Venezuela vive en transición. Eso no se decreta ni se impone, con todas sus letras, se vive
Infalibles

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Duro, muy duro, este proceso, que toca las fibras de la sociedad, que devela la debacle del sistema, de la estructura institucional, de la cultura ciudadana, y que enfrenta al país a verdades cuestionables, y a un tiempo, cuestionadoras.

El desenlace de todo esto es desconocido, porque la sociedad tiene el exigente desafío de reconocerse en sus miserias, y a partir de ellas, como motivación, surgir hacia sus potencialidades, hacia sus posibilidades, hacia sus oportunidades.

Estamos en un tramo de decisiones trascendentales. El poder y las armas (que en las actuales circunstancias son lo mismo) se niegan a comprender la dimensión de lo que ocurre, en tanto que en la acera opositora se debaten formas, sin advertir la crucial importancia que reviste el encuentro real, para validar las pretensiones sobre el fondo.

Que quienes detentan el poder y las armas solo extienden un poco más su permanencia no es secreto. Permea una sostenida corriente de rumores que dan cuenta de su quebradiza estructura, sustentada con bombas lacrimógenas, que al final son solo humo y lágrimas.

Pero esta transición tiene otro drama, uno peor que el presente cruel que nos toca vivir. El drama de presentir que lo que viene no será mucho mejor que lo actual, porque quienes se asoman como conductores del proceso, sucumben ante lo cotidiano, se dejan vencer por el tipo común y no saben imponer al necesario estadista.

Que @hramosallup se atreva a decir que no responderá a los opositores que se oponen a la oposición, es una infantilada, que no le es propia a quien pregona que “Si hay futuro”, que @MariaCorinaYA suelte que con ella no cuenten si hay una negociación para llevar el referendo hasta 2017 es un despropósito, si se toma en cuenta su dedicación absoluta en las altas y en las bajas de esta pesadumbre que todavía algunos –espero que con sorna- llaman Socialismo del siglo XXI.

Pero peor que esas expresiones, que cada uno de los referentes políticos considera pertinentes y cargadas de dureza política y estadista, es que la conducción, la cabeza, la guía; se equivoque en el planteamiento, en la narrativa necesaria, y en vez de reconocer, enmendar, aprovechar el error, para corregir, se ofenda y pretenda erigirse como infalible, apelando incluso a la manipulación.

La Mesa de la Unidad Democrática, cifra mucho de su éxito, en la capacidad que ha tenido para dialogar y negociar a lo interno, en medio de su invalorable diversidad y pluralidad. Lamentablemente –con independencia de lo que digan unas normas que le son propias, pero que no necesariamente están casadas hoy con el sentir popular- esa pluralidad se concentra en siete o cuatro partidos políticos, y se corre el riesgo -por estos días, y por los que vienen- de que se pretenda reproducir en la Unidad, y luego en el país, exactamente lo mismo que se le critica a los tiranos que queremos revocar.

@hcapriles ha dicho recientemente que tiene reservas sobre algunas decisiones de la MUD, pero que se las guarda, porque él es militante de la unidad. Pues mal hace @hcapriles, porque su militancia no puede ser excusa para que se hagan cosas a escondidas, y luego se defiendan como si aquí no ha pasado nada y la vida sigue.

La MUD es una instancia necesarísima, para lo electoral, y para la conducción política de lo que viene, pero debe encontrar de una vez su vocación de poder, para que deje de perder el tiempo en pendejadas, para que entienda que los mensajes tienen impacto, para que reconozca y acepte cuando se equivoca y para que valide y reafirme con crecimiento sus éxitos.

La contundencia de la manifestación ciudadana del 6 de diciembre de 2015, la fuerza en la calle del 1 de septiembre de 2016 son éxitos incontestables de la MUD, porque es la organización de la sociedad civil con mayor poder de convocatoria que existe en el país.

Eso tiene que significar mucho para quienes la dirigen. Bastante más que la suma de votos, o las posibilidades presidenciales de tal o cual referente. La transición que vivimos tiene que servir incluso para comprender que las reglas del juego cambiaron, y que el país, en medio de su desesperación no se va a calar un simple quítate tú, pa poneme yo. 

El manejo del tiempo se pasa. Las reacciones se hacen tardías. Las amenazas no cumplidas se tornan en burla, la violación sistemática a la constitución obliga.

De nada, en serio, de nada sirve apelar a la filosofía barata, a la justificación conceptual del diálogo, a la defensa aislada de los preceptos del secreto cuando se trata de razones de trascendencia histórica, a la incuestionable validez del hermetismo de las reuniones previas al 23 de enero de 1958, o entre EE UU y Cuba a lo largo de 2015.

La política es el arte de la negociación, pero, las cosas se hacen bien o no se hacen.

Vivimos en transición. Millones de venezolanos no se han enterado. La esperanza, dejando ya de ser resignación, atenta contra las convicciones frágiles; y cuando eso pasa, las instituciones en desarrollo como la MUD, no se pueden dar el lujo de proclamarse infalibles.

Pese a todo este panorama, ahora es cuando hay tiempo para reflexionar, enmendar y avanzar.

No hacen falta los ataques, no es necesario ponerse un escudo y comenzar a defenderse. El país no está para una foto en el camino. Es momento de definiciones, con apertura y tolerancia –en primer lugar hacia lo interno- para concretar, para coronar, para triunfar.

En definitiva, aunque no nos lo hayamos propuesto nunca, ese es el propósito de la transición que ahora vivimos.

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