Confesiones de Tanta Inhumanidad

Por Jorge Olavarría

@voxclama

 

 

 

Bombardéennos

 

“La injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes.”—Martin Luther King.

 

Retocando un curso sobre el Islam político, me topé con el llamado de auxilio más doloroso y desesperado posible. Una mujer en Iraq mandaba un mensaje solicitando que bombardearan su localidad. Pudo hacer llegar el comunicado hasta un activista Kurdo quien se lo pasó a la BBC de Londres. El mensaje de la mujer se traducía, “No es ni la hora del almuerzo y ya me han violado treinta veces. Por favor, bombardéennos.” 

 

Esta mujer es apenas una de 5 a 7 mil mujeres esclavizadas y forzadas a volverse objetos sexuales para uso de los trastornadas milicias del DAESH (no dignifico a estos desalmados con las siglas de IS, ISIL o ISIS..No son un Estado ni un Califato).. Todas las esclavas sexuales son de origen Kurdo, no son islámicas sino Yazidi, y fueron capturadas por el Daesh en Iraq occidental durante una escalada militar del año pasado.

 

Los maridos, hermanos, padres e hijos de estas mujeres Yazidi, si no murieron en un desigual combate, o lograron huir,  fueron encarcelados y luego ejecutados de las maneras más bestiales. Luego de la masacre, el líder de este ejército jihadista apeló a los Yazidi quienes lograron escapar; exhortándolos a que bajaran de las montañas y se incorporaran a la nueva sociedad convirtiéndose al Islam, o morirían todos. Triunfa la maldad.

 

Aunque el Daesh crea cometer sus atrocidades medievales en nombre de Dios, el castigo apropiado por malinterpretar el mensaje de Mahoma no debería venir de Dios (Alá). El castigo debe venir de la entereza humana, no divina. Con fuego si así procede, en combate por la dignidad humana. O cuando sean vencidos, desarmados, encarcelados y colocados ante los tribunales más benévolos con leyes escritas con la tinta de la decencia humana, que se cumplan las sentencias al pie de la letra. 

 

Durante la II guerra mundial, los aliados hicieron caer 3,4 millones de toneladas de bombas que devastaron ciudades, fábricas, puertos, refinerías y todo lo ocupado por la Alemania nazi. Pero ninguna bomba explotó sobre o dañó alguno de los apocalípticos campos de exterminio nazi. De las 27,700 toneladas de bombas mensuales lanzadas, (promedio), ni una estaba dirigida a destruir o perjudicar los campos de concentración. Ni siquiera bombardearon los rieles de los trenes que por cinco años llevaron a millones de civiles indefensos, familias enteras, a sus muertes.

 

Hasta los supervivientes de los campos luego de la guerra reclamaron que los aliados han debido actuar, atacar, bombardear, fuera cual fuera el efecto. El objetivo no era que murieran los guardias de los campos (SS-Totenkopfverbände), y mucho menos los prisioneros, sino destruir la infraestructura, o por lo menos deteriorar la red de campos que eran capaces de matar dos mil personas cada treinta minutos y luego desaparecer los cadáveres de manera rápida y metódica. Triunfa la maldad.

 

De todos los vejámenes, las injusticias y las depravaciones de las que fueron  capaces los seres humanos, la única que no estuvo presente en los campos de concentración nazi fue el abuso sexual. Detenidos sin otro delito que ser, (ser judío, ser opositor, ser gitano, ser homosexual..) fueron perseguidos, encarcelados, engañados, expropiados, desvalijados, esclavizados, humillados, masacrados pero nunca violados sexualmente. “No es ni la hora del almuerzo y ya me han violado treinta veces. Por favor, bombardéennos.”

 

Los hombres que se han convencido de objetivos abstractos de alguna “revolución”, sea Bolchevique, Nazi, Kremer, Cubana,  Chavista, o Daesh, se aíslan de los estándares de la moralidad tradicional y dependen de la irracionalidad, sea religiosa o política. Desde esta arrogante convicción obtienen esa dedicación absoluta que vuelve a los hombres monstruos o máquinas sin alma. Triunfa la maldad. Un fanático se aísla de toda dependencia en su propia racionalidad. Porque la racionalidad pudiera promover la incertidumbre. Y para estos personajes dudar es una catástrofe por lo que prefieren hacerse esclavos mentales y aferrarse de quien no duda, sin cuestionarlo y desatendiendo a quienes se atreven a hacerlo. 

 

Es curioso que desde el momento en que la Magistrada Presidente del entonces Tribunal Supremo de Justicia, Cecilia Sosa, despreció al Profeta un 5 de Julio de 1999, el creciente delirio legalista (judicial, legislativo o jurisprudente) que atormenta a Venezuela (desde hace dieciséis años), a menudo ha sido protagonizado por mujeres, Magistradas, Juezas o señoras Fiscales que han llevado los casos más sonados. Pero ¿cómo induces a una abogado; fiscal o una jueza venezolana a aceptar tanta arbitrariedad, hacerse parte de tanta infracción con sus nombres y sus propias firmas? De hecho, no se logró de la noche a mañana. Fue un proceso que se inicia con la irregular convocatoria de la Asamblea Constituyente (que fue simplemente el guión del el golpe de estado del 92, continuado o legitimado popularmente en el 99).

 

Lo primero que debe modificar todo autócrata a su llegada al poder (sea a la fuerza como en Cuba y Rusia, Libia, etc..o con elecciones como en Alemania o Venezuela) es el estamento legal.. Es fundamental para una dictadura debutante no solamente poder modificar la Constitución y las instituciones sino que los fiscales, jueces y legisladores pasen a ser peones del partido único o sirvientes del jerarca.

 

En 1933, con la llegada de Hitler al poder, todo el sistema de gobierno y en particular el sistema judicial alemán también sostuvo un período de ajuste, de “coordinación”  para alinear los objetivos del estado con los designios del fascismo.  Provisionalmente, se creó una “etapa de dualidad” para que el sistema judicial tradicional pudiera coexistir con las arbitrariedades del déspota. ¡Exprópiese!

 

La Presidente saliente del TSJ, Luisa Estella Morales, en su infinita ignorancia, fue sumamente expedita en pisotear la herencia humanitaria y legalista de siglos haciendo que la dictadura del siglo XXI gozara de la más completa impunidad  y amplitud para la corrupción y la opresión. Esto no es nada nuevo.

 

En la Alemania nazi, muchos de los veredictos del Tribunal Supremo (Reichsgericht) no satisfacían a Hitler por lo que creó una instancia nueva, el Tribunal del Pueblo (Volksgerichtshof) donde se juzgaban los casos políticos, traiciones, intentos de magnicidio, paramilitares, condenando a docenas de miles por crímenes como “traición al pueblo”. ¿Suena equivalente, señora magistrado?

 

 “..La división de poderes debilita al Estado”, anunció la señora Morales como si descubriera la piedra obstruccionista del camino, y ciertamente, cuando los  poderes tienen que medir sus pasos porque se fiscalizan y controlan mutualmente, el Estado queda debilitado porque el Ejecutivo no puede hacer lo que le de la gana. Cuando la Magistrada apellidaba la “colaboración de los poderes” lo que en realidad convocaba era a la complicidad y confabulación.  Pero basta con esta dama.

 

Una de las advertencias más patentes de la destrucción de la división de los poderes, se dio con el caso Afiuni. El mensaje a todos los magistrados era claro—de querer ser demasiado legalista, humanista o decente un fiscal o una juez pudiera terminar como la Jueza María Lourdes Afiuni, lapidada públicamente, execrada, encarcelada, olvidada y muerta en vida.

 

Otra dama. La trayectoria política de la actual Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia y de la Sala Constitucional, Gladys María Gutiérrez, es una muestra indicativa de la frivolidad y parcialidad revolucionaria que necesita la cabeza del más alto tribunal de justicia del país si han de perdurar en el poder. Existen muchas anécdotas de su fervor por el sistema político desastroso que nos consume, la más resaltante es que siendo cónsul en dio un paso al frente y se declaró a favor de Chávez mientras el Embajador guabineaba. Acto seguido, fue aceptada en los círculos íntimos del poder. Gladys María Gutiérrez fue miembro y probablemente la más sabia consejera legal de la grotesca Comisión Presidencial para la Reforma Constitucional del 2007 –(que el déspota perdió en consulta popular probablemente mucho más contundentemente de los que se anunció oficialmente). En dicha reforma, bajo cualquier parámetro, Chávez mostraba signos de que el poder, la droga más adictiva del universo, le había demolido la humanidad. Requiriendo mayores dosis, con esta reforma se consolidaba legalmente la dictadura vitalicia. Pero en ese entonces la maquinaría electoral no estaba enteramente calibrada y bajo una irrupción espontanea de cacerolazos, tarde, se tuvo que admitir la derrota. El autócrata en cadena repitió su afamado «por ahora» y en efecto, por ahora casi todas las barbaridades despóticas de esta desgraciada enmienda, se han colado. La actual Presidenta del TSJ, en ese entonces también era derrotada con la victoria del NO aunque su arribismo no quedara perturbado.   

 

Triunfa la maldad. Pierde el alma quien abandona los patrones de la individualidad, de persona libre que tiene aspiraciones propias, valores, responsabilidades y potenciales y se entrega a un programa revolucionario, a la lucha por los objetivos de otro. No importa cuánto sufrimiento humano se produzca, el fin justifica los medios, por muy contraproducentes y horribles que puedan ser.

 

Pasado el tiempo, fueron damas también, señoras fiscales (o fiscalas) las que presentaron a los muchachos ante los tribunales, y fueron señoras Juezas las que condenaron a varios miles de ellos por atreverse a protestar la intolerable arbitrariedad de la dictadura. Fueron Juezas, también, quienes se negaron a aceptar que nuestros chamos habían sido torturados, a reconocer que fueron acusados injustamente, que las evidencias eran ridículas por acopladas y las detenciones mayoritariamente arbitrarias.

 

 

Y fue otra dama Fiscal con apellido pitiyanqui la que se prestó para la pantomima contra la Diputado María Corina Machado imputándola por otro magnicidio fantasmagórico; y próximamente será una rectora vitalicia del CNE la que en agosto se hará cómplice de la inhabilitación ilegal de la candidatura parlamentaria que más esperanza producía en el electorado.

 

Y como estos personajes parecieran estar hechos de materiales que se ponen más duros mientras más los golpean, saben que tienen que ser anulados de alguna forma. Se pasan la vida confabulando o acusándolos de sus propios crímenes y barrabasadas pero luego de diez y seis años, saben que tienen que pisar pasito. Ya son tantas las liquidaciones arbitrarias, a líderes, candidatos, canales, prensa, que han anulado sin explicación jurídica, que se pudieran aumentar los efectos adversos de las deserciones de quienes dentro (y fuera) todavía quieren creer que la revolución chavista es un riachuelo de agua pura y cristalina para quienes quieran saciar su sed de justicia y paz, que es, en realidad, una cloaca inmunda que descarga cada día con más fuerza su hedionda fuerza destructiva.

 

Sin siquiera querer mencionar el deslave de arbitrariedades y despropósitos en las que ha participado otra dama, la Fiscal General de la República Luisa Ortega Díaz, quien hasta ha acusado a la ONU de injerencia por querer preguntar el estado de los presos políticos.

 

Ni necesitan pruebas cuando acusan a nuestros muchachos, y a los únicos personajes valientes y valiosos de la oposición (que algunos no parecen venezolanos porque no tienen ni precio ni sensatez para dejarse comprar). Hoy, que el final cercano que nunca estuvo cercano, sí está cerca, quienes hemos mantenido viva la afinidad con la decencia, la empatía, hemos coexistido con los estudiantes, con Leopoldo, Daniel, Enzo, Antonio y todos los presos políticos en sus celdas todos estos meses. No huimos. Desvelados, hemos conocido su ira. En silencio. Nos creció la barba. Las grabaciones y mensajes secretos, los presos vecinos con los que se habla pacito y sobre todo, su aprensión progresiva y terrible por haber dicho y hecho lo que le dictaban sus conciencias, como baluartes de una conciencia colectiva caduca, como oposición de un régimen de un insaciable apetito por el poder.

 

El drama terrible, del cual ni quiero hacer mucho énfasis, viene en forma de otro tipo de sospecha. Del terror que pudieran sentir estos íconos presos que han sacrificado tanto, de terminar asemejándose a los olvidados policías héroes, de los que ni se habla ni se escribe ya. Su culpa quedó establecida y no tiene nada que ver con lo que sentenciara alguna juez, escribiera o dijera algún político mercenario del régimen o ladrara el déspota mientras vivía y encadenaba a su antojo. La tragedia es que dentro del marco de la justicia revolucionaria, pareciera que la inocencia, el honor, la verdad, no importan. El mensaje es que lo que cuenta es que—para vivir, para ser libre, para ser o existir, hay que hacerse cómplice del gran corruptor por las buenas o por las malas. Por las buenas, rango, cargos, comisiones, Andorra, y cualquier paraíso del Caribe, dueños de edificios de lujo construyéndose entre las cloacas rotas de Chacao. Por las malas, ya sabemos. El silencio cautelar, el silencio de la tumba, la censura, peor, la autocensura, es una herencia perversa, deformadora del alma, producto de este experimento social, socialista, que queda plasmado en el subconsciente del colectivo nacional. Quizá para siempre.

 

Se sabe. Ninguno ha cometido crimen alguno. Bajo los estándares más inexorables o inflexibles, son inocentes todos. Pero en sus cárceles, con sus inhabilitaciones, en sus exilios, o donde quiera, todos deben intuir que en efecto son culpables. En algún nivel. Estos presos por herejías son tan culpables como el pueblo que se embriagó de populismo y bailo al son del revanchismo, para luego salir al más sublime de los demagogos. Tan culpables como Cecilia Sosa, y cualquiera de los magistrados del entonces TSJ que no entendieron que un militar en el poder, así sea electo, tiene que hacérsele entender que el poder tiene límites. Y que saltarse los límites, tiene graves consecuencias. Que un país no es un cuartel y los ciudadanos no somos tropa. Tan culpables como los constituyentes que no quisieron oír las voces clamando de la historia que una Constitución es un mapa demarcando al Estado y al gobierno de turno, no es un cheque en blanco con ilimitados fondos para retribuciones. Tan culpables como quienes no quisieron ver que la reelección estaba inhabilitada no por error caprichoso sino como evidencia de una toma de conciencia de la naturaleza de mandamases que tiende a parir esta tierra. Que el poder es la droga más adictiva y más destructiva para quien la consume y nefasta para toda su pueblo.

 

Uno termina sintiendo que estas acusaciones y juicos son fenómenos inexplicables que pueden suceder (y han sucedido) cuando las personas tratan de ingresar un poco de sensatez, justicia o verdad a la tarima donde se libran las guerras por la opinión pública, y con integridad modificar la conciencia de la sociedad en la que vivimos. Estos fiscales y jueces, renunciando a hacer sus deberes,  han sacrificado a personas valiosas e inocentes en los altares de la sumisión, la conveniencia y la cobardía.  Y sin pruebas e incluso sin sentencias, les han mutilado derechos y les han robado la libertad siguiendo un guión al pie de la letra, programados para complacer a los jerarcas en el poder.  Esta generación de fiscales (y fiscalas) y jueces (y juezas) no son sirvientes de la ley y la justicia. Son serviles y cobardes, quizá convencidos de la omnipotencia de los personajes en el poder; que no deben contradecirse ni desmentir si no estás preparado a ceder la capucha de verdugo a cambio del antifaz del ajusticiado.

 

Con una justicia tan enlodada se tiene la base para que cualquier interpretación adversa, hasta con el menor gesto, como de Inés la twitera, una conversación con el Embajador de Panamá, un llamado a la acción de calle pacífica, la negativa a ordenar a policías municipales a matar manifestantes, un email de alguien arrecho, un chiste picante cuando habían canales de televisión, un comentario, los apagones, los oportunistas desordenados llamados bachaqueros, la baja en producción de cabillas, cualquier cosa puede ser usada en tu contra, puedes ser acusado de originador o partícipe de infinidad de actividades desestabilizadoras, subversivas, mafiosas, especulativas, conspirativas, magnicidas…que te pueden hacer visible al formidable ojo del régimen, capaz de poner a rodar los engranajes del estado y quitarte todo. La vida y la libertad no. Eso ya no es tuyo. Cadivi.

 

El profeta nacional, apocalíptico, analítico o crítico, siempre fue mal visto o por lo menos, poco apreciado. Denunciar corruptelas, calcular políticas y medidas equivocadas era equiparado a hablar pestes del país, injuriar lo que éramos. Y muchos presumían que quienes lo hacían, periodistas, académicos o políticos de oposición tenían agendas propias con perfiles plagados de resentimientos, ambiciones, envidia y venganza. Una mezcla entre buscapleitos, intrigantes, ingratitos, comprados, infiltrados y traidores. En todo, la oposición frontal a un régimen que lo controla todo es una idiotez. La oposición no se origina en la insatisfacción o discordia con una ideología gastada y contraproducente. Se origina, debe ser, en una manera extraña y poco efectiva de llegar a tener lo que tienen ellos; el poder absoluto. Cuidado con quienes llevan el estandarte de AD sin ninguno de sus valores originarios. Debe ser.

 

El Chávez originario, a punta de brío logró que Venezuela desatendiera a sus profetas y lo siguiera hacia el precipicio. Ese sometimiento voluntario y colectivo hacía todo posible. Potencia energética, autonomía alimentaria, independencia absoluta, paraíso turístico, patria bonita, segura y feliz.  Silencio.

 

Pero quizá la razón es una brújula defectuosa para entender los caminos tortuosos en los que se olvidan valores heredados, principios versados, la razón misma. Debe ser una prolongada agonía ser fiscal o juez teniendo que inventar confesiones, producir testigos y testimonios falsos, incrustar pruebas fantásticas, y luego sentenciar a inocentes de crímenes imaginarios. Se presumiría que estos funcionarios viven un duelo interminable con sus conciencias individuales. Pero sin conciencia no hay duelo. Solo instrucciones que se siguen al pie de la letra. No es difícil creerles a quienes sugieren que existen pactos venales entre poderes; quienes tienen el poder absoluto y recursos ilimitados, y los que imputan y sentencian. Quizá allí está el detalle faltante, trágica ironía, de tantos de estos personajes valiosos, quienes son atacados, acusados, inhabilitados, condenados, expropiados, porque son ellos los verdaderos héroes contra la opresión y la dictadura.

 

Quizá ese es el mar rojo que separe a quienes pactaron cuando debían enfurecerse, callaron cuando debían hablar, de quienes en el desierto se aferraron a sus principios cuando las consecuencias anunciaban que no era lógico ser, solo tener y callar. Quizá como sociedad hemos aprendido eso. Solo eso. Que las palabras y las promesas de un político, si no dejan cicatrices, son solo palabras y promesas.

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