Quien siembra vientos recoge tempestades
Mucho se ha escrito sobre el tema de los valores, pero, sin importar el lugar del mundo donde se redacte o el momento histórico, siempre es un tema actual y controversial.
Los valores humanos son aquellas actitudes que nos sirven para orientar nuestras decisiones y conducta ante la vida. Son como una brújula, o el actual GPS, que nos guían por el camino correcto, independientemente de lo difícil que sean las condiciones. Libertad, igualdad, tolerancia, amor, amistad, generosidad, humildad, honestidad, justicia, responsabilidad, respeto y solidaridad son algunos de ellos. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro.
Los valores se aprenden desde la infancia: primero en el hogar, a través del modelaje que nos dan nuestros padres, luego en la escuela, los pares, y así consecutivamente. Así, uno de nosotros se convierte en modelo de valores.
Los valores pueden ser positivos, cuando realzan la condición humana; o negativos (anti valores), cuando degradan la condición humana.
En Venezuela, en los actuales momentos, tenemos situaciones desesperadas para encontrar medicamentos y alimentos y, para paliar la búsqueda de los mismos, muchos de nosotros pertenecemos a grupos que se han creado por las redes sociales que solidariamente informan dónde se pueden encontrar, si es que aparecen, los rubros que estamos buscando, o en su defecto ofrecen cambiar (trueque) un artículo por otro. En paralelo, otro grupo de venezolanos han iniciado la venta de los productos “desaparecidos” de los anaqueles de los supermercados o farmacias a precios exorbitantes convirtiéndose en lo que se ha denominado “bachaqueros”. Estos sujetos han utilizado la crisis para lucrarse a costa de la necesidad, lo cual claramente es un anti valor, pero más allá de su miseria humana y avaricia, en algún momento nos hemos convertido en cómplices de su conducta cuando y, nuevamente lo repito, por necesidad hemos tenido que adquirir algún rubro que ellos venden, especialmente en cuanto a medicamentos se refiere. Esta reflexión nace de una de las tantas historias que a diario escuchamos, tal como una madre tiene que pagar un medicamento para su hijo a 30 veces su valor.
¿Cómo criticarla? Yo también habría pagado cualquier cifra por ese medicamento, pero mi reflexión va dirigida a esas personas que consideran que pueden vender al precio que deseen lo que otros requerimos, como en el caso arriba expuesto para “vivir”. ¿Dónde queda la solidaridad? ¿Dónde la piedad por su conciudadano, su vecino? ¿Creen que jamás necesitarán ayuda de otra persona? ¿No se enfermarán jamás?.Las personas que somos creyentes sabemos que no hay un Dios tirano que premia a los buenos y castiga a los malos, pero estamos al tanto que hay una ley de causa y efecto, lo que hago o cómo me comporto tiene un efecto en mi vida y en la vida de las personas cercanas a mí.
La casualidad en estos ámbitos no existe. Cuando se actúa con soberbia, con crueldad, con mezquindad, con avaricia, estamos actuando con intención y voluntariedad, y sabemos que está mal.
Por eso, ante la difícil situación que estamos viviendo, nuestras acciones deben ser pensadas, meditadas, midiendo las consecuencias de las mismas, tratando de proyectar los valores que tenemos que rescatar: compasión, piedad, generosidad, solidaridad.
Los refranes populares son sabios, como “cosecharás tu siembra” o “quien siembra vientos recoge tempestades”. Estas frases no están vinculadas a hechos científicos o fácticos, sino que tienen su valor en la creencia de que el comportamiento de las personas inevitablemente tiene sus consecuencias. El rescate de los valores realzará la condición de los venezolanos quienes en tiempos de crisis reconocemos la importancia de dar y ayudar.
Más que nunca hoy agradezco a mis padres por enseñarme con su comportamiento lo que es ser una ciudadana dispuesta a trabajar por nuestra Venezuela.
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