Ha llegado la hora de plantearnos un país totalmente diferente
Editorial #318: Un cambio, pero en serio
Lo peor a que las cosas no cambien, es que parezca que cambiaron. Por eso, debemos estar conscientes de que el gran reto que tenemos hoy como sociedades aprovechar esta tragedia inédita que vivimos para cambiar las cosas a fondo.
Los problemas en Venezuela se han profundizado en los últimos 17 años, pero no comenzaron hace dos décadas. Desde mucho antes se podía predecir que íbamos rumbo a un modelo populista y estatista que, tarde o temprano, nos iba a conducir a una crisis humanitaria como la que hoy padecemos.
Venezuela enfrenta una crisis macroeconómica sin precedente, con una caída del PIB de más de 10% y una inflación superior a 700% para finales de este año, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). La economía per cápita venezolana ha retrocedido al año 1992, nuestra reservas internacionales se encuentran hoy en los niveles de 1995 y se espera que disminuyan aún más.
Sin embargo, cuando se analizan los datos de la destrucción estructural de nuestra sociedad, la situación es aún más alarmante. En 1998 existían en Venezuela 611.803 empleadores, hoy, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), apenas existen 264.909, lo que significa que casi el 60% de la capacidad empleadora privada cerró sus puertas.
Dos terceras partes de las empresas industriales privadas cerraron; 8.000 de acuerdo a Conindustria. Siete millones de hectáreas fueron arrancadas al sector privado. Se estima que 114.455 familias productoras del campo lo abandonaron.
En relación a la salud, el impacto en el sector de atención hospitalaria ya lo estamos viviendo: 60% de los médicos, de acuerdo a la Federación Médica, emigró. La mitad de los cupos universitarios en especialidades médicas está vacante, y el 55% de nuestros científicos se fue del país.
En materia de educación, el escenario es igualmente dramático. La Federación de Maestros afirma que cerca del 40% de los profesores abandonó las aulas para buscar alimentos y medicinas. La media educativa de Venezuela ha retrocedido al nivel que teníamos a finales de los 80’s.
Las consecuencias de esto son tan profundas que debemos comprender que no se trata de un problema coyuntural, sino de uno estructural. La crisis que el país enfrenta no se soluciona con una subida en los precios del petróleo o mayor inversión. Los cambios deben estar en el marco de un nuevo modelo de desarrollo, una nueva concepción de sociedad y una nueva forma de vida.
Tenemos la obligación de replantear nuestra relación con el petróleo.Sin duda, será aún por algunos años el ancla más importante sobre el que nuestra economía deberá apoyarse, pero nunca más lo que alguna vez fue. Debido a eso, la diversificación de nuestra economía y nuestros talentos es impostergable.
El eje central no puede ser otro que la libertad, en todos sus aspectos. Después de casi dos décadas de opresión, la libertad individual, un mercado libre y una sociedad de cooperación y solidaridad son los pilares principales sobre los que una nueva relación Estado-ciudadano debe construirse, en la que el gobierno cumpla sus funciones y acompañe a los ciudadanos en su desarrollo y emprendimiento.
Tanto sufrimiento tiene que servir para algo. Sería imperdonable es que después de esta experiencia, solamente nos propongamos mejorar lo mismo que se hizo en el pasado.
Ha llegado la hora de plantearnos un país totalmente diferente.
Un cambio, pero en serio.
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