Vivir en Peligro
Por Jorge Olavarría
@voxclama
Conócete a ti mismo. Una vida sin examinarse, no vale la pena vivirla, decía Sócrates, alegando que todo ser humano podía trascender sus instintos, sus apetitos, confusiones, miedos y vicios—y vivir dignamente una vida ética. Siglos más tarde un periodista quería saber si el eminente creador de la especialidad de las técnicas de la exanimación de la mente, aconsejaba que todas las personas se sometieran al psicoanálisis. Cierto, que siempre era aconsejable que cualquier persona le dedique algún tiempo, dinero y esfuerzos para descubrir los orígenes de los traumas, trabas, fobias o turbaciones escondidas en el subconsciente. Pero la respuesta de Sigmund Freud era que—NO. El psicoanálisis no era para todos. Si acaso, añadía, le recomendaba el sicoanálisis colectivo a una sola institución en la multitud de profesiones y actividades humanas. Ese grupo era, para Freud, las personas encargadas de la educación. Los maestros y profesores, recomendaba, debían examinarse a sí mismos, “conocerse a sí mismos” y trabajar en la superación de las trabas subconscientes antes de pasar a nutrir las mentes de los jóvenes.
Arturo Úslar Pietri proporcionaba una encomienda en esta línea. Decía preferir que el Estado construyera un puñado de Escuelas de óptima calidad a que miles de Escuelas mediocres. La excelencia genera excelencia, pero es parsimoniosa. La mediocridad, contrapuesta, reproduce mediocridad con mayor celeridad. Así hemos vivido una epidemia de este concepto vuelto política de Estado, haciendo pandemia la corrupción, la incapacidad y la mentira. Incluso la deshumanización se ha vuelto habitual como lo demuestra el caso reciente del vergonzoso trato dado a la Sra. Lilian Adriana de López en una visita a su marido en Ramo Verde.
Hasta la llegada de Chávez al poder, el venezolano promedio no era un ser resentido. No estaba en nuestra sangre. El racismo, por ejemplo, como lo conocen tantos países, tampoco era una tendencia. Sin lugar a duda, estos atavismos existían pero eran un asunto personal, no eran una predisposición de la personalidad nacional. Eso cambió por ahora. Asimismo, una persona solo puede ser sancionada por sus acciones y no por lo que es. Aun así, el gobierno Nazi construyó una horrible maquinaria de exterminación contra personas por lo que eran y no por lo que hubiesen hecho. Ser judío, musulmán, blanco o negro no es ni delito, ni pecado. Ciertamente, en Venezuela habían brechas sociales –como la hay en todas las sociedades desde el comienzo de los tiempos—pero la división era circunstancial, más precisamente, era económica. Ergo, la brecha creada por el resentimiento hacia “el otro” no era por su raza, nacionalidad, religión o x-preferencias sino por los privilegios visibles, los que facilita el dinero. Pero ese resentimiento es menor en sociedades que no imponen barreras arbitrarias para la escala social y/o económica. También, cuando se justifican las fortunas con esfuerzos y logros. Pero esa brecha se acrecentaba porque al tiempo que nuestras “clases” pudientes aumentaban con el inmundo petróleo, se volvían o eran mayoritariamente filisteas. Su ascenso no se debía a logros, conocimientos, emprendimiento o suerte. En gran parte se debía a posicionamiento y complicidades con las esferas del poder político. Directa o indirectamente, la aristocracia venezolana dejó de producir y crear. Se hizo cada día más parásita del engrudo. Este fenómeno ocurrió a pesar de los esfuerzos de grandes visionarios que intentaron crear una industria óptima, protegida de la rapacidad de futuros mandatarios. Llenaron al continente de refinerías capaces de procesar el pesado crudo venezolano, y como guinda negociando la compra del CITGO y con ello miles (+14mil) estaciones de servicio en territorio norteamericano para vender gasolina y derivados manados de refinerías venezolanas. Pero el muro de contención de la empresa estadal colapsó ante los embates de un megalómano volviéndose su caja chicha y una fuente sin precedentes para la corrupción y el estatismo.
A un paciente afectado por una terrible enfermedad se le participa que tendrá que tolerar (y sufragar) un terrible tratamiento médico. Así, la toxicidad baldeada por Hugo Chávez, se tiene que pagar a un precio terrible (aún peor de lo ya pagado). Esta desesperanza conjetural se asemeja a la degeneración impuesta por Lenin y Stalin a Rusia, Mao Zedong en China, Hồ Chí Minh en Vietnam, Nicolae Ceausescu en Rumania…la dinastía Kim en Corea del Norte, Fidel Castro en Cuba (..e incontables otros déspotas comunistas a sus respectivas naciones).. Todo se paga.
Pero rojos y morados siguen repitiendo que esto es una “crisis”. Una terrible crisis. No lo es. Tampoco se debe a caída del precio del petróleo, que solo sirvió de catalizador de lo inevitable. El paternalista socialismo árabe de Libia, por ejemplo, no colapsó por el precio del petróleo. De hecho, su caída sucedió con un barril muy alto lo que había propiciado que muchos países occidentales decidieran empezar a extenderle ramas de oliva a Gadafi, el déspota africano y arena-teniente de importantes reservas petroleras. En Venezuela, estamos pagando el precio de la negación. El sistema YA colapsó. Escombros. No fue por alguna confabulación “imperialista” capitalista burguesa neoliberal. La hecatombe debuto con la guerra del régimen a la economía privada, creadora de prosperidad, libre, porque la “guerra económica” es uno de esos tartamudeos marxistas que siempre culpan a otros, a quien sea por sus crímenes y fallas.
El sistema colapsó porque esa es la naturaleza de la grandilocuente perversidad marxista. Está en su ADN, en su diseño—como lo ratifican TODAS las naciones que se encausaron en la senda del socialismo se y se auto sabotearon por generaciones. Venezuela, alucinada con un megalómano carismático, no quiso aprender de estas lecciones universales y en tiempos de bonanza se intoxicó con la retórica revanchista, igualitaria, populachera, –o, en breve, se embriagó con la altisonante demagogia comunista.
Hasta allí el breviario de lo explicable; de lo predecible y predicho. Falta despejar lo inexplicable, –como es inexplicable que Aníbal Barca decidiera (216 a.C.) no entrar y tomar Roma luego de haber vencido, aniquilado a sus ejércitos—que es que la “oposición” no entienda su colocación en el tablero que produjo una reingeniería absoluta, total, el 6 de diciembre. Ya no se trata de llamar a la rectificación, a la revisión de políticas, o a reorganizar el modelo, buscar soluciones compartidas y amistosas. ¿Cuándo nos volvimos budistas? Se trata de execrar y relegar lo que el país está pidiendo sea execrado y relegado. El paciente no puede más y es hora de extirpar el tumor. Todos sabemos que será duro y doloroso pero peor es esta agonía bajo el pretexto de que tienen pueblo –que ya no lo tienen.. o que son apoyados por el ejército—que solo es cierto para algunos Generales y Coroneles enchufados. Así, ha concluido la dictadura que se apoya en tres ejes y se adhiere con su legalización, se nutre del apoyo popular y se escuda con el ejército purgado y adoctrinado. Solo tiene un eje incondicional en un Tribunal Supremo venal que fue impuesto y que pareciera haber obviado el estado de derecho por tener tanto interés en salvar sus pellejos con el continuismo como los jerarcas que se creen tan vitalicios como el Comandante.
Cabe recordar una concepción básica que hoy parece que nos elude: la democracia infiere un contrato en el que el postulante (o bando) victorioso al ser electo recibe un aval ciudadano para poner en marcha el proyecto comunicado. Es importante esto porque se pudiera señalar que en realidad es la personalidad o el carisma del candidato lo que termina siendo, y es, mucho más importante que el proyecto en sí. El proyecto es el menú que anuncia las intenciones, metodología y recursos pero pocos electores lo estudian prefiriendo sentir las vibraciones y absorber el ambiente. Pero es el contenido lo que exalta, instruye, enriquece, hace progresar—o vicia, confunde o termina siendo una pérdida de vidas, tiempo y dinero. O peor.
Así, el mandatario electo cual rey ungido pone en marcha un proyecto político, social y económico con al crédito electoral mayoritario. Y las minorías acatan y se someten. Gustos y preferencias aparte, se nos impuso un modelo ajeno, personalista, diferente a lo ofrecido (“yo no soy comunista…creo en la libertad prensa, empresa.. y no voy a nacionalizar..” etc. ) que destruyó la propiedad y peor, la iniciativa privada. Hoy, con el aparato productivo devastado y peor, desmotivado, aparece un risible paquete económico que lejos de alejarse del modelo enloquecedor, incluye todas las averías del socialismo cuyas características han sido básicamente similares en el mundo entero, donde el sistema han durado lo suficiente. Electo, Allende en Chile no instauró un socialismo en toda su furia porque solo duró tres años en el poder, derrocado por un golpe militar. Los regímenes comunistas duraderos, sin embargo, tienen muchos elementos en común que son, repito, la fuente de su propia destrucción (y de tanto despilfarro y sufrimiento). Todos… se inician arrinconando, anulando o desprestigiando a los partidos de oposición (escuálidos, ancien régime, insectos..etc.). Absorben los elementes convenientes de la religión, la cultura, las tradiciones y a la sociedad civil (a menudo cambiando el nombre de la nación, el huso horario,, la moneda, los símbolos patrios, etc.) Centralizan el poder…siempre. Establecen solemnes maquinarias de propaganda gastando incontables recursos creando y elevando mitos, slogans direccionados al culto a la personalidad del Supremo líder y la infalibilidad, humanidad, justicia y necesidad de la ideología impuesta—contrapuesto a la publicitada perversidad, avaricia, vende patria, capitalista, burgués de la oposición, (quienes, aún castrados, terminan siendo acusados por todos los partos y crímenes). No solo repudian el venerable (e incómodo) concepto de la separación de los poderes sino que arrasan, reestructuran y ajustan todas las instituciones del Estado a la voluntad del Líder supremo. Purgan, reacondicionan y renombran a las Fuerzas Armadas al servicio del liderazgo político y los hacen voceros en defensa de su ideología. Reclaman reiteradamente la infalibilidad (histórica, científica, humanista) de sus doctrinas y la perversidad y peligrosidad de la contraparte. Erradican la prensa independiente (revisionismos, persecuciones/acosos que terminan en expropiaciones o adquisiciones forzosas de publicaciones, estaciones de radio y canales TV). Asedian, acusan, persiguen, encarcelan o eliminan a los disidentes políticos y sociales (y a cualquier elemento contrario). Abolen la autonomía de los Tribunales. Establecen redes policiales de seguridad e informadores. Atrincheran ferozmente las fronteras. Manejan todos los aspectos de la vida social, cultural y económica alegando que necesitan la intervención del gobierno. Manejan a la gente como a un recurso dócil y movible.
Lo terrible es que teníamos que pasar por esto. Vivirlo. Lo bueno es que ya se les acabó el verbo, el tiempo, el dinero y el apoyo popular. Por completo. Lo grandioso es que es poco probable que un demagogo carismático nos vuelva a captar en el futuro. Con tanta facilidad. Lo patético es que la oposición no se ha dado cuenta (o—igual que el perro que persigue al carro, no sabría qué hacer si lo agarra). Por ahora.
Cabe resaltar, para quienes culpen a la democracia (que empoderó a un ex convicto golpista), que en 1998 la sabiduría colectiva sabía lo que los partidos, cuarenta años en el poder, se negaban a ver. Hoy, esa misma sabiduría popular quedó consolida el 6 de diciembre 2015. Y parece ser que los únicos que no quieren ver el estado terminal de la doctrina y su legado son, por una parte—los oligarcas socialistas –que saben que el único muro de contención es permanecer en el poder, y—por la contraparte, la oposición, que está demasiado acobardada o insegura de sí misma para ejercer el rol que la realidad histórica les trajo. Si los no quieren cocinar, que se salgan de la cocina o ¿es que se metieron creyendo poder comer gratis?
El peligro, latente, enorme y horrendo, es que probablemente los ricos y poderosos oligarcas y capos venezolanos luego de diecisiete años al mando, quizá creen poder desmantelar este horror bajo el tutelaje y siguiendo el modelo del desmontaje marxista cubano. Es decir, terminar como China—con una sociedad productiva, propietaria y enteramente capitalista bajo una oligarquía marxista en el poder, no electa—manteniendo la fachada hipócritamente maoísta, que tanta muerte, destrucción y desperdicio les trajo.
Esto será posible solo si la intimidada oposición y la aturdida sociedad civil lo permiten.
Veremos.
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