guerra o algo que ameritara que nos coartara la libertad general de escoger qué ver en la TV o escuchar en la radio. (Y en ese entonces las cadenas no habían involucionado al niveles de los años siguientes en los que el déspota populachero anunciaba bailes, expropiaciones, cierre de empresas, ataques de diarrea, el borracho de Mr.Danger…y todo lo demás, horas y horas en las que lograba hacernos aceptar que el tamaño de su vejiga solo podía ser comparable con el tamaño de su vanidad).
Admito que algunos de mis representantes me respondieron. Muchos agradecían mi participación ciudadana y todo eso. Pero aquellos eran días de particular intensidad y el tema quedó engavetado. Gracias. Semanas más tarde me encontré al entonces Diputado Carlos Ocariz, hoy re-re-Alcalde de Sucre. Fue durante una de las muchas manifestaciones-therapy-protestas-concentraciones particularmente frecuentes ese año, (anteriores a la primavera popular vuelta carmonazo) y le pregunté por el estado de mi propuesta. Me contestó que ellos la habían leído con mucho interés y que me felicitaba. Que estaba muy completa, y que no era la primera, pero que, al contrario, habían decidido no proponer o apoyar ninguna ley, procedimiento, normativa que le limitase esa potestad presidencial. La lógica siendo— que el mandatario se estaba haciendo un daño tremendo con las cadenas. Mencionó al chamo viendo su partido, y la señora planchando frente a su novela, y a todos los demás televidentes que pegan un grito al cielo cada vez que les interrumpen su programa…“Y como cada vez las cadenas son más frecuentes, los gritos al cielo son más frecuentes…” O sea, se estaba desgastando solo. Esa era la lógica de mis representes electos (de oposición). En breve; éste personaje estaba diciéndome a mi cara que iban a seguir permitiendo que se pisoteara mi libertad (y la de la señora), por la brillante estratagema de dejarlo ahorcarse con su propia cuerda.. Lo miré como se mira a un rabipelado tratando de atravesar la autopista, como diciendo, otro que no entiende el fenómeno comunicacional que es este magnánimo demagogo—eficientemente colectivista y populista, convenientemente revisionista y embaucador; y netamente militarista y fascista. Ninguna constitución, ni corte, ni ley, ni filosofía puede salvar la libertad cuando muere en las mentes y los corazones de los hombres.
“Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía.”—Bolívar (Angostura).
Pero la más poderosa evidencia de la precaria agudeza o sapiencia de la oposición que nos tocó tener, (si no bastasen los candidatos de las elecciones del 98), se vaticina con la última oratoria del siglo y la última en un Congreso bicameral, el 5 de Julio de 1999. Ese fatídico día, Jorge Olavarría era el orador invitado para la Sesión solemne de las Cámaras Legislativas en el 188º Aniversario de la Independencia Nacional. La noche anterior, allegados al naciente régimen lo llamaron. Querían saber si el Presidente estaría en una situación incómoda asistiendo. Ya era sabido por sus artículos de prensa, el desencanto de Olavarría con la cualidad despótica del recién electo presidente por lo que el emisario quería saber si el discurso sería agrio, crítico, polémico o meramente de contenido histórico. Su respuesta fue que su discurso sería “un discurso histórico”. Lo fue.
El problema cardinal aquí, como lo vieran muchos de los sabios patriarcas de muchas tierras y tiempos es cómo combinar el estudio con el ejercicio de gobierno. Acaso, ¿es hacer más importante que pensar? Y el Rabino Akiva ben Iosef respondía, que el estudio viene primero porque “saber pensar conlleva a saber hacer” y que el mundo sin conocimiento aplicado conduciría a su destrucción. Idealmente, todo académico debería asistir a los que gobiernan y toda personalidad pública debería ser un representante ilustrado. De lo contrario, invitas a la cabeza del estado al demagogo, al mandamás, al mesías populista, al guerrero vengador.
Y ese 5 de Julio, un letrado y muy aquejado Jorge Olavarría se puso de pie, dispuesto a seguir el ejemplo de quienes hicieron esa fecha memorable. Se tomó la molestia de prevenirnos, de tratar de sacudirnos la conciencia. De vaticinar con exactitud deslave de cloacas que se le venían encima al país. Fue, en verdad, un momento histórico. Sabía que sobre el país se cernía lo que habría de ser la jefatura más atroz y destructiva de la historia. Y tenía que decirlo en ese entonces. En ese lugar. Quienes tenían alguna responsabilidad en la conducción del Estado, debían escucharlo. Y actuar. Nadie lo hizo.
Mientras el demonio, seguro de su poder, sonreía sardónico, un laudable arribista se miraba las manos avergonzado por los agravios del profeta en el estrado. Un Coronel presidiendo el Senado protestaba, Ista quidem vis est? (¿Qué clase de violencia es esta?) ante las peticiones de un Abraham clamando por cincuenta hombres justos que pudieran evitarle la ira divina al país. Cuarenta… veinte si acaso… ¿Diez hombres justos? Solo Lot se salvaría. Su mujer lo acompaño pero pronto sería convertida en un pilar de sal por atreverse a voltear y ver la destrucción anunciada de su nación.
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