¿Nuestra casa ya no es un hogar?
Por Andy Lermith Camejo
@AndyLermith
Recordamos que en alguna parte de nuestra historia fuimos un terruño abierto para quienes de alguna forma sentían amenazada su existencia en este mundo. Las confrontaciones bélicas jugaron un papel muy importante en el éxodo de mucha gente en el viejo continente; muchos de los cuales alojamos en nuestro hogar llamado Venezuela.
El nazismo fue ahogando lenta pero contundentemente los sueños de millones de seres humanos que vieron la necesidad de tomar sus maletas cargadas de sueños y lágrimas para emprender una travesía a tierras desconocidas.
En aquel momento crítico para el mundo, Venezuela se transformó en aquel paraíso terrenal donde podían cultivar sus semillas con absoluta confianza sabiendo que la cosecha iba a ser abundante. A pesar de todo, tiempos maravillosos que de igual manera necesitaban un empuje para seguir creciendo en medio de las turbulentas realidades mundiales.
Hoy, cuando observamos con mucha cautela y tristeza la procesión de amigos, familiares y seres queridos sobre la majestuosa obra cromática de Cruz Diez en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, llegamos al desconsolado reconocimiento de que la historia ahora es a la inversa. Actualmente miles de venezolanos se marchan con lágrimas y sus maletas llenas de sueños a tierras desconocidas, bajo otra cultura y hasta otros idiomas, esperando simplemente que sus condiciones Económicas mejoren para así poderse ayudar a sí mismos y ayudar a los que dejaron atrás en el lugar que era su hogar y que se llamaba Venezuela.
El sistema y el modelo que se intentó instaurar en Venezuela No funcionaron pero peor aún, todavía sigue el empeño ciego en querer por la fuerza establecerlo, a pesar de que no dio resultados satisfactorios. Precisamente ese es el principal motivo por lo que millones de venezolanos se marchan de sus hogares, separándose de sus familias y de sus costumbres.
Entonces se me viene a la mente un trozo de una conocida canción de la banda Venezolana Caramelos de Cianuro y la evoco a la realidad: “porque esta casa, ya no es un hogar desde que te fuiste sola y triste, paredes frías, camas vacías, tanto tengo y tanto me arrepiento”.
¿Es que acaso Venezuela dejó de ser un hogar?
Pensamos que a raíz de la caída del muro de Berlín se habían acabado aquellos experimentos que dejaron desolados por un tiempo a pueblos enteros e inocularon un estero negativo de condiciones políticas, económicas y sociales; sin embargo de alguna manera nos equivocamos, el populismo y el comunismo lo tenemos a la vuelta de la esquina y en nuestro propio patio.
En este sentido me viene a la mente y a la lógica jurídica algo: ¿Cómo siendo dueños de una casa nos vemos en la necesidad de renunciar a ella?
Veámoslo de la siguiente manera: es cierto que levantar una casa cuesta mucho, y después de construirla se transforma en un hogar que aloja a una familia entera. Entonces, ¿Cómo es posible que los Venezolanos nos dejemos robar nuestro hogar por una minoría que se encuentra de alguna forma “atornillada en el poder” con el firme capricho de instaurar un sistema inviable y hasta robar los bienes preciados de toda una familia?
El Venezolano no puede dejarse robar ni su hogar ni sus sueños; nadie puede correrlos de su casa que es Venezuela y que de alguna manera espera con ansias de hijos que se sientan tan identificados que quieran luchar por ella para transformarla nuevamente en lo que los extranjeros llamaban el paraíso terrenal.
El 6 de Diciembre de este año 2015 es una excelente oportunidad para comenzar a reconstruir los cimientos de un nuevo país donde todos se unan en un solo proyecto de hermandad y donde se pueda decir con alegría y aprendizaje que Recuperamos nuestro hogar y que aquel pasillo largo que despide a mucha gente, se transforme en el gran pasillo de las bienvenidas de muchas familias y hermanos que en algún momento se fueron buscando progreso para su vida. Hoy más que nunca, Venezuela necesita de voluntad, visión, esperanza y acción.
