28 de julio del 2016- el día que las balas hablaron por las personas
“Uno de los rasgos relevantes del culto a la personalidad es su ridiculez; el cuerdo la capta, el intoxicado ya no, el venerado en vida, por narcisista autosugestión, termina sintiéndose enviado de Dios, por lo que estima lógico ser objeto de culto.” Antonio Pasquali.
El culto a la personalidad.
Un cuarto para las cinco
Desperté en mi cama. Los ojos me pesaban, al intentar abrirlo pensé que en vez tener de parpados tenia bloques de concreto. Estaba semi-arropado, tenía el torso descubierto y mis pies se daban a la fuga de la cobija, tan cobardes, le temen al calor y a mi tanto que me gusta. Al cabo de un ratico, algo minúsculo, me desperté, estaba empapado en sudor. Gotas gordas se deslizaban por mi frente, por mi cara, por mi cuello, por mi cuerpo. Mis brazos estaban húmedos, mis piernas iguales, por solo nombrar algunas partes.
Los ojos se me abrieron despacito, muy lentos, lenticos. No podía ver bien del todo, no podía ver nada. Vi el techo, descubierto, pintado de un opaco gris ¿O eso era el único color que podía observar?, no recuerdo.
Intenté girar la cabeza hacía la ventana para ver la luz solar. Aún no había salido el sol, se escondía detrás de El Ávila. En ese momento, en ese preciso momento pasó.
Pasó.
Pasó, realmente pasó.
***
Desde la muerte del ex presidente Hugo Chávez en el año 2012, en Venezuela el culto a la personalidad en torno a él se ha esparcido como el olor a pólvora.
De camisas con la mirada de Chávez, hasta oraciones religiosas, pasando por murales, grafitis y más, el factor “Chávez” (La imagen del marketing político revolucionario) ha llegado a cada rincón de la pequeña Venecia.
No solo eso, además el fanatismo por la imagen del socialista, ha crecido tanto que millones de venezolanos han deshecho lazos familiares, y han cometido actos de lo que podría clasificarse como locura.
Chávez, en la mente de los venezolanos, se ha vuelto una obsesión, una enfermedad, se ha vuelto un artículo de primera necesidad.
***
Escuché un potente ruido, uno de los primeros. Una detonación estridente. Algo realmente sorprendente, como si un barco disparara una bola de pólvora con dirección a mi habitación. Salté. Brinqué. Elevé mi cuerpo del placido colchón. No le temí a la gravedad por un tiempo. “Pero todo lo que sube baja”, caí otra vez en la cama, esta vez, de golpe.
-¿Estoy soñando qué sucede?-Gruñó mi voz interior… O eso creo.
Entonces comprendí.
No estaba dormido.
Estaba despierto.
***
Afuera en las calles del 23 de Enero, en ala oeste de la capital venezolana, muy cerca del “El Cuartel de la Montaña”, lugar en donde el 4 de febrero de 1992, se refugió Hugo Chávez, Diosdado Cabello y otros militares, yacía unos hombres que se preparaban a realizar un vil acto criminal, un acto que para ellos era placido, pero para otros era macabro.
Accionarían, dirección el cielo y todo lo que se cruzará por ese camino, sus armas de fuego.
Cada uno de aquellos caballeros (entre ellos, algunas damas) vestían camisas rojas con pegaditas que hacían alusión al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) o de algún movimiento de izquierda extranjero, mientras tanto otros, tenían unas con la inmortal mirada de Chávez, también habían los que tenían corazones y palabras en blanco.
Junto a estos señores, había unos precavidos sujetos que tapaban su rostro, por si algún vecino se atrevía a fotografiarlos y denunciarlo ante los medios, pero dejaban sus ojos, unos ojos de los cuales bajaban ríos de lágrimas saladas, que eran acompañadas por gritos de euforia.
-Venga acá compañero revolucionario. Gritemos unidos “VIVA LA REVOLUCIÓN”-
Aún el sol no había salido. El cielo se pintaba azul, rosado, algo amarillo. El alba era algo hermoso, digno de ser retratado por Dalí.
¡Vaya escena tan hermosa era aquella la que se desdibujaba en el cielo sin nubes y con pocas estrellas!
***
Al igual que en un momento las tierras de Vietnam, Palestina, Corea, Alemania, Francia, Inglaterra, Polonia, el cielo de Caracas fue un campo de guerra.
-¡PLAS!-
Los proyectiles rasgaban las esponjosas nubes.
-¡PLAS!-
Los proyectiles rompían la paz del oscuro cielo.
-¡PLAS!-
No sé si grité muy fuerte, pero por un momento deje de oír los disparos que vagaban en dirección a la casa de Dios, quizás fue porque recargaban las armas.
-¡PLAS!-
Disparaban al cielo en busca de Dios para vengarse de él por llevarse a su supremo líder.
Una artillería digna de la Segunda Guerra Mundial se desataba a mí alrededor. Aunque no sea experto en armas, escuché disparos de pistolas, metralletas, hasta el estallido de grandes. Millones de sonidos se funcionaban y rebotaban en mis tímpanos.
Por culpa de mis gritos, mi vieja despertó. Su cuarto no guarda mucha distancia del mío. Corrió hacía mi habitación apenas abrió los ojos.
Mi puerta no estaba con seguro.
Por situaciones como estas.
***
-Bueno muchachos, vamos a rendirle un merecido homenaje a nuestro Comandante Eterno. A nuestro supremo líder, a nuestro padre, a Hugo Chávez, quien hoy descansa cerca de aquí y esta de cumple años. No escatimen en balas.- Dijo uno de aquellos sujetos de dudosa procedencia.
***
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!- Continuaba gritando, no sé por qué. Capaz miedo, capaz de ira, capaz de impotencia.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-Continuaba aferrado a mis gritos, aunque no buscaba ayuda. Lleve la almohada a mi cabeza e intenté tapar mis oídos.
–¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-Al tercer grito un ardor en la garganta apareció. Comencé a pedirle más oxígeno a mis pulmones.
Me faltaba la respiración.
Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento.
Sentí como mis pulmones casi estallan.
Suponía (acerté) que el sol aún no había salido.
No recuerdo la hora.
Pensé que estaba soñando.
Pero, no, estaba despierto.
Mi madre entró con otros gritos.
-¿Qué sucede muchacho?- adentro de mi cuarto todo era obscuridad. Ella no alcanzaba a ver casi nada, le faltaban sus lentes. Y a mí me faltaba su coraje para decirle dónde me encontraba.
-¿Qué sucede?- Repitió, aun así yo no respondí. No sé si por el dolor en la garganta o porque no podía articular palabra alguna.
***
–Recarguen- Gritó el líder que yacía en el medio de todos.
-¡QUE VIVA LA REVOLUCIÓN Y EL COMANDATE CHÁVEZ!- gritó a todo pulmón.
-¡QUE VIVA LA REVOLUCIÓN!-
-¡SOCIALISMO, PATRIA O MUERTE!-
***
-Mijo tranquilo. Hoy es el cumple años de Chávez, sabe cómo la gente se pone por acá-
En el mismo momento en que mi madre me recetaba esas palabras en forma de mantras para que me tranquilizara y saliera de mi ataque de pánico, una camioneta negra a la cual le rugía el motor como un dragón, pasó por mi calle reproduciendo una canción, la canción de patria (Patria, patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma) cantada por el mismísimo Chávez.
La celebración había comenzado.
Sería un largo día.
Largo y tortuoso día.
El día en que mientras unos hacían lo malo, otros iban a hacer cola para conseguir los alimentos de sus hijos.
***
El pasado 28 de julio, el fallecido Hugo Chávez cuadragésimo octavo presidente de la República Bolivariana de Venezuela cumplió un año más de vida.
En el 23 de enero, sector de alta peligrosidad de Caracas y mayoritariamente chavista, celebró a lo grande, como todos los años.
Votaron la casa por la ventana.
La historia narrada sucedió, aunque hay partes que fueron omitidas y otras adaptadas. Me la narró un amigo. Con esos detalles, entre otras cosas, me pintó como fue su amanecer, uno que en algunos parajes del mundo es extraordinario, aquí es normal.