Editorial #295: Hambre
Las medidas económicas no solucionan la crisis, la profundizan
En un momento en el que pareciera que nos hemos vuelto inmunes a la barbarie, todavía hay detalles que a uno lo conmueven. Como, por ejemplo, la imagen de una madre rompiendo en llanto en una de esas interminables colas para comprar “lo que haya”, mientras confiesa que en su casa se sortean la cena, porque no alcanza para todos.
A eso hemos llegado en Venezuela. Este modelo, históricamente fracasado, no podía tener un desenlace diferente. Menos aún cuando intentaron implantarlo a la mala, sin una razón ideológica, sino más bien para complacer las desmedidas ambiciones de lujos y poder de unos cuantos. Como siempre ocurre con estos procesos, usaron a los pobres para hacerse ricos.
Lo más preocupante es que, viviendo la consecuencia del fracaso, viendo el sufrimiento de la gente, ni siquiera se inmutan. Ante una crisis económica innegable, siguen insistiendo en la receta para el desastre. Lo vimos, una vez más, con las últimas medidas económicas anunciadas por el gobierno la semana pasada.
El incremento en el precio de la gasolina, en 1.328% para la de 91 octanos y en 6.085% para la de 95, tendrá también un impacto en otros productos, debido al alza del transporte. Independientemente de la posición que uno tenga respecto a este tema –es legítimo pensar que en el país hay que sincerar el precio de este producto- hay dos consideraciones que debemos hacer: no se le puede pedir a los ciudadanos que paguen los costos de la gasolina, mientras se sigue regalando petróleo a Cuba y a otros países de Petrocaribe. Así mismo, es necesario que se explique dónde irán y cómo se manejarán esos recursos adicionales que ahora ingresarán al Estado.
En un gobierno caracterizado por la corrupción, un poco de transparencia es lo menos que la gente exige. Además, la realidad es que el incremento en el precio de la gasolina no soluciona el problema del contrabando ni resuelve la distorsión en el consumo local, porque sigue estando muy por debajo de su precio internacional.
Acompañando a las medidas equivocadas, no podían estas ausentes las populistas. Se dictó un nuevo incremento del salario mínimo. En una coyuntura como la actual, con la inflación más alta del mundo -pronosticada por el Fondo Monetario Internacional en 720% para este año- y el sector productivo destruido, esta medida tendrá consecuencias nefastas para la economía. El aumento golpeará muy duro a la pequeña y mediana empresa, obligándolas a reducir su personal o a cerrar.
En términos reales, el sueldo sigue siendo de miseria: sube de 9.649 bolívares a 11.578 bolívares, es decir, ahora es 10,5 dólares al mes; 35 centavos de dólar por día. No alcanza para nada.
Es evidente que las medidas no solucionan la crisis, la profundizan y la aceleran. Son decisiones con fines políticos ante una crisis económica que nos está llevando por delante a todos.
Una vez más, el gobierno pone a pagar a la gente el precio de su fracaso. Mientras tanto, lo que en Venezuela ya se empieza a sentir es hambre.
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