Primero sueño

Por Juan Carlos Linares

 

 

 

Con el sonido del mar, hay cosas que pudieran parecer más reales de lo que en realidad fueron. Aquella vez, estaba sentado en la arena hablando con unos amigos y como de la nada, al círculo se incorpora una chica, sin anunciarse. Así son casi todas las chicas que conoces en la playa al amanecer, se comportan como un fantasma. Su sutil presencia me llamó la atención con su piel morena, larga cabellera y grandes ojos grises. Pero también, como haría en la aparición de cualquier ánima, no consigo decirle palabra alguna, nada… No sé bien si por exceso de cortesía o, como también a las ánimas, por falta de agallas.

 

Su cuerpo con la noche se movió sin percatarlo y estando al lado de mí, otra vez sin percatarlo, se empina para darme un beso; me dice en voz baja: ahora sí estamos juntos. Bastó con el pestañear de mis ojos, para que desapareciera de nuevo. Como en mis juegos de infancia comencé a buscarle por ahí, pero sin mayor éxito.

 

Me observo convenciendo a mis amigos para quedarnos aunque sea un día más, para verle más tiempo. Esto último de decir “me observo” es fundamental para entender lo que viene, porque si bien no era yo sino otro. Nada podía hacer yo para conducir mi humanidad en él. Me recuerda a las palabras de un extraordinario amigo. La única vez que se le vio triste dijo que era el personaje de reparto, de múltiples vidas ajenas y por ello tenía que adaptarse. Así me sentía yo en este sueño, al parecer el guión ya estaba escrito y yo solamente interpretaba un papel. Sin replica. ¡Qué desesperante!

 

Lo último que recuerdo es salir de una carpa: ella a mi lado, sensación de liviandad, el sol en mi rostro. Nada.

 

Despierto aturdido, -en mi habitación todavía soplan brisas marinas- y preguntándome –qué se habrá hecho ahora y si vale la pena quedarse aunque sea un día más en esa playa de ensueño. Con el sonido del mar y la botella vacía, hay cosas que pudieran parecer más reales de lo que eran.