Ellos negocian y nosotros sufrimos

caracazo

Los días van pasando y la fecha para el referéndum se aleja del calendario del 2016, los dirigentes de oposición aseguran que su lucha continua, aunque sus acciones hasta ahora no son tan contundentes como para acelerar la recolección de firmas, sus marchas no superan el concepto de abultadas caminatas por Caracas, mientras Rodríguez Zapatero vuelve a Venezuela, a seguir con sus cuestionadas negociaciones, que a los ojos de algunas facciones de la oposición, revelan intenciones ocultas del expresidente español, quien mantiene una posición neutra ante los medios de comunicación.

Las interrogantes que se encuentran presentes en parte de la sociedad,  hace que personas comunes pongan en duda a los partidos políticos, la confianza en ellos no parece crecer sino más bien disminuir, evidenciando lo que tantos analistas han comentado: la oposición venezolana ha tenido éxitos electorales, no porque las personas hayan empezado a creer en ellos, sino porque el disgusto contra el Gobierno es ascendente e indetenible. Las mayorías en el país no se sienten identificadas con ningún político, con ninguna tolda, quieren el referéndum para iniciar el proceso de restauración, no para apoyar el liderazgo de alguien en específico.

Democracia para las élites

En la Atenas de la Antigua Grecia, la democracia era un sistema en el que solo un grupo de personas participaba. Hombres libres con posiciones económicas sólidas y con conocimientos en filosofía y arte, eran los que podían pertenecer al gobierno, al ser estos individuos que no dependían de otros, que poseían criterio e inteligencia para tomar buenas decisiones. Eran élites que decidían sobre el destino de la ciudad.

Esa forma de interpretar la democracia, sustentada en la idea de que no todas las personas tenían la capacidad para ejercer el poder, se mantuvo en la práctica de quienes formaron miles de años después, gobiernos con orientaciones democráticas, aunque hayan abogado por la participación colectiva en la vida política.

En Venezuela durante la 4ta Republica, los dos partidos políticos más importantes centralizaron el poder en ellos, al contar con el apoyo de fuerzas económicas importantes y la confianza de la población, que después de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, encontraban en su dirigencia, a las personas indicadas para gobernar, sin embargo, a medida que fueron pasando los años, las cúpulas le cerraron la puertas de la democracia real a las mayorías, edificando una especie de Olimpo, en donde los dioses (Las élites) discutían y dialogaban lo que era mejor para el pueblo, mezclando sus propios intereses con el Poder, lo que conllevó a la corrupción del sistema y del Estado, cuyas instituciones se pervirtieron, alejándose de los principios por la que fueron creadas.

Las personas comunes de los primeros años de la democracia venezolana, aceptaron que las élites políticas los relegaran a ser solo votantes, al fin y al cabo el que todos pudieran votar era ganancia para ellos, sin embargo, como Jean Jacob Rosseau criticaría de los ingleses, los ciudadanos se convirtieron en esclavos que sufragaban, puesto que después de las elecciones, no eran llamados para tomar ninguna otra decisión, todo se quedaba en las oficinas de los Partidos, en los despachos de los banqueros y en los restaurantes de los mejores hoteles, en donde las élites repartían el poder acorde a sus propios intereses.

Fueron años de estabilidad, pero una estabilidad semejante a un globo que iba inflándose por el descontento de una nueva generación, no la que había padecido las dictaduras, sino aquella a la que se le había dicho miles de veces, que los gobernantes eran sus representantes y no sus señores, que consumieron las promesas de los mítines, pero que padecían las injusticias de un sistema perverso, en donde los poderosos eran los únicos que estaban seguros.

La dirigencia de los Partidos Políticos ignoró la acumulación de resentimientos, se quedaron en su posición cómoda a la que se habían acostumbrado, la política pervertida de negociados y mojadas de mano, les había embotado los oídos, no se daban cuenta que el desgaste carcomía las bases en la que se sostenía su olimpo. Pronto las élites verían como su influencia se desvanecía como humo.

Los sucesos del 27 de febrero de 1989, demostraron que los partidos tradicionales habían perdido el dominio sobre la población, el ámbito político y la sociedad no estaban sincronizados, no hablaban en el mismo idioma, algo que conllevó 9 años después, a la elección de un presidente que no pertenecía a ninguna cúpula. Hugo Chávez Frías derrotó por mucho, a la maquinaria partidista con  experiencia electoral, rompiendo la dinámica creada después de 40 años.

Una lección no aprendida

A nivel mundial los partidos tradicionales han estado perdiendo influencia, como analizó MoisésNaím en su  libro “El fin del poder”. El escritor señala que en India, en las elecciones de 2009, 35 partidos tuvieron escaños en el congreso, ninguna facción tenía una mayoría absoluta, algo que se repite desde 1984. El panorama indio se parece a lo que ocurre en muchos países, en donde las hegemonías van sucumbiendo ante una sociedad diferente, que tiene más conciencia política y capacidades para ejercer poder. Los políticos tradicionales están siendo relegados.

En Venezuela por causa de la situación particularmente polarizada, en donde la política se dividió entre los que están con el chavismo y los que se oponen, el fenómeno de descredito de los partidos tuvo una pausa. La degradación evidente la podemos observar en el partido de gobierno, que cometió los mismos errores que sus antecesores, sus cúpulas acapararon el poder, dejaron de escuchar a sus bases y junto a la crisis económica, que una mayoría achaca a sus políticas fallidas, hacen que su popularidad este cayendo abismalmente y solo se mantenga en una minoría, gracias a la imagen del comandante muerto que persiste.

Naím señala que por causa de la globalización, “la rebelión del más” (las mayorías sujetas a las minorías) se ha ido profundizando, las personas son cada vez más letradas y más consientes, se forman cada año nuevas ONG, que permiten atacar problemas más específicos, quitándole a los Partidos, la hegemonía como representantes de las personas para la satisfacción de necesidades, enriqueciendo la democracia, ya no haciéndola dependiente a las típicas agrupaciones políticas para su organización.

Los Partidos Políticos Venezolanos, los viejos y los nuevos en su mayoría, permanecen ajenos a esta realidad, siguen actuando de manera tradicional, creyendo que la población les seguirá comiendo las mentira, aprovechándose de la situación polarizada en el país, lo que les permite capitalizar los sentires de la población en su fuerza, algo que puede terminar en una Bastilla tropicalizada, una explosión social desmida y desorganizada, que haga de la gobernabilidad una taza de cristal, que cualquier golpe pueda romper y alejarnos más, del bienestar que queremos los ciudadanos.

Las cúpulas seguirán haciendo lo que siempre han hecho, negociar entre ellos, seguirán reuniéndose, buscaran excluir a algunos que protestaran, renegociaran y darán sus discursos haciendo promesas, intentando menguar el clamor del pueblo, con sus declaraciones libertarias que desde hace tiempo están vencidas.

Jorge Flores Riofrio
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