¿Qué pasa con Caracas?
Desde el oeste hasta el este y del norte hasta el sur sus 433 kilómetros cuadrados se pitan increíblemente distinto, Caracas no es la misma, además, porque hay una distinta en las miradas que la recorren; hay caraqueños a los que no les gusta cruzar la ciudad si no es en carro, los que la recorren de arriba abajo en bicicleta, los que les gusta tomarse el tiempo de disfrutarla a pie y los que un día se montaron en la línea 1 del metro solamente para ver qué cosas ocurrían desde Propatria a Palo Verde.
Pero Caracas puede convertirse también en un legado que no queremos asumir, un momento en el que no queremos estar. La rutina de la modernidad dentro de una ciudad que se ha volcado al caos por la inseguridad, el irrespeto a las normas de tránsito, la suciedad, la sobrepoblación (de acuerdo con el INE para el censo de población del 2011 la densidad poblacional del Distrito Capital es de 4.489,4 h/km2) y, fenómeno reciente, sus calles conocidas como alfombras de concreto para las colas, hacen que resulte un lugar desconcertante, del cual se quisiera huir aunque sea por unos minutos. A pesar de ello, hay cuatro cosas que me hacen escogerla entre tantos lugares: 1) hay mucho que hacer en ella, precisamente; 2) aquí nací, así que me acompañan la nostalgia y el sentido de pertenencia; 3) mi amor por el encanto citadino; 4) esperanza.
Esta ciudad necesita un cambio cultural radical para la transformación de las conciencias, así como la nación necesita una política efectiva de descentralización que no se quede en discurso, no solo en beneficio de Caracas sino del resto del país en igual medida, pero junto a esto quisiera dejar algunas informaciones importantes que hacen referencia a nuestra participación activa dentro de la metrópolis, siempre estamos conectados a ella y a los que están en ella así no queramos, lo que hace uno afecta y determina el todo, aun el no hacer es hacer. No es la responsabilidad toda del otro:
La indiferencia ante los espacios es destructiva. Sé que la inseguridad es un problema que se ha agravado terriblemente, no es un llamado a la imprudencia sino uno a la inteligencia. El abandono de los espacios es una muerte ciudadana que solo empeora esta situación, hay sitios que perdieron su esplendor cuando se les dejó en el olvido, ¿cómo sería la Caracas de hoy si nunca se hubiera cometido semejante crimen? Para este problema movimientos urbanos recientes actúan en luchas interesantísimas, están presente en un lugar para resignificarlo, para hacer la diferencia, a pesar de que no es fácil y de que no ocurre un cambio de la noche a la mañana, pero ellos no están esperando que alguien vaya, ni que los convoquen, ni que dicten la idea desde la Asamblea, ellos ya están allí. Una locura inteligentísima. Hagamos planes, busquemos espacios, descubramos lugares, luchemos por ellos, tengamos proyectos para cambiar lo que nos es dañino así sea difícil, requiere valentía la constancia.
Ser por sensibilidad y no por dinero. Hay una diferencia entre estudiar y trabajar para el dinero y hacer exactamente lo mismo pero para una visión, por supuesto que amor con hambre no dura, nadie está diciendo que trabaje de gratis ni tampoco que lo haga por un valor inferior a lo que su esfuerzo merece, pero sea desde instituciones gubernamentales o desde un proyecto propio, la visión de hacer algo para sensibilizar o impactar el lugar donde se encuentra marcará la diferencia. Ejemplos de esto son la recuperación de los teatros, museos y espacios de la ciudad vs la corrupción, y la creación de restaurantes, cafés y lugares para el disfrute con una buena atención vs cualquier taguara con mal servicio para ganar plata.
Menos consumismo y más conexión. De acuerdo con reporte del 2013 en Venezuela existían 150 centros comerciales para una población de 29 millones de habitantes, cifra que contrastaba con los 119 centros comerciales que existían en Argentina con una población de 40 millones. Si creemos que estamos para tragarnos todo lo que se nos ofrece a consumir, cuidado y no nos termine tragando el consumismo a nosotros. En un estudio realizado por Roper Starch Worldwide, los hombres y mujeres venezolanos resultaron los más vanidosos del planeta, es preocupante que para una significativa parte de la población es preferible estar “bendecida y afortunada” que sentarse a leer un libro, en el caso de las damas, y entre los caballeros resulta que prefieren valerse de lo que tienen y por ende no les hace falta saber nada. Actividades fuera del impulso de comprar generan sociedades más sensibles, donde el objeto pierde su primacía ante lo humano y nos damos cuenta de que valemos por quienes somos y no por lo que poseemos. El egoísmo comienza cuando se pierde la sensibilidad hacia el resto, trayendo como consecuencia el abandono.
Crecer desde dentro. Las situaciones entre países no son 100% comparables por cuestiones de historia y cultura, respecto a esta última se nos ha enseñado que hay una “mejor cultura” y cuando no es esa la que existe en nuestra sociedad entonces “no hay cultura”, esto no es cierto, la cultura existe siempre y es absolutamente relativa a las sociedades. Si intentamos crecer copiando modelos de otras culturas la pérdida de identidad nacional solo incrementará la desconexión con la nación propia, nos hará guardar cierto recelo hacia ella por dentro aunque no lo notemos. Las naciones admiradas creyeron en su propio potencial, más que copiar modelos afirmaron su cultura como la mejor; no creo que debamos ser así de arrogantes pero tampoco debemos ir en detrimento de lo nuestro.
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