La Recontragedia
Por Glenda Morales
@glenda_morales
Yo no sé si tener un Presidente en cuyo discurso existan expresiones como “pelucón” y “le pongo los ganchos”; o tener una Ministra de Servicios Penitenciarios que parezca una presidiaria, sea el colmo de esta historia. Yo no sé si tener un Presidente cuya nacionalidad y el conteo de votos de su victoria estén cuestionados; o tener un supuesto Ministerio de Servicios Penitenciarios cuando tenemos país por cárcel y los pranes parecen tener el mando hasta de las decisiones de Estado, sea de verdad lo más sarcástico. Sin embargo, podríamos enumerar infinitamente casos irónicos de desgracias como estas, que incluyen otras desgracias en sí mismas.
Padres que violan a sus hijos, hijos que matan a sus madres, aumento de sueldo contra la inflación, instituciones gubernamentales matraqueándote, nóminas de votos sin empleados, empleados sin intelecto, el hampa eliminando escoltas, policías atracándonos y habitantes de Misión Vivienda prefiriendo regresar a sus ranchos.
Si observamos bien, las personas a quienes debemos nuestra custodia, o son violentadas, o son las mismas que nos están destrozando. Si imagináramos a la sociedad como un organismo vivo, asumiríamos que su sistema inmunológico está fallando. Los linfocitos perdieron el Norte y a manera de cliché, están dirigiéndose a un Sur improbable; acabando una por una con nuestras células de moral y luces; repitiendo un proceso desaforado que destruye todo lo que supuestamente lo daña, sin reconocerlo. Porque el enemigo y la víctima se han mimetizado de tal manera, que es imposible identificarlo.
Cuando el piloto de la aerolínea Germanwings estrelló la aeronave en un acto voluntario, percibí que esta forma desproporcionada de lastimarnos, impregna al mundo como metástasis. Sin ánimos de forzar la metáfora, este avión no le lleva ventaja comparativa a un metrobus, ni su cabina de piloto a un Despacho. Como si fuesen una especie de matrioskas terroríficas: las tragedias dentro de las tragedias. Nuestra vida en manos de la persona que debería tener nuestros mismos intereses, y que en vez de ayudarnos, terminen siendo un hándicap más peligroso y agudo que una jeringa infectada.
Pero en este país hay tanta referencia del tema, que no hace falta traspasar fronteras y obviaremos también las semejantes contradicciones que simbolizan la ONU y la OEA, según su naturaleza y la atención que deberían estarnos prestando en este momento. Los extremos de la locura y la cordura se encontraron en Venezuela como un caso de culebrilla, cuyos brotes se extienden en toda su geografía, y que de cualquier parte puedes extraer una muestra.
Finalmente, todo decanta en un cultivo cuya fermentación obliga a esta extraña supervivencia mortal, que terminará por hacernos arrancar nuestros propios dedos con la boca, como si fuésemos anticuerpos sicarios. Creo que esto sí es la cumbre de lo que pudiera pasarnos: yo contra yo. Hay tanta distorsión en nuestro mensaje biológico que nos encontraremos luchando unos contra unos, ya no contra otros. Una tragedia tan grande o tan pequeña, pero tan determinante, que no permitirá otra más. La última de las muñecas.
El hecho de que un porcentaje grande del pueblo, incluyendo eruditos en materias, no perciba que los supuestos errores de gestión del Gobierno no son faltas, sino estrategias de control muy bien elaboradas para llevar al país a la ruina, indica que somos pacientes en etapa terminal, o que nos conviene estar postrados en cama. De cualquier forma, autoinmunes a la solución. Impidiendo el flujo de la verdad como terapia o aceptando posiciones políticas y sociales que no les satisfacen, solo por no admitir el fracaso. Tu fachada versus tus emociones.
Quisiera creer que los síntomas desatinados de la sociedad actual son resultado de una fiebre tratando de expulsar al invasor. Y si no lo es, estamos a tiempo de enseñarle a nuestras células quién es el patógeno, evitando así lesiones espontaneas, resultado de una lucha que quizás se hace con los ojos y los oídos tapados. Debemos estimular nuestra memoria y recordarnos que somos aliados. Estamos a tiempo de usar campañas como vacunas y no vacunas como campañas.
O es que hemos estado aplicando la medicina equivocada o el remedio es peor que la enfermedad. ¡Hablemos claro!
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