Mi sueño y tu falacia

mi-sueño

Hace poco (no) soñé contigo. Estábamos lejos, desde hacía poco tiempo. Pensaba en ti, pero no estabas.

De repente, como si fuera solo cuestión de una chispa, apareció una silueta que iluminó mi vida. Dejé de sentir la desconfianza que me enseñaste y la subvaloración que desafiaba mi prudencia. La certidumbre y el sosiego volvieron y ya no te extrañé, aunque sí te recordé. Otra vez te convertiste en un recuerdo, en un intervalo de tiempo al fin concluido. Y yo estaba feliz. Ya no tenía que agradecer por la tristeza que me fortalecía o por la furia que me obligaba al autocontrol.

(no)soñé contigo y ya no tenía que aguantar tus mentiras mal elaboradas.

(no)soñé contigo y ya no me ocultabas porque no había qué ocultar.

(no)soñé contigo y no me preguntabas dónde hallarías a alguien como yo.

(no)soñé contigo y ya había hallado al acertado.

(no)soñé contigo y ya no me enseñabas los lugares donde escribiste tu historia.

(no)soñé contigo, pero ya no eras quien me quitaba el sueño.

(no)soñé contigo, pero ya no me importaba si compartías aguas con cabellos lacios.

Entonces abrí mis ojos.

Ya es tiempo. Ya la falacia se hizo corrosiva y el lado izquierdo de mi pecho se empezó a deteriorar. No quiero.

Desmostraste que desconfías porque yo sí debo desconfiar y que la decisión de realmente estar no la tomarás.

Conjugas infinitas falacias para convertirte en una inmensa.

Eres una falacia; es por eso que tú y yo somos una. Entre nosotros, la falacia es la única verdad.

Ariana Contreras
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