¿Cuándo y cómo se iniciará de lleno la transición?… II/II
Por Werner Corrales Leal
@wernercorrales
La semana pasada, en el primer artículo de esta serie, concluíamos que el régimen pareciera estar en una situación insalvable. Nos apoyábamos para afirmar eso en la constatación de que su sistema de control pareciera no servirle ya para limitar la crisis, y que por lo contrario la profundiza sistemáticamente desde hace meses porque sus decisiones amplían las perturbaciones en lugar de reducirlas, haciendo que las inestabilidades se agraven y se desborden ampliadas sobre toda la sociedad. Pero no está claro aún hacia qué escenarios llevaría el desenlace que parece inevitable; decíamos fundamentalmente que no es evidente que él conduzca a un Cambio Gatopardiano (que todo parezca cambiar para que no cambie nada), a una auténtica Transición a la Democracia o a una Escalada de Ingobernabilidad.
En este artículo presentamos de manera sucinta los resultados de un ejercicio de análisis estratégico realizado recientemente, en el que fueron evaluados los tres escenarios mencionados y sus variantes para un horizonte de doce meses. Cada escenario caracteriza una situación entérminos de lograr (o impedir) cambios efectivos de régimen, a través de considerar algunas “cadenas de eventos” y las influencias que tienen sobre ellas el entorno y las conductas de actores (del régimen y de la Oposición) que tratan de generar un resultado favorable a sus intereses. Las cadenas de eventos consideradas son las que ya están en marcha o tienen una alta probabilidad de ocurrencia en el horizonte mencionado (por ejemplo el proceso electoral).
¿Cómo se vislumbran las influencias del entorno?
Hay dos influencias políticas y económicas del entorno externo que afectarán a los escenarios, y ambas presionan por un cambio cierto. Ellas no impondrán necesariamente una transición irreversible a la democracia, pero sí presionan hacia una limitación del irrespeto a los derechos humanos y la reposición de los mecanismos de balance en la democracia, así como hacia una modificación fundamental del modelo económico. En síntesis, es muy reducida la probabilidad de que el régimen obtenga apoyos internacionales eficaces para superar su crisis, mantenerse en el poder y efectivamente gobernar, y por el contrario el entorno internacional presiona fuertemente hacia una sustitución del gobierno y abre oportunidades para que ello lleve a un cambio efectivo de sistema.
En lo político Venezuela ha venido perdiendo apoyos de otros países que fueron importantes para consolidar al régimen socialista y viéndose progresivamente aislada desde los sucesos del 2014, cuando su gobierno fue desenmascarado mundialmente como violador sistemático de derechos humanos. Desde entonces y hasta hoy, cada día son más las iniciativas de cuestionamiento militante del régimen que nacen en Europa y América; se profundizan investigaciones internacionales que califican al régimen como soporte de actividades narcoterroristas y de lavado de dinero; se revisa con desconfianza lo que antes se veía de lejos como una democracia para los pobres; y en general existe una mayor disposición a cuestionar a Venezuela e involucrarse en el monitoreo de sus comicios y su administración de justicia. China y Rusia, aliados importantes del chavismo fuera de nuestro continente, están pasando por apuros importantes que limitan en el corto plazo su disposición a confrontar a las grandes democracias por el cuestionamiento activo del régimen que estas practican hoy.
Los apoyos políticos “incondicionales” que brindaban al régimen los países del Caribe, que le fueron muy útiles en el seno de la OEA, se han enfriado a un punto cercano a la congelación y los dos mayores compañeros suramericanos del gobierno, Argentina y Brasil, viven problemas internos muy serios que los llevan a distanciarse de las conductas antidemocráticas y las posturas políticas internacionales del gobierno venezolano. Por supuesto que el régimen podrá intentar “torcer el brazo” a algunos gobiernos e instituciones de la región para inhibir su apoyo a iniciativas internacionales que lo amenazan, pero estos mecanismos ya no tienen la fuerza necesaria para cambiar las tendencias en el horizonte que nos ocupa.
En lo económico, desactivar el colapso del Estado que está en rápida gestación conllevaría que el régimen negociase mecanismos de financiamiento que pudiese usar a muy corto plazo, para lo cual sus opciones teóricas estarían entre un pronto incremento de los ingresos petroleros, por una parte, y por la otra una combinación de reestructuración de las deudas y un nuevo financiamiento externo masivo. Ninguna de estas opciones existe en la realidad.
Por una parte, no hay nada que permita prever una recuperación de los precios de los hidrocarburos en los próximos doce meses. Por la otra, obtener de fuentes internacionales un programa masivo de financiamiento como el que se requiere (no menos de 20 millardos de dólares en el corto plazo) solo es posible si el Fondo Monetario Internacional, el odioso FMI, legitima y hace verosímil el programa, lo cual obligaría al régimen a introducir y garantizar medidas macroeconómicas y reformas jurídico-institucionales creíbles que negarían su naturaleza misma. Si bien el gobierno de Maduro podrá mostrar momentos de respiro aplicando “raspados de olla” para obtener liquidez inmediata, esas medidas solo le sirven para correr las arrugas unas pocas semanas sin liberar las precariedades económicas ya instaladas.
Las estrategias aparentes del gobierno y la Oposición
Simplificadamente, la gestión estratégica de los actores de la Oposición y del régimen consiste en aprovechar, potenciar o debilitar la probabilidad de ocurrencia de ciertos acontecimientos a lo largo de algunas cadenas, persiguiendo lograr (o impedir) cambios efectivos de régimen.A los actores de Oposición les interesaría comenzar cambios reales e irreversibles de régimen a corto plazo, y a los del chavismo mantenerse en el poder y en caso de que ello no fuese posible lograr una falsa transición, un Cambio Gatopardiano.
Están a la vista tres cadenas de eventos cuyas secuelas inmediatas se proyectarán por lo menos hasta el 2016. La primera de ellas, que nace con un proceso electoral, no puede verse cortada el 6 de Diciembre sino extendida a la acción de la Oposición en el nuevo parlamento, ya que es un puente instrumental para cambiar la relación entre los poderes del Estado. La segunda cadena es una turbulencia económica de inflación y desabastecimiento creciente que tiende a enervar a toda la población, la cual el régimen no puede resolver y ni siquiera puede comenzar a solucionar sin que se le abra el financiamiento internacional, como explicamos al referirnos al entorno. La tercera es una serie de acontecimientos violentos originados en muy diversas fuentes, que están construyendo un clima de potencial ingobernabilidad.
Otras cadenas menos visibles pero también muy importantes son un conflicto que está en marcha entre grupos de poder chavistas; y algo similar que pudiese tomar cuerpo en la Oposición después de los comicios si la hipótesis del triunfo arrollador no llegase a concretarse en una mayoría calificada dentro del nuevo parlamento.
El régimen está jugando su juego en las tres primeras cadenas mencionadas, intentando impedir que el proceso electoral del 6D culmine con el reconocimiento de una mayoría calificada de la Oposición en la Asamblea. En la primera cadena manipula el gerrymandering y otros mecanismos dirigidos a reducir la representación de circuitos opositores e impedir la participación de ciertos candidatos; promueve la abstención empleando la coerción y la amenaza de violencia a través de los estados de excepción y otros medios, y está buscando el apoyo internacional de UNASUR y de gobiernos afectos para legitimar ante el mundo la justicia y la transparencia de los comicios así manipulados. Más aún, el régimen afianza sus lealtades en el TSJ y la FANB previendo la eventualidad de un conflicto de poderes post-6D. En la segunda cadena el gobierno no ha cesado de acusar a “la guerra económica del Imperio y la Oposición” por la precariedad del abastecimiento y ha desatado guerras efectistas contra “El Bachaqueo”, existiendo indicios de grandes importaciones de alimentos que el régimen está almacenando y pondría a circular con un gran despliegue noticioso en las últimas semanas de la campaña electoral.
Por su parte, la Oposición pareciera estar centrando su estrategia en influir solamente sobre lo electoral, negándose a emplear instrumentos que no sólo le serían útiles sino indispensables para elevar la probabilidad de ocurrencia de un escenario en que se inicie la Transición a la Democracia. Al descartar e inhibir movilizaciones populares apoyadas en la precariedad social existente, la Oposición no sólo se resta a sí misma la cohesión interna y las palancas de presión que son indispensables para negociar con poder, sino que permite que se eleve la probabilidad de ocurrencia de los escenarios de ingobernabilidad que suelen derivar de protestas ciudadanas sin liderazgo claro. Finalmente, que no exista un lineamiento común de conducta de la Oposición orientado al escenario de Transición a la Democracia, ha permitido que haya free-riders opositores mercadeándose como potenciales “presidentes de la transición”, con la bendición de figuras del régimen que solo garantizarían escenarios de Cambio Gatopardiano.
Un juicio acerca de la probabilidad y las condiciones de ocurrencia de los diversos escenarios
A manera de conclusión, y tomando en cuenta lo antes referido, podemos emitir nuestra opinión acerca de la probabilidad de que dentro de un horizonte de doce meses se dé inicio a un Cambio Gatopardiano, a una verdadera Transición a la Democracia o a una Escalada de Ingobernabilidad.
Comienzo por reiterar la opinión ya emitida de que es altamente probable un cambio en los poderes reales del más alto gobierno chavista en el horizonte mencionado, e incluso que es verosímil que se produzca ese reacomodo antes de los comicios del 6D. Él podría ser precursor de un Cambio Gatopardiano que se iniciase dentro del mismo horizonte, pero su probabilidad de supervivencia sería muy baja al no tener manera de resolver la gravísima estrechez financiera del Estado. Por el contrario, insistir en la permanencia de un gobierno de falsa transición podría elevar grandemente la probabilidad de la ocurrencia de escaladas de ingobernabilidad.
En segundo lugar, pienso que sólo un escenario de verdadera Transición a la Democracia asegura una alta probabilidad de paz y de solución de la crisis económica, pero un escenario así tendría que ser promovido activamente para lo cual es indispensable que la Oposición esté mucho más unida y cuente con un poder de negociación que solo se adquiriría liderando sistemáticamente la movilización de protesta ciudadana.
En tercer término, opino que si las elecciones previstas para el 6 de Diciembre tienen lugar, lo cual no puede afirmarse aún con total certeza, la probabilidad de una mayoría simple de curules opositores en el nuevo parlamento es muy alta, pero es más bien baja la probabilidad de que le sea reconocida una mayoría calificada y por lo tanto también la probabilidad de dar comienzo a la Transición a la Democracia como resultado del solo triunfo electoral del 6D.
En síntesis, solo una real unidad de la Oposición, que trascienda lo puramente electoral e incorpore en una misma estrategia las propuestas de acción de sus diversos grupos, podría elevar la probabilidad de que Venezuela comience a vivir en los horizontes explorados una verdadera Transición a la Democracia. Los dirigentes democráticos deben darse cuenta de que no lograr esa unidad sería perder las oportunidades que hoy se abren por la debilidad del régimen, prolongar la crisis humanitaria que vive el pueblo de Venezuela y elevar la probabilidad de que la crisis desemboque en escenarios de ingobernabilidad y violencia.
Parte I: «¿Cuándo y cómo se iniciará de lleno la transición? I/II»
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