Tengo derecho a pensar diferente

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Pensar diferente es disentir, palabra que el diccionario de la Real Academia Española la define  como: “No ajustarse al sentir o parecer de alguien.” En un país democrático tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, y también que nuestros puntos de vista sean respetados, aunque sean distintos a los que las demás personas puedan creer.

Lamentablemente en Venezuela el no estar de acuerdo se ha convertido en una suerte de agravio, de ofensa suprema,  donde se pretende que todos pensemos igual, pero… ¡sorpresa! Tengo derecho al libre albedrío y eso incluye no sólo mi conducta, sino especialmente mis pensamientos y mis decisiones las cuales evidentemente deben enmarcarse en el respeto del otro. Cada ciudadano ha aprendido en estos últimos años a callar sus ideas para no propiciar discusiones, que en su mayoría resultan estériles; sin embargo, mis pensamientos son míos y pueden ser disímiles, pero válidos.

En este punto, debemos entonces incluir el concepto de tolerancia, que es la actitud del individuo que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias. Entre los ciudadanos cada vez es menor el grado de este valor.  Las circunstancias sociales, económicas y psicológicas que a diario vivimos, y que en muchas ocasiones sobrepasan los niveles de aceptación que podamos tener, no ayudan a que la tengamos, pero debemos rescatarla.

Para ser más tolerante y aceptar las diferencias,  lo primero que deberíamos hacer,  es dejar de juzgar. Normalmente, solemos lanzar rápidos comentarios de desaprobación ante un comportamiento, y no analizamos la situación desde varios puntos de vista; más aún, deberíamos aprender a ponernos “en los zapatos del otro” para así tratar de entender su realidad. Escuchar más y hablar menos también ayuda. Muchas veces lo que la otra persona nos relata viene subestimado por nuestras propias ideas.

 

Todo lo anterior no significa que debemos aceptar cual “corderos” las conductas u opiniones, pero sí tolerarlas. Las sociedades enmarcadas en la democracia se distinguen por la diversidad de pensamientos, que no hace más que enriquecer a los ciudadanos. El escuchar la diversidad de esos pensamientos nos aportan un abanico de opciones que nos ayudan al análisis del mismo contexto con soluciones distintas que, seguramente, no habíamos siquiera pensado en ellas.

Diariamente nos vemos acosados con mensajes de división, odio e insultos por parte del Gobierno que ofende sin cesar a quien piensa distinto.  La desaprobación que se genera por no admitir una ideología determinada en un  momento histórico cualquiera,  no me hace ciudadana de segunda, sólo me hace diferente. Al aceptar y concientizar que soy diferente, aprendo a tolerar, porque todos somos venezolanos y más pronto que tarde cada uno de nosotros tendremos derecho a disentir sin ser juzgados.

Mientras ese tiempo llega, la clave es prepararse a tolerar al otro con sus pensamientos, ideas y valores,  porque la conducta se forma también por modelaje y seremos modelo en libertad de disentir.

Stefania Aguzzi
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