El archivo de Miranda

Por Jimeno Hernández 

@jjmhd

 

 

 

Los últimos días de Francisco de Miranda transcurren perezosos y están plagados de amargos recuerdos que atormentan su existencia. El Coronel Bolívar lo ha traicionado a cambio de un pasaporte firmado por Monteverde y ahora se encuentra en un calabozo del penal de las cuatro torres en el arsenal “La Carraca” de Cádiz. Él, que ha escapado a la muerte en incontables ocasiones, ahora no le queda otra que sentarse a esperar que ésta regrese para llevárselo de este mundo ingrato.

 

En su testamento redactado en 1805, antes de la expedición fallida del “Leander”, ha manifestado el deseo que sus papeles personales reposen en la Municipalidad de Caracas. Sueña que, algún día, estos sean custodiados por los venezolanos y exhibidos al pueblo como testimonio histórico de su amor por la patria.    

 

La dama vestida de negro llega a cobrar su alma el 14 de Julio de 1816 y Miranda expira su último aliento a los 66 años de edad, unos meses después de sufrir un derrame que interrumpe sus planes de fuga, le impide hablar, escribir y lo condena a pasar el resto de sus días en el catre. Ha muerto el primer americano universal y para él no habrá honores militares ni velorio de antología. El cuerpo será despojado de sus ropas y, al alba, junto a su colchón y sábanas, lanzado a la fosa común del cementerio de la Carraca, un espacio fangoso ubicado entre el presidio y la iglesia que desaparece entre las olas cuando sube la marea. El uniforme de general francés, sus escritos, la flauta, los libros y el resto de sus pertenencias arden en una hoguera. Entonces la historia del prócer se reduce a cenizas que se desvanecen entre la brisa marina en las costas de Andalucía.

 

Un siglo entero pasa y se especula que el legado intelectual del prócer, contenido en su famoso archivo personal titulado COLUMBEIA, desapareció entre las llamas de la pira de aquella triste madrugada. Es el abogado e historiador venezolano Caracciolo Parra Pérez (1888-1964) quien, después de una exhaustiva investigación entre las polvorientas carpetas del Public Record Office de Londres, encuentra una carta que revive al fantasma del Generalísimo. Se trata de un comunicado de agosto de 1812. El documento se encuentra firmado por el súbdito británico John Hodgson como gobernador de Curazao. En esta carta comunica a las autoridades de la corona inglesa que ha llegado a la isla, a bordo de un barco llamado “Sapphire” proveniente del puerto de La Guaira, el equipaje de un tal Francisco de Miranda.

 

Parra Pérez sabe que la noche que el Coronel Bolívar arrestó al Generalísimo, este último había desatendido el consejo del Capitán del barco de pernoctar a bordo y así poder zarpar con las primeras luces de la aurora. Que Miranda había ordenado embarcar su equipaje en la nave pero decidió pasar la noche en casa de una de sus amistades y fue allí donde lo prendieron. El archivo personal del prócer no pudo haber viajado con él a Cádiz. Sabe que la obra literaria del prócer no se consumió en el fuego, esta se perdió en el horizonte junto a las velas del “Sapphire” dejando atrás a su autor.

 

El eterno curioso no desmaya e insiste en su labor investigativa. Es así como, un día, las pistas de sus averiguaciones le revelan que tres formidables baúles de cuero con cerrojo dorado y las iniciales F.M. habían llegado a manos de Henry Bathurst, en Downing Street, al despacho del Ministerio de Guerra del Imperio. Así se dirige entonces Parra Pérez hacia la mansión del heredero de Lord Bathurst, en la ciudad Cirencester del condado Gloucestershire. En la biblioteca de esta residencia descubre los papeles de Francisco de Miranda que todos dan por destruidos.

 

Lord Bathurst a solicitud de Caracciolo Parra Pérez accede a depositar el archivo en el Public Record Office al cuidado de su director, quien junto a un archivero y un historiógrafo, estudian detenidamente los papeles y ajustan los detalles de la negociación de la compraventa. Entonces se acuerda entre las partes el precio de 3.000 libras esterlinas por el tesoro documental. La cifra es inmediatamente girada por el gobierno venezolano junto a la firma del General Juan Vicente Gómez.

 

Entre aquellas páginas reaparece entonces una pieza de la historia escrita por un hombre que consagró su vida a la libertad y anotaba meticulosamente en una bitácora todo lo que sentía, pensaba y hacía.

 

El día 16 de Noviembre del año 1926 son entregados los sesenta y tres tomos de COLUMBEIA a La Academia Nacional de la Historia en Caracas. Allí reposan hasta nuestros días.   

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