Patriotismo absurdo
Patriotismo: amor a la patria.
Patria: La nación en cuanto ha adquirido conciencia de sí misma y logrado de sus miembros un especial sentimiento de adhesión. La tierra en que uno ha nacido. Ciudad o comarca donde se encuentran gran número de hombres, animales, etc., de un género determinado.
Cuando tenía doce años, una gran parte de mí sentía orgullo al usar la palabra patria, pues era algo sagrado, importante, algo que debía ser cuidado.
— ¡Eres toda una patriota! –me dijo una profesora después de una exposición sobre los parque nacionales.
Al llegar a casa busqué la palabra en el diccionario, quería estar segura que significaba lo que intuía.
Patriota: persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien.
— ¡Sí! –me dije– ¡Soy patriota!
Y así viví mi infancia y adolescencia, con un patriotismo “inocente”, sostenido por las imágenes de bonitos paisajes y mucho petróleo.
— ¡Somos un país rico!
Empecé la universidad y con ella, ese mundo de fantasía que me reconfortaba empezó a caerse, pero estaba bien, eso sólo demostraba que estaba creciendo. Aún así, a pesar de conocer los desaciertos históricos de mi nación, sentía amor por ella: a pesar de las dificultades, los errores, la inconsciencia que veía a mi alrededor, tenía la firme creencia de que éste país me había dado mucho y en el futuro, me daría mucho más, por lo que debía prepararme, estudiar, crecer –intelectualmente, emocionalmente- para retribuirle todo a este país, todo. Yo quería serle útil.
Hoy tengo veintidós años, me falta poco para graduarme, estoy desempleada y no tengo la más remota idea de qué hacer con mi vida, pues ese sentimiento de amor, que hasta cierto punto me impulsaba a estudiar y esforzarme, se ha ido con la esperanza de poder hacer algo por este país.
No. No fue de la noche a la mañana cuando entendí que un país no es bonitas playas, no es petróleo, no es la cantidad de Miss Universo que tiene o un presidente muerto disfrazado de divinidad. Cuando me di cuenta que un país es la gente que vive en él, entendí que Venezuela está a años luz de superar la crisis en la que está: instituciones ideologizadas, pranes como dueños de las cárceles, malandros, policías malandros; un gobierno que niega la crisis mientras sus ciudadanos se mueren de hambre y falta de medicinas. Bachaqueros, personas que se colean en una cola, mujeres que se caen a golpes por un pollo, linchamientos, personas que no saben que “rojo” significa alto y “verde” paso.
Vivo en un parapeto de nación que es todo menos patria, pues somos un montón de personas que no queremos hacernos conscientes de nosotros mismos y mucho menos del desastre que somos. Preferimos creernos la última Pepsicola del desierto -“el más arrecho soy yo”, “es mejor ser vivo que pendejo”, “primero yo, segundo yo y tercero yo. Luego los demás.”- antes que reconocer que nos estamos destruyendo, y que nuestro patriotismo absurdo no es más que una careta para disfrazar nuestra falta de sensatez. Este país está lleno de personas que han dejado de ser patriotas para convertirse en patrioteros: que alardean excesiva e inoportunamente de patriotismo.
Unos, cargados de odio y miseria interna, dedicados única y exclusivamente a su beneficio personal, sin importarles el daño que le hacen al prójimo. Otros, aferrados a una esperanza que se ha vuelto tan absurda como el patriotismo, sostenidos por la fe, esperando pacientemente a que esto mejore sin ellos ser los primeros en mejorar. Algunos que han tomado lo poco o lo mucho que tenían, decidiendo dejar estas fronteras, desesperados y agobiados por la descomposición cada vez más obvia que destruye a Venezuela.
Y yo, junto con muchos otros –eso no lo dudo- que seguimos aquí, convertidos en fantasmas de lo que alguna vez fuimos, y que simplemente ya no tenemos nada a lo que aferrarnos, pues lo poco que quedaba del amor que alguna vez sentimos, quedó abandonado en alguna cola, en algún atraco, algún puñetazo recibido en el Metro o respondiendo alguna grosería recibida por pensar diferente.
No me mal entiendan cuando digo todo esto, no se trata de una niña malcriada que hace berrinche por las circunstancias que le han tocado. Se trata más bien de una persona que tenía toda su esperanza puesta en un territorio, hasta que se dio cuenta que un país no es sólo un pedazo de tierra, son las personas.
Pero esas personas son justamente el problema…
Nota: Todas las definiciones usadas en el presente artículo fueron tomadas de la Enciclopedia Lexis 22/Vox. (1976). Por Bibliograf S.A.
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