¡Seguro que mi suerte…! ¿Cambiará?

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La suerte es algo que viene dado primeramente por el azar, ya sea que se considere favorable o no, es algo que no depende de nosotros pero que creemos es capaz de afectarnos. Por el contrario, una cosa que es segura hoy en día en este país es que tienes que hacer cola para vivir: cola para comprar comida, pagar el estacionamiento, para entrar en el Metro, cobrar la pensión, ir al banco, agarrar la camionetica. Como le escuché decir al Profesor Briceño una vez en uno de sus Stand Up: “Las estrellas de la bandera deberían estar en cola, en vez de arco.”Pero resulta que algo tan seguro como hacer cola y algo tan azaroso como la suerte vienen agarraditos de la mano, lo cual no es bueno.

En estos últimos meses donde hay menos productos y más inflación, las personas se han acostumbrado a hacer cola frente a algún establecimiento “por si acaso” o “para ver qué sacan”, sin seguridad de que llegue el producto que están buscando y últimamente, ya no importa la necesidad, es simplemente porque es lo que hay.

Como si esto no fuera suficientemente malo, también tenemos esa alegría miserable que se siente al obtener un producto básico después de horas de cola, cuando en condiciones dignas y normales eso es algo impensable, pero lo peor a mi parecer, es esa nueva frase que se está acuñando en la población: “menos mal, tuve suerte”.

¡Suerte!

Llaman suerte a conseguir un producto después de ocho horas de cola, le llaman suerte a conseguir un paquete de toallas sanitarias justo antes de la próxima menstruación. ¡Que suerte que podemos comer un día más!

La vida del país ahora consiste en un golpe de “suerte”: suerte que no te maten, que no te roben, suerte que puedas comer. El venezolano se ha convertido en una criatura resignada a la creciente miseria del entorno, tratando de justificar la pauperización que se ciñe sobre su vida con algo que ha decidido llamar suerte, quedando su rutina y su identidad como ciudadano en manos de la incertidumbre.

Veo con preocupación la ligereza con la que estamos aceptando éstas circunstancias y, lo que es peor, que dejemos nuestros derechos fundamentales y nuestras necesidades básicas a merced de un golpe de suerte, en manos de otros, a quienes no les importamos en absoluto. Yo lo único que espero, si es que aún se puede esperar algo –bueno–de todo esto, es que al final sea tal como canta Héctor Lavoe.

Pronto llegará,

El día de mi suerte

Sé que antes de mi muerte

Seguro que mi suerte cambiará

O mejor aún, que nos hagamos capaces de construir nuestra propia suerte antes de la muerte y que no sea la muerte misma ese golpe de suerte.

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