Crónica de una manifestación

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Hace unas semanas, estuve en una manifestación en Barquisimeto, en la que pude darme cuenta de varios sentimientos colectivos, que en los próximos meses, en las próximas protestas, se harán más evidentes, a medida que la indignación en las calles, aumente a tal nivel, que ni las balas, ni las bombas, ni los escudos, van a poder sostener a quienes son señalados por la mayoría, como los causantes del hambre y la desidia. Aquí lo que observe.

Al compás de las canciones de Rubén Blades, que sonaban en unas cornetas de la alcaldía de Iribarren, las personas mostraban sus pancartas y banderas, mostrando que no se quedarían quietos, ante las últimas medidas del gobierno nacional, que ha buscado retrasar el referéndum revocatorio y de paso, decretado un estado de excepción inconstitucional, que da pie a creer, que se está suprimiendo cualquier disidencia.

Por supuesto que las voces más vibrantes eran la de los estudiantes, que lanzaban sus consignas y mostraban el vigor de un sentimiento, que ya no puede quedarse en el pecho de los venezolanos, sale de las bocas en forma de himno, de canto, de grito protestatario. Este país está indignado, molesto y obstinado por las mentiras, por el hambre y  la corrupción representada, en los ojos claros y los bigotes poblados del gobierno oficial, que cada vez se queda con menos dispuestos, a ponerse la boina o la gorra tricolor del 4F. Las banderas de los principales partidos de la oposición y la indignación hecha consigna, dejaron el 18 de mayo, los argumentos en defensa del decreto, encerrados en las cadenas del gobierno y en los programas viscerales de los canales del Estado ¡La calle clama cambio!

La camioneta en la que iba montado el sonido, atravesó la concentración, para dar inicio a la marcha hacia el CNE en la Avenida Moran de Barquisimeto; al llegar esperaba un piquete de la Guardia Nacional, con sus escudos de plásticos y las caras largas, inanimadas, escondiendo un montón de sentimientos contradictorios; no le gustan las protestas, pero padecen de los mismos oprobios de los manifestantes, sus familias se quejan seguramente, porque no consiguen harina pan, leche, ni pañales.

Las personas le han perdido miedo a los “verdes” como se les dice a los funcionarios castrenses en la calle; se acercan al piquete, les pintan con marcador consignas a sus escudos, en su gran mayoría dicen “paz” “Guardia Nacional hermano” y cosas así, contradiciendo los gritos que se escuchan por todos lados “Verde hijo e’ puta” y los cantos que insultan la hombría de los militares, que permanecen serios; algunos dejan escapar sonrisas molestas, que sugieren ganas de abalanzarse contra los manifestantes y demostrar su capacidad para silenciar.

Un hombre de unos 60 años, con bastante fuerza en su voz, les reclama a los guardias nacionales, todo lo que sufre por la situación. Condena a los generales, a los que acusa de ser unos corruptos vendedores de droga, a lo que los demás manifestantes cercanos a los escudos, acompañaban con gritos de apoyo “¡Se pueden ir todos, pero un viejo malandro no se mueve!” vociferó segundos antes de que un explosivo se escuchara detonar debajo de un carro, lo que hizo que algunos de los presentes, corrieran asustados, otros tomaron inmediatamente piedras y empezaron a lanzárselas a los militares, que colocaron sus escudos en formación romana, mientras abrían un poco de espacio, para que otros sacaran sus escopetas.

Antes de que dispararan, un fotógrafo de un periódico de la ciudad, con la seguridad que da tantos días bajo el calor de las protestas, pidió a viva voz: “¡cálmense que ellos no están haciendo nada!” Otros hicieron lo mismo, animaron a la calma, se atravesaron al piquete, para que las piedras de los violentos, cayeran sobre sus pancartas y no en los escudos de los guardias, mostrando el juicio que aún permanece en gran parte de la ciudadanía, sin embargo alguno de los segados, se acercaron a golpear los escudos, algo que duro segundos; uno de los líderes estudiantiles alzó la voz y logró que se le escuchara: “Estamos acá para manifestar usando la bandera de la paz, para demostrar que somos nosotros, los demócratas, lo que imponemos por la vía de la manifestación pacífica, las condiciones de nuestro destino” robando aplausos que calmaron los ánimos, pero que no disminuyeron la tensión.

Luego el alcalde de la ciudad junto a varios manifestantes, se sentaron frente al piquete, en señal de que estaban en paz, acción que erradicó cualquier intensión violenta, mientras a unos metros otro de los líderes de la oposición en Lara, daba un discurso afirmando que no dejarían la calle, pidiendo que la colectividad se preparara para la próxima semana, en la cual ocurriría una nueva convocatoria muchísimo más grande, que las últimas dos vividas en esa avenida barquisimetana.

La manifestación oficialmente había terminado, nuevamente los protestante no llegaron al CNE, esperarían una semana más, para poder encarar a quienes le estaban negando la posibilidad, de activar un mecanismo constitucional, para librarse de un presidente incapaz e impopular, que viéndose acorralado, ha empezado a dejar el disfraz democrático y comportarse como un vulgar dictador. Los líderes de los partidos se despidieron, sin embargo los estudiantes, fueron retrocediendo, mirando fijamente a los ojos de los funcionarios castrenses, gritándoles en un idioma imposible de escucharse con los oídos: “Vendremos pronto, pera esta vez traeremos la capucha”

Como pude ver en aquella manifestación, aún queda conciencia y juicio en la gente ¿pero qué va a pasar cuando la indignación socave la paciencia y el dominio propio? ¿Cuánta sangre va a ser necesaria para tumbar un gobierno moribundo? Está claro que a Maduro y al PSUV se le están acabando las opciones, ya no puede cuestionarse si irse o no, sino de qué manera van hacerlo.

Jorge Flores Riofrio
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