No hay nada más poderoso que la fuerza de los que tienen razón
Editorial #299: Bandidos
El comienzo del nuevo siglo tuvo una característica común para varios países en la región: la llegada del socialismo al poder y el saqueo de nuestras naciones. En esa época, pocos se dieron cuenta. Muchos celebraron las victorias de los líderes populistas disfrazados de «pueblo» y que se llenaban la boca de demagógicos discursos.
El arribo de Luiz Inácio «Lula» da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina y Evo Morales en Bolivia no fue casualidad. Fue producto de una estrategia desarrollada por el Foro de Sao Paulo a principios de la década de los noventa a través de la cual diferentes partidos de izquierda y movimientos sociales unieron fuerzas con un solo objetivo: tomar el poder.
Tuvieron éxito. Y mucha suerte. Sus gestiones se vieron favorecidas por un auge económico que benefició a la región en gran forma, gracias principalmente a los altos precios del petróleo, el gas y otras materias primas. La disponibilidad de una gran cantidad de recursos, a un nivel sin precedente en nuestra historia, acompañó al modelo socialista por casi una década, y el gasto y la repartición de dinero a cambio de apoyo político fue descomunal. Como también lo fue la corrupción.
No es coincidencia que los países con índices más bajos de transparencia en la región sean, justamente, aquellos donde aterrizaron estos modelos. Ellos, para los que supuestamente el bienestar de los más necesitados era su prioridad, los usaron para hacerse ricos; y los dejaron más pobres que nunca.
El engaño no iba a durar para siempre, menos cuando llevó a la destrucción de los países y al sufrimiento de sus sociedades. Quienes se consideraban la «reserva moral» y el “referente ético” de sus ciudadanos, resultaron ser más corruptos que sus predecesores.
El escándalo en Brasil, que ha provocado una profunda crisis política, es emblemático. El mito de Lula, a quien muchos consideraban un “estadista” y el hombre que pasaría a la historia por haber sacado a millones de lo pobreza, se derrumbó en solo días, desilusionando incluso a sus admiradores en sectores de oposición de nuestros países. Veían a Lula como el “socialismo bueno” y el “modelo a seguir”. No podían estar más equivocados.
Pero no es el único proyecto que fracasa como consecuencia de la corrupción. En Argentina, el kirchnerismo pierde el año pasado las elecciones presidenciales en gran parte debido a “La ruta del dinero K”, una investigación que expone la manera en la que el círculo más cercano a la Presidenta robaba y lavaba dinero. En Bolivia, Evo Morales pierde hace pocas semanas el referéndum en el que buscaba la posibilidad de una nueva reelección debido a acusaciones de tráfico de influencias y corrupción. En Venezuela…sobran las palabras.
Es que no hay nada más poderoso que la fuerza de la razón, y de los que tienen razón. Hoy es evidente que quienes desde hace años denunciaban a estos movimientos por ser antidemocráticos y corruptos, veían con antelación lo que ahora es evidente ante los ojos de los demás e innegable incluso entre sus seguidores.
A pesar de haber intentado mostrarse ante el mundo como los líderes de los más pobres y los luchadores por la justicia social, hoy queda claro que en realidad eran algo muy diferente a eso:
Simplemente unos bandidos.
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