“¡Adiós Papá!” no nos despedimos, ni sobre la obra de Cruz Diez

Por Anabel Navarro Camero

@Thamarana

 

 

 

Tu heroína anónima que no te pudo ir a abrazar, Anabel Navarro Camero

Cuando era niña y me sentía mal o no tenía clases me iba con mi papá, José Asunción Navarro, quien trabajaba en el aeropuerto de Maiquetía. «Navarrito» me decían en los pasillos. Que alguna compañera de él me llevara a almorzar «al internacional» era lo máximo; «Burguer King» era la felicidad; y si alguien tomaba el carro y me llevaba a Catia La Mar era otro nivel. Incluso cuando yo era bebé me llevaba en mi cesta, con pañales y teteros, entre sus compañeras de trabajo se turnaban para cuidarme, mi papá y mi mamá trabajaban todo el día. Crecí en los pasillos de colores del maestro Cruz Diez, esos que hoy protagonizan tantas despedidas en Venezuela y tan pocos reencuentros.

 

Papá era de Los Robles, Isla de Margarita, se fue a La Guaira para «buscar un mejor futuro». Empezó a trabajar en el Aeropuerto cuando era menor de edad, fue creciendo en edad y responsabilidades de trabajo. Aunque los estudios no tuvieron cabida en el plan su trabajo fue una bendición, ir a los campamentos y planes vacacionales del aeropuerto me hacía feliz, sobre todo si eran fuera de Caracas e implicaban montarse en un avión. Desde los amplios ventanales del frío edificio administrativo del aeropuerto disfrutábamos ver los aviones que llegaban y salían, cuántas historias inventaba en mi cabeza sobre la gente que iría en cada uno. Con casi 40 años de servicio jubilaron a mi papá; fue una etapa difícil, él quería seguir trabajando, entonces decidió no hacer más nada y retirarse de verdad, disfrutar su tercera edad.

 

Lo admiré siempre porque trabajar todos los días en La Guaira y vivir en Caracas requiere entrega. Quienes lo conocen saben que no fue el hombre más expresivo del mundo, pero ahora entiendo que sus enseñanzas fueron silenciosas; era relajado, hacía las cosas «por la sombrita»; oía radio casi las 24 horas del día (gracias a él yo amo la radio) estaba siempre informado de todo; tenía un inquebrantable espíritu democrático y daba el ejemplo de lucha con su partido Blanco, siempre marchando cuando de exigir derechos se tratara, sobre todo los 1 de Mayo, ese día más que nunca se vestía orgulloso con su camisa blanca por AD (Acción Democrática, el partido político de Rómulo Betancourt). Solidaridad y compañerismo eran sus formas de amar.

 

Sé que nuestra patria genera hoy muchas noticias, pero yo siento la responsabilidad y la obligación de escribir públicamente para darle por escrito esa despedida que en persona no pude hacer. Mi papá no era un hombre de Medios, pero sí muy querido por familiares y amigos, y en toda la cuadra y el edificio donde vivimos toda mi vida (28 años). Me permito incluir unas palabras sobre él de mi amiga Lisbeth de Cambras:

 

“Tuve la bendición de conocerlo y compartir largo con él a tu abrupta partida, fue con ese orgullo grandoooote a inscribirte en el CNP Caracas (Colegio Nacional de Periodistas), y como el canciller de tu vida… ¡se quedó siendo mi pana! Yo creo que así son los papas de las heroínas… ¡Él fue un ser extraordinario con luz brillante, eso lo sacaste de él!”

 

Lo de heroína creo que me queda como grande, pero la descripción los acerca a quien era mi papá, a quien no he encontrado mejor forma de despedir que con palabras [compartidas] porque sé que «permanecen», como bien dice mi maestra Virginia Aponte.

 

No sé si mi historia es conocida por todo los que me leen, pero para mí fue muy duro pedir asilo político por persecución, amedrentamiento, acusaciones y «prohibición migratoria», entre otras injusticias y arbitrariedades del gobierno de Venezuela, mi principal temor era que si mi papá o mi mamá se enfermaban no iba a poder estar con ellos. Y sucedió. Sucedió el pasado sábado 25 de julio de 2015, cuando mi bellísima y añorada Caracas cumplía 448 años, mi mamá 67, y mi papá pasó a ser un angelito.

 

La última vez que lo vi y abracé fue en mayo de 2014, me despedí de él frente a la casa de un amigo en Caracas; yo “salía” (¿por qué los venezolanos tenemos que salir?) a un incierto y fallido viaje desde el colorido piso de Cruz Diez que no se dio sino posteriormente y de forma abrupta. Ese viaje me ha llevado a una «aventura» amarga, jamás pensé dejar mi país ni que ese sería el último adiós en persona para mi papá. ME DUELE EN EL ALMA.

 

La rabia y todo tipo de palabras fuertes (que no incluiré aquí) se pasean por mi cabeza a cada rato. Cada día trato de mantener mi corazón limpio de odio y no guardar rencor contra los personajes dantescos que me injurian cada vez que les viene en gana, incluso me incluyen entre «los más buscados». La Venezuela que todos queremos nos necesita libres de rencor, sanos emocionalmente.

 

Pensé que los meses pasados habían sido los más duros, no siempre he encontrado la solidaridad de quienes la esperaba; ha sido un tiempo de descubrir a los verdaderos amigos. He sentido la compañía de Dios, dándome fuerza y aumentando mi fe, pero también proveyendo desde compañía, casa, ropa y hasta comida, justo cuando pensaba que me faltaban. Sé que seguirá siendo así más ahora que mi papá es celestial; también sé que la justicia divina es implacable. Me dice un primo “Dios le da mejores pruebas a sus mejores soldados… aunque a tí como que te confundió con Rambo”.

 

Pido que nuestra nación sea de encuentro, sinceridad, de inclusión y de progreso para todos. Mi papá fue víctima de la escasez de medicinas en Venezuela, mi papá tenía deficiencia renal crónica, desde hacía un mes le hacían diálisis, pero además le dio un infarto, tenía más de una semana sin tomarse la pastilla para el sistema cardiovascular porque no la encontraban. Nadie me quiso preocupar, lo supe fue ahora.

 

Mi activismo por la LIBERTAD, esa misma que clamaba desde mi añorada UCAB cuando el Movimiento Estudiantil del 2007, continuará siempre que sea necesario. Donde quiera que esté seguiré aportando por la justicia que tanto anhelo, la libertad y La Paz para la patria de Bolívar, la misma que me recuerda a José Navarro, y los viajes en carro junto a mi mamá para bañarnos en las playas de Margarita, comer carne en vara con cachapa y queso de mano en Guárico, caminar los médanos de Coro o ver los frailejones en Mérida.

 

Me cuentan que el funeral estuvo repleto de gente querida, GRACIAS amigos y familiares de Caracas, Punto Fijo, Barquisimeto, Valencia, Valle de la Pascua, Maracay, La Guaira y  Margarita. Gracias a todos sus amigos del Aeropuerto.

 

Adiós papá, te amo.

 

P.D: Intenten no guardar rencor en sus corazones. Perdonen, quieran, abracen y disfruten a su papá y a su mamá, cuando no estén ya será tarde. Es bíblicamente el único mandamiento con promesa: «Honra a tu padre y a tu madre… para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Efesios 6:1-3).

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