Muerte en San Agustín
En horas de la noche del 21 de octubre de 1952, una voz interrumpe el silencio en la sala de redacción del periódico “La Esfera”.
-¡Mataron a un hombre en San Agustín!-
Los periodistas que se encuentran de guardia son Simón Alberto Consalvi y el fotógrafo Ramón Medina Villasmil.
-Dicen que se trata de Leonardo Ruiz Pineda- agrega el informante.
A Consalvi, un joven de 25 años oriundo de Santa Cruz de Mora en Mérida, se le hiela la sangre al escuchar la noticia. Inmediatamente lo embargan sentimientos de ansiedad y dolor, pero debe mantener cordura y serenidad para cubrir la primicia que ha llegado a sus oídos aunque conozca de antemano el motivo del crimen.
Ruiz Pineda, Secretario General y líder indiscutible del ilegalizado partido Acción Democrática, venía actuando desde la clandestinidad contra la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. Fue él quien propuso a José Agustín Catalá, dueño de la editorial “Ávila Grafica”, la idea de publicar “Venezuela bajo el signo del terror”, un detallado archivo de los pecados cometidos por altos funcionarios del régimen militar.
Catalá acogió la idea de publicar un “Libro Negro” con testimonios y pruebas de peculado, corrupción, encarcelamientos arbitrarios y torturas antes del plebiscito a realizarse en noviembre de aquel año. Con meses de antelación, se reunieron los colabores del osado proyecto para repartirse las tareas de redacción entre Juan Liscano, Jorge Dáger, René Domínguez, Héctor Alcalá, Ramón J. Velásquez y Simón Alberto Consalvi, el periodista que, en este preciso instante, acaba de recibir la noticia del homicidio en San Agustín.
Ruiz Pineda era el mentor que cinco años atrás, lo había seleccionado como becario para mudarse a la capital y cursar estudios en la primera promoción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central. Fue él quien lo convenció para prestar su pluma a la redacción de la obra literaria cuya publicación le costaría la vida.
Al parecer, el dirigente adeco se trasladaba en un Buick de placas 1-10-10586 junto a David Morales Bello, Leoncio Dorta y Segundo Espinoza en dirección a una reunión secreta en las inmediaciones de la Plaza Pérez Bonalde. Mientras circulaban por la Avenida Principal de San Agustín un carro accidentado provocó un embotellamiento. Un agente de Seguridad Nacional llamado Daniel Colmenares, alias “Suelespuma”, se encontraba en el lugar del siniestro y, mientras pasaba el Buick, dio orden de alto y arresto tras reconocer a Ruiz Pineda.
El líder de la resistencia manejó la situación con sorprendente calma y le dijo al oficial:
-Creo que usted me está confundiendo con otra persona, mi apellido es Crespo. Véalo usted mismo, aquí está mi cédula de identidad.-
Al momento de entregar el documento falso, lo miró a los ojos y cometió el error de sonreír. Su colmillo de oro blanco, rasgo que conocía la policía, delató el engaño y Colmenares desenvainó el revólver.
Espinoza, quien se encontraba atrás del chofer, abrió la puerta y se abalanzó sobre el oficial agarrándole el brazo armado. El resto de los pasajeros aprovechó el forcejeo para abandonar el Buick y correr en distintas direcciones.
Dos funcionarios de la Seguridad Nacional, Francisco Ramón Matute y José Luis Arias, no titubearon en abrir fuego contra los prófugos. Ruiz Pineda detuvo la carrera en una esquina y sacó de su chaqueta una Colt 45 para defenderse, pero una bala le dio en la cabeza y acabó con su vida antes que pudiese detonar el arma.
Los periodistas de “La Esfera” no saben nada de esto cuando llegan al lugar de los hechos. Quieren verificar si realmente se trata de Ruiz Pineda y no pueden ver el cadáver que yace en la acera, lo impide el cerco de las autoridades y un tumulto de curiosos. Medina Villasmil logra tomar unas fotografías levantando la cámara sobre el muro de personas.
Ambos regresan a la sede del periódico y, en el camino, buscan a Ramón J. Velásquez para informarle sobre lo sucedido. Entonces los tres se dirigen al laboratorio donde el fotógrafo revela sus carretes y esperan impacientes junto a la cubeta hasta que aparezca la imagen.
Los tonos oscuros son los primeros en teñir el pálido papel y empiezan a dar forma a las siluetas. Lentamente aparece una mancha negra que parece un rio que brota de unas cascadas. Estos chorros van delineando la frente, los ojos y la boca de un rostro difícil de reconocer.
Es cuando aparece la corbata que reposa sobre su hombro izquierdo que Consalvi y Velásquez confirman el peor de sus temores, el hombre asesinado en San Agustín es Leonardo Ruiz Pineda.
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