Venezuela, una película de terror: Muchos salieron despavoridos, otros perdimos el miedo
“Venezuela es un país de emigrantes”, así se escuchaba hace más de una década. Una nación que creció y se desarrolló con el trabajo duro de nacionales, si, pero también de colonias portuguesas y españolas, entre otros tantos extranjeros que vieron en ella un lugar perfecto para vivir.
Desde la llegada de la “revolución” los venezolanos progresivamente han emprendido una huida de la agobiante realidad. Muchos salieron de la sala de cine cuando la película de terror estaba comenzando. Algunos se quedaron a ver qué pasaba, pero el espanto fue tal que salieron despavoridos, otros perdimos el miedo.
Han sido tantos los que se han ido que parece que terminaremos en una Nación desértica al mejor estilo del ‘lejano oriente’: desolación y violencia.
Cuando se abre el debate sobre si emigrar o quedarse las opiniones son tan amplias como nuestros llanos, y tan diversas como nuestra cultura. Hay quien lanza a la ligera una retahíla de juicios morales a quien tomó la decisión de cruzar el mosaico de Cruz Diez: “el que se vaya que no regrese”, “es muy fácil irse y dejar este desastre”, “seguro regresan cuando todo se solucione”…
Pero, ¿es que es tan fácil tomar la decisión de dejar tu tierra, tus amigos, tu familia, tus costumbres? No lo creo, para mi son exiliados porque su salida no fue voluntaria.
Se exiliaron de la violencia de Estado, de la miseria, la inseguridad y la corrupción.
Se exiliaron de los secuestros, los robos, y las agresiones por pensar distinto.
Se exiliaron de las expropiaciones, de un régimen todopoderoso que acabó con el legado familiar de décadas, de los insultos y la estafa.
Se exiliaron porque aquí no podían desarrollarse, porque no podían conformar una familia, porque nadie quiere traer un niño al mundo para que viva en la miseria.
Se exiliaron porque se graduaron y no encontraron empleo, porque los botaron por haber firmado para activar un proceso constitucional, y porque ser chavista vale más que un título universitario.
Se exiliaron porque no querían vivir en dictadura.
¿Acaso estos no son motivos suficientes para huir? ¿Se merece un ciudadano ser juzgado por dejar la tierra que vio morir a su familiar a manos del hampa? ¿Es justo fusilar de juicios injustos a quien corrió lejos tras su secuestro? ¿Cómo le dices a una madre que no lleve a un lugar seguro a sus hijos?
Dejar la patria no es un acto apátrida. Y no es más nacionalista quien se queda. Se trata de experiencias, resistencia y capacidad de aguante de cada individuo. Precisamente como individuo aposté a mi tricolor. A mis llanos y mis andes, a mis médanos y mi Pico Bolívar con su nieve. Aposté a mi Salto Ángel y a mi Ávila. Aposté a mi Venezuela, para que renazca y vea a sus hijos regresar.
¡Los que nos quedamos no paremos de luchar, y los que se fueron prepárense para regresar!
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