Asumiendo los riesgos, hoy tenemos la obligación de decirlo
Editorial #332 – Al final, son los principios
Es difícil explicar lo que ocurre en Venezuela. Mucho de lo que se ve es en realidad solo lo que parece, no lo que es. El ciudadano común, que pasa sus días entre interminables colas, preocupaciones y miedo, mucho miedo, es la víctima de esta desgracia. Y, de paso, está confundido, no entiende. Nadie le explica nada.
El gobierno se ha vuelto experto en gobernar con propaganda y no con hechos. Un camino totalmente intencional diseñado, además, por quienes son los maestros del engaño: los cubanos. La oposición ha caído en la trampa del populismo más básico: solo basta analizar las dos últimas campañas presidenciales y, en la actualidad, todo lo relacionado al tan controvertido proceso de diálogo en marcha.
En relación a esto último, el Vaticano, inexplicablemente, se ha sumado a un proceso que nos genera mucha desconfianza. A pesar de su participación, los otros mediadores no son confiables: los expresidentes Zapatero, Torrijos y Fernández no son imparciales, menos lo es el secretario de Unasur, Ernesto Samper. Además, los representantes no son legítimos. ¿A quién en la oposición representan Timoteo Zambrano, Henri Falcón, Luis Aquiles, Carlos Ocaríz o Jesús Torrealba? Seguramente a una mínima fracción de ese 90% que quiere un cambio político este año.
Además, tenemos otras interrogantes. En primer lugar, ¿quién decidió renunciar definitivamente a que el referendo revocatorio se realice este año? El compromiso que la oposición había adquirido con la gente para sentarse en la mesa de diálogo fue que el primer objetivo iba a ser lograr justamente eso. En segundo lugar, ¿estamos conscientes de que los tiempos de un diálogo son mucho más extensos que los de una población que pasa hambre? Y, en tercer lugar, ¿se puede confiar en la palabra de los hermanos Rodríguez, Elias Jaua y Roy Chaderton para materializar cualquier acuerdo que se alcance?
Por si esto fuera poco, en las últimas horas la oposición anunció que, además de la liberación de los presos políticos, el respeto a la Constitución y a la Asamblea Nacional, y algún otro tema, ahora la demanda principal es la realización de unas elecciones generales adelantadas.
Como lo hemos hecho en más de una oportunidad en el pasado, a riesgo de ser catalogados una vez más como “divisionistas”, “pesimistas” o “radicales”, hoy tenemos la obligación de decirlo: el camino a unas “elecciones adelantadas” es incluso más complejo que el que debía transitarse para lograr el referendo revocatorio este año. Por razones técnicas y legales, pero también por razones políticas. Desde el 11 de enero de 2017, quienes hoy gobiernan estarán en una posición de mucha más fortaleza de lo que estuvieron los últimos meses. Y en una mejor posición para hacer lo que mejor saben hacer: incumplir su palabra.
Es difícil comprender porqué los dirigentes de la MUD nos trajeron hasta aquí. Le echaron mano a la confianza que la gente había depositado en ellos –clara muestra las últimas elecciones parlamentarias- y hoy tienen un país en vilo y en un callejón sin salida.
La única razón que podemos encontrar es que quienes están sentados en esa mesa, de lado y lado, no comparten las mismas urgencias ni los mismos valores que la gran mayoría de los venezolanos.
Y es que, al final, la diferencia entre unos y otros está siempre en los principios.
- Brasil: dos certezas y dos incógnitas - 3 octubre, 2022
- Editorial #705- Recalculando - 21 junio, 2022
- Editorial #703 – Sorpresas que no sorprenden - 30 mayo, 2022