No vale de nada

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¿De qué vale que Luis Almagro exponga con dramática crudeza la realidad venezolana? ¿Para qué se reúne el Papa Francisco con el operador político Ernesto Samper? ¿De qué sirve que Venezuela forme parte del portafolio de temas en la cada vez más estrecha relación entre Cuba y Estados Unidos?… De nada.

Todas esas iniciativas diplomáticas, de negociación y mediación internacional, de apoyo a las garantías democráticas, de solidaridad por tantos años de auxilio a los oprimidos de los pueblos, no sirven ni servirán de nada, hasta tanto los venezolanos, con sus referentes políticos en cuenta, no asuman esa dramática crudeza, y como tal la enfrenten.

Que el tema del día sean los niños que mueren por falta de medicamentos o tratamientos o los saqueos en expendios de comida. Que desde la cúpula gubernamental todo sea una excusa, seguida de una amenaza, debería motivar más la reacción de un pueblo que la propuesta de Almagro en la OEA, o la vacilación de los representantes de pequeños países que gerencian sus relaciones internacionales en función de la dádiva petrolera.

Pero el país se acostumbró a la espera desatendida, a la fija lotera, a la acción de un superhombre, que resuelva todo, en un santiamén, sin mayores esfuerzos, ni compromisos ciudadanos.

Hay quienes creen que las horas y horas de cola para comprar un kilo de esperanza rancia es suficiente resistencia. Hay quien aseguran que desgastar el manguito rotador contra una cacerola es el ejercicio democrático más sublime, solo comparable con la catarsis necesaria, en la panadería vacía, o en el tiempo de tedio mientras no hay servicio eléctrico.

Pero resulta que más allá de esos símbolos externos, cada uno válido, desde la opresión sufrida, es necesario, es obligatorio, asumir, entender, asimilar, que la dramática crudeza existe, está, nos toca y nos afecta. Que no es posible continuar vidas en paralelo como si no estuviera pasando nada.

El país lleva muchos años practicando el nefasto plan B, que solo acompaña la desgracia, con un chiste, una canción, un trago y un la vida sigue… todos escapismos de la verdad y la realidad.

Para que las iniciativas de terceros tengan resultados, lo primero que hace falta es el respaldo cierto de los venezolanos; un respaldo que no se alcanza solo con aumentar la audiencia de una sesión del Consejo Permanente de la OEA, o con disminuir la audiencia de los discursos pendencieros de quien no tiene la hombría para reconocer su fracaso.

En fin, mientras todo se mantenga en este ritmo de negación, lo que terceros hagan no vale de nada.

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