El Picure: una vida dedicada a dar muerte (primera parte)
El siguiente trabajo es un relato recreado de manera imaginaria, que cuenta de forma cronológica los hechos de una noticia real a través de metáforas y narración periodística.
“Todo tiene su final, nada dura para siempre”
Héctor Lavoe.
Dos señoras de avanzadas edades conversaban en una esquina de aquel popular mercado en El Sombrero, estado Guárico. Las doñas conversaban en un tono de voz muy bajo, tanto así, que tenían que juntarse al hablar, rosaban sus cuerpos, parecía que estuvieran sacando dinero y evitaban las miradas de los chismosos, entre susurros decían –Ese animal quería matar al niñito que anda en silla de ruedas e´ la catira – , — no diga eso, Petra, malograron a Joséito, a Junior, tan bueno que eran, dizque a la vieja le dio un ACV— El rostro de la señora Petrica López se teñía en arrugas al igual que una uva pasa al escuchar a su vieja amiga –Quejé te digo yo a ti, defendiendo malandro–
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Eran las y tanto de la tarde del sábado 30 de abril, el sol bañaba los cuerpos semi desnudos de los más de 10 hombres que se movían nerviosos en una casa que había a espaldas de un bosque.
—Toma bruja, por mi hermanito—Gritaba José Antonio Tovar, alias El Picure quien había salido de su escondite, violando sus propias reglas de seguridad, para batirse a plomo con los policías, ¡TAM, TAM, TAM! Bramaba su arma larga, era todo un experto en el arte de matar. Decían que años atrás había tenido unas pasantías como escolta privado de un gobernador rojo.
—No te chorrés chamita—Le decía a una joven de aspecto poco agradable que estaba al lado de él, mientras recargaba le gritaba –Busca las granadas, vamos a matar a esos miserables—
El grupo de Acciones Especiales de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) estratégicamente repelía el fuego de los integrantes de la mega banda hamponil. Los elementos de la ley disparaban sus armas inyectadas con ira, rabia, dolor, venganza, pasión, debido a que sus enemigos habían matado a más de uno de sus compañeros, y para más ñapa El Picure había declarado que quien asesinara policías o guardias se ganaba no menos de $ 200.
—Comando, desde aquí veo que son 10, pida refuerzo, repito pida refuerzo—Dijo un joven mientras usaba un vehículo como escudo humano. –Ya vienen policías, ya vienen— Bramó otro que intentaba ver por encima del capó del carro de policía.
—Dispara coño, dispara o te voy a matar yo—bramaba José Antonio a sus súbitos criminales, cuatro mujeres y cinco hombres, quienes poco a poco iban retrocediendo, perdiendo terreno. –A la casa, vamos a resguardarnos en la casa, otra vez—
—Jefe vamos a tirarles unas granadas a esos diablos—
—Mátalo, que mueran todos—Dijo el Picure, el sorprendente Picure, buscado en toda Venezuela y en todos los rincones del mundo.
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Elementos de la Guardia Nacional Bolivariana tomaron por completo la morgue de Bello Monte, al este de Caracas. —Aquí no entra nadie, ni sale nadie—Dijo un alto mando. –Sargento, me toma las adyacencias de este a oeste, de norte a sur, para ayer, al trote— Ordenó a un saldado que vestía el verde oliva representativo de nuestra Fuerza Armada Nacional.
Adentro en una oscura y pútrida sala, galenos experimentados practicaban la necropsia a El Picure, afuera, una leve llovizna caía. —Yo quiero el cuerpo de mi primo—Decía, más bien rogaba una mujer, a los medios de comunicación —Dejen que lo nos llevemos a casa ¿por qué Dios, por qué?—Gritaba.
—Los muertos siempre tienen dolientes—Comentaban unos periodista a los que no se le había permitido el acceso a la morgue. –Aquí se respira una tensa calma. Puede arder Troya en cualquier momento—Decía otro mientras le daba las últimas bocadas a un cigarrillo.
—Mira como sufre esa señora. Me provoca recordarle que El Picure asesinó a varios niños— Dijo un periodista poseído por la furia. — esa fue la nota de la cual me hablaste, no. Dios, ese hombre sembró el temor en el oriente, el sur, el norte, en todas las coordenadas del país— Aseguró otro.
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— Coño menor, esto es por Junior, párate de ahí—Gritaba El Picure a un secuas que estaba tendido en el piso producto de que los proyectiles habían chocado contra su cuerpo. —Mano, me voy a morir, mano—, —No mano, párate de ahí— Decía El Picure, no sin antes sentir un profundo ardor que le recorrió toda la espina, hasta llegar a la nunca; una bala le había penetrado el muslo izquierdo. Mientras observaba la roja herida, se dio cuenta de que en el suelo dormían para siempre varias de sus mujeres, su brazo armado estaba ya a punto de ser aniquilado en su totalidad. —Mano vete mientras pueda. Aquí hacemos frente, jefe, tú llevarás el carro siempre en nuestros corazones—
El Picure tenía casi siete años llevando el carro, el tren y todos los medios de transporte en el Sombrero, y el oriente del país, sus dominios se extendían hasta la capital, en donde se quería enfrentar al Lucifer.
Así mismo piloteaba el barco de los piratas de las carreteras, y se había graduado con honores de la escuela superior de pandilleros, la PGV (Penitenciaria General de Venezuela) con maestría en secuestro, asesinatos y desapariciones.
El sol comenzó a descender y gracias a la poco luminosidad Joséito, como cariñosamente lo conocían las viejas de El Sombrero, se escapaba entre la maleza del bosque. Los oficiales tomaban aún más terreno, estaban decididos a acabar con una de las mayores lacras de Venezuela. Mientras tanto, personal del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas llegaban a la zona.
—Tomen la casa, es una orden—Irrumpieron en la vivienda, se percataron de los cadáveres. —Curso, se escapó, malvada sea, se escapó por cuarta vez— Se escuchaba decir desde lejos a los oficiales, quienes decepcionados continuaban con la búsqueda.
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—La operación Madriguera, así salió en la prensa. Mujer, gracias a Dios acabaron con esa plaga, ahora queda el tal Lucifer— , —Mijo no diga eso tan alto, mire lo que pasó esta mañana—dijo una vecina del Paraíso a su esposo—¿Qué pasó esta mañana mujer?—Preguntó incrédulo aquel hombre, acercándose más a la mesa para beber su sopa de pollo, la mujer de piel aceitunada comentó —Bueno que desde temprano los malandritos de la cota 905, se cayeron a plomo con la policía en honor y venganza a aquel hombre—
A 905 Metros del nivel del mar
Desde el sector “Nuevo Barrio” las gotas de lluvia se mezclaban con los proyectiles, recién canto el gallo, cantó el malandro con su arma, policías se apersonaron en las inmediaciones de la cota 905 para intentar frenar la ola hamponil que se desataba ahí. Todos lo sabían, el por qué de esa agresión.
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Domingo en la mañana
Mientras algunos iban a misa, El Picure llegaba a su guarida y reorganizaba a sus hombres —Mataron a varios, pero los vengaremos, todos bastardos esos morirán—Decía mientras al mismo tiempo y en otro lugar, elementos policiales se alistaban —Lo vamos a matar, lo vamos a matar, esa lacra va caer hoy —
Personal sumamente capacitado del CICPC, de La GNB, y de la PNB, entraban silenciosamente al sombrero. Se movían entren las sombras, cuales ninja en una vieja mansión. —Curso, a 50 metros tenemos la casa, necesitamos luz verde para atacar— Dijo el líder rojo con el puño levantado. — Proceda General. Todo suyo—, afirmó al otro lado del radio un alto mando. — Todos escucharon. Operación Madriguera inicia en 3. 2. 1. —
— ¡GO, GO, GO, GO!—
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“Por órdenes del alto mando militar, en concordancia con el Gobierno de Venezuela y el presidente Nicolás Maduro, los restos de José Antonio Tovar Molina, alias el Picure, deben ser cremados, en horas de la noche del sexto día del mes de mayo, en el cementerio del Junquito”.
— No, qué es eso, ¿no van a dejar que no los llevemos a Guárico?— preguntó la madrina de José Antonio. — Señora lea lo que dice el documento, yo no le puedo decir más nada— Respondió un joven y sin que le diera más tiempo para agregar algo más, la tía le dijo — ¿Dónde lo tiene ahora?, está allá adentro— Un poco malhumorado el funcionario frunció el ceño y le dijo — Miré la hora doña, váyase al hotel y mañana a primera hora suba al cementerio del Junquito. La otra información es confidencial. No me haga usar la fuerza—
Aquí no cremamos de noche
Luego de un cansón y deshidratante viaje desde Los Chaguaramos, que tuvo escala en la Yaguara. La familia de El Picure llegó a primeras horas del día, al kilómetro 12 del Junquito, lugar en donde está el cementerio.
—Lo siento señora aquí no cremamos de noche— Recuerda haber escuchado Marcelino. Quien agrega — ese día vine a visitar a mi mamá, por lo del día de las madres. Esa señora estaba como loca, creo que era familiar de ese criminal— Dice mientras se bebe un café junto a su esposa.
—Pero eso me lo dijeron anoche en la morgue de Bello Monte. Mijo, yo no soy de aquí, me quiero ir con las cenizas de mi ahijado. Por favor— Dice Don Marce un señor que vive en el Pueblo del Junquito. —Más de 67 asesinatos pesan sobre él, según la prensa. Además deja más de 20 hijos, 30 novias embarazadas, 20 novias ilegales, plata en “banda” y una red de operaciones—
Todo final, tiene un comienzo
Corría el año 2007 y cual infiltrado en la filas de la mafia “newyorkinas”, José Antonio Molina, se había insertado en las filas del “lacrismo” urbano para delatarlos y ayudar a desmontar las bandas. Era parte de un proyecto de la desaparecida Brigada de Intervención y Apoyo de PoliGuarico (BIA) un departamento de la policía del estado Guárico que se dedicaba al extermino de peligrosos rufianes.
—Así leí en el periódico. Él era un sapo. Delataba a sus amigos. Por eso es que tenía tantos lazos con la ley. Además fue guardaespaldas, junto a otros como él (malandros) de algunas personalidades del Gobierno” — afirma un joven que acaba de leer el periódico Últimas Noticias.
—Hay un trasfondo, en la muerte de ese tipo hay gato encerrado— Piensa un sujeto que prefiere omitir su identidad.
Tras esta muerte y esta historia hay más datos e información. En la próxima edición de Guayoyo en Letras tendrá el desenlace de la historia de El Picure.