Masacre en analogía

Alfredo YañezImaginemos una masacre cruenta, una explosión en una de nuestras refinerías, un terremoto con afectaciones indescriptibles, un deslave que arrasa con un pueblo entero. Ahora imaginemos a los organismos competentes, a los liderazgos sociales, al voluntariado declarando que la crisis generada es de grandes proporciones y que no se puede caer en la irresponsabilidad de actuar de manera inmediata hasta tanto conocer todo el alcance de la situación.

El país vive, desde hace mucho, la conjunción de una masacre, una explosión, un deslave y un terremoto, con el agravante de que todo ha estado anunciado, descrito, avizorado, y aun así, los organismos competentes, los referentes sociales y hasta el voluntariado creen que hay que tomarse un tiempo adicional para enfrentar la cruda realidad.

Las circunstancias moldean, aunque no determinan. Las actuales, exigen respuesta diáfana e inmediata.

Los argumentos para adentrarse en el retiro espiritual y dar con la respuesta salvífica tendrían sentido si el caos hubiera llegado de manera abrupta, pero no ha sido así. Vivimos en el caos permanente. El país entero está en sesión permanente para sobrevivir, para subsistir.

Los regaños, porque somos impacientes, suenan a burla, incluso cuando son dados desde la vehemencia y la convicción.

Las víctimas de la masacre, de la explosión, del terremoto, del deslave se multiplican con el paso de las horas, y la desesperanza se esparce con ferocidad, en medio de la barbarie cotidiana.

Al 80% del país se le pide paciencia, cordura, sensatez, tiempo… Mientras que ese 80% del país lo que pide a sus referentes, es precisamente eso… que sean referencia, que se pongan de acuerdo, con la rigurosidad que exige la crisis, la celeridad que demanda la gravedad, la urgencia que desespera a las víctimas.

No se molesten cuando se les pide definición. No se pongan bravos con la gente que reclama. No pierdan sus energías en excusas. Cuando la vida pende de un hilo –y esa es la sensación que tenemos los venezolanos- cada segundo cuenta, independientemente de la fe. Cristo -que como Dios sabía todo lo que le iba a ocurrir- le dijo al Padre “aparta de mí este cáliz”…

La masacre, la explosión, el terremoto, el deslave ocurren en este momento. Hay muchas formas de morir, y todas están pasando ahora, mientras nos tomamos un café en medio de la reflexión grupal.

No son dos conchas de ajo lo que se tiene que decidir. Es la vida presente y futura de un país completo. Aún así hay que decidir, hay que actuar, hay que proponer y hay que avanzar.

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