Prófugos

Por Héctor Schamis

@HectorSchamis

 

 

 

 

“Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”. Fue una frase textual del Papa en comunicación privada divulgada por su interlocutor, un activista social argentino. Resume una inocultable realidad: la expansión del narcotráfico y su capacidad de penetrar las estructuras del poder político, o sea, de controlar el Estado. “Como en México”, fue la inferencia de Francisco mientras conversaba sobre Argentina.

 

Tal vez la expresión no haya sido la mejor, por estigmatizar a todo un país. Pero también por ser tardía y equivocar el diagnóstico. Ya en 2008 Naciones Unidas informaba que Argentina era el primer consumidor de cocaína de América Latina y, en 2013, el tercer exportador mundial. Semejante boom no puede entenderse sin la política, indicador que un importante grado de “mexicanización” ya ha ocurrido. La industria ha gozado de amplia protección, y no exactamente arancelaria.

Ello se vio con nitidez en el caso de los tres prófugos del triple crimen de la efedrina, recapturados recientemente, quienes habían escapado de una cárcel de máxima seguridad por la puerta principal y empuñando un arma de juguete. La evidencia testimonial acerca de esa organización apunta, en la cima, en dirección a Aníbal Fernández, ex ministro del matrimonio Kirchner y ex candidato a gobernador.

 

Luego de fugarse, los convictos fueron vistos en el conurbano de Buenos Aires, incluyendo Quilmes, su mercado original y distrito de Fernández, justamente. Días más tarde fueron capturados a 600 kilómetros de allí, después de una cacería espectacular. Todas las deficiencias, los conflictos y los mutuos sabotajes entre las fuerzas de seguridad federales y provinciales, además de los organismos de inteligencia, salieron a la luz en esos días. Dos semanas en el poder le alcanzaron al nuevo gobierno para comenzar a sufrir en carne propia la heredada balcanización del Estado.

 

Aparentemente la operación de la efedrina movía un capital de 500 millones de dólares y suministraba insumos al Cartel de Sinaloa. Monedas, apenas un eslabón menor en la competitiva cadena productiva de El Chapo Guzmán. Es una fina ironía del destino que ese otro prófugo, más afamado y poderoso, haya sido apresado—por tercera vez—casi al mismo tiempo. Hasta en las casualidades, no hay negocio más global que el narcotráfico.

 

Si las interminables persecuciones en Argentina evocan una policial de Claude Lelouch, la aprehensión del Chapo fue propia de Hollywood. Literalmente, en realidad, ya que se sabe más del caso por Sean Penn y su entrevista que por fuentes oficiales. Además, parecer ser que las fuerzas de seguridad llegaron al Chapo siguiéndole la pista a Penn y su “co-protagonista”, la mexicana Kate del Castillo. Penn se arrepintió después, lo cual confirmaría la hipótesis, si bien dijo que por no haber podido contribuir al importante debate sobre descriminalización de drogas como era su intención primordial.

 

Nada relacionado con descriminalización aparece en la entrevista. Es probable que Sean Penn simplemente haya entrado en pánico, lo cual es muy comprensible. Nadie en su sano juicio querría tener al narcotráfico como acreedor, sobre todo si la deuda es por tener responsabilidad en la captura del capo di tutti capi.

 

La presencia de Hollywood en esta tragedia mexicana la hace aún más trágica. Confundir realidad con ficción no es inocuo, no importa el intento de naturalizar el narcotráfico cual telenovela. Curiosamente, mientras el éxito de un culebrón se basa en el proceso de identificación inconsciente por el cual el televidente desea ser como, o idealiza a, aquellos que ve en la pantalla, en esta historia la identificación va en sentido contrario. Tal vez el Chapo Guzmán le resulte a Penn más inspirador que el Harvey Milk de Milk a pesar de ser más sanguinario que el Mickey Cohen de The Gangster Squad. O, tal vez, precisamente por eso.

 

Capturas y recapturas que, en definitiva, subrayan la debilidad estructural del Estado. Es casi un lugar común decir que los bienes, los servicios, las personas, la información y la cultura son hoy más móviles que nunca, proceso que erosiona las formas de regulación estatales. Un argumento sobre la globalización, a veces exagerado, es sin embargo sensato allí donde la debilidad de la regulación estatal es histórica y endémica. En otras palabras, en América Latina el Estado siempre ha sido débil, frágil, defectuoso, y a menudo fallido y capturado por grupos privados; valga la redundancia, entre tantas capturas.

 

Pues hoy lo captura el narcotráfico. A pesar de los cuatro prófugos atrapados, Quilmes y Sinaloa son ilustración de ello. Tal vez en su próxima entrega periodística Sean Penn muestre las condiciones estructurales que hacen frágil al Estado y al narcotráfico, extraordinariamente violento y lucrativo. Sería una contribución más importante que mostrar las camisas de El Chapo Guzmán.

 

 

Fuente: El País de España

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