Editorial #291: La locura absoluta
El país fue víctima de un saqueo sin precedentes
Finalmente, todo el mundo parece haber comprendido la gravedad del problema en el que estamos metidos. Todos, menos quienes nos gobiernan.
No existe sector del país que no viva en carne propia las consecuencias de la crisis más profunda que haya conocido Venezuela. La “fiesta electoral” pasó rápidamente, el optimismo que generó una contundente victoria opositora en las elecciones parlamentarias también y la realidad no necesitó muchos días de enero para asentarse una vez más en el día a día del venezolano.
Lo más preocupante es lo relacionado a medicinas y alimentos. Los anaqueles están cada día más vacíos, los precios inalcanzables, las colas más largas y los ciudadanos hartos. El jueves, el presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, Freddy Ceballos, consideró como “crítica” la situación de ese sector debido a que la carencia de medicamentos supera el 80%. Ceballos llegó incluso a calificar como una “crisis humanitaria” lo que se está viviendo y a pedir que se busque ayuda internacional.
El desastre es tan evidente que se ve desde cualquier parte del planeta. Tanto organismos internacionales como agencias de análisis y la banca de inversión muestran su preocupación por el año que Venezuela tiene por delante.
La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional anunció que prevé que la inflación en el país para el 2016 llegue a 720%, mucho mayor incluso al 275% de 2015. Así mismo, la revista Forbes afirmó, en un artículo publicado el pasado miércoles, que Venezuela caerá en un default inminente, debido a una grave recesión aunada a una contracción acumulada de aproximadamente 16%. “Ya no se trata de sí lo hará, sino de cuándo”, sentenció la revista especializada en economía.
Como si no fuera suficiente, el petróleo se desploma. El precio promedio de la semana pasada fue de 21,63 dólares por barril, un nivel casi igual al costo de producirlo. Debe quedar claro que esta nueva realidad no es coyuntural, lo que nos obliga a enfrentar una dura realidad: es hora de replantearnos nuestra relación con el petróleo. Se acabó el mito del “país rico”.
Nada de esto que vivimos es culpa de una “guerra económica” ni del “imperio”. El país fue víctima de un saqueo sin precedentes, la causa real por la que nos enfrentamos a una crisis económica, política, social y hasta moral de esta magnitud.
Mientras tanto, el Ejecutivo tiene un único objetivo: el choque de poderes. Quienes hoy tienen la responsabilidad de asumir las consecuencias de su fracaso, solamente buscan profundizar el conflicto, para lograr quién sabe qué.
En términos simples, esto que vivimos es la locura absoluta.
Miguel Velarde
Editor en Jefe
@MiguelVelarde
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