De Venezuela a Washington: Tenemos que seguir marchando
El tercer fin de semana del mes de Enero, el mundo entero tenía la mirada puesta en los Estados Unidos. El viernes, 20 de Enero, Donald Trump tomó posesión como el presidente número 45 del país. Millones de personas alrededor del mundo observaban con sorpresa y preocupación el desenlace de las elecciones Americanas. Para mi, esta toma de posesión fue una pesadilla que pensé que jamás se iba a llevar a cabo. La llegada al poder de Donald Trump y un movimiento neo-Nazi, que se hacen llamar “alt-right,” ha causado muchísima preocupación en mi familia y en hogares alrededor de los Estados Unidos. Para nosotros, es repetir una pesadilla de la que ya habíamos huido.
Mi familia es de Acarigua, Venezuela. Mi niñez consistió de largos veranos en la Isla de Margarita con mis abuelos, fines de semana en Mérida y fiestas en la finca de arroz de mi tía. Donde sea que estaba, siempre me mantuve rodeada de risas, amor y música a todo volumen- la familia Venezolana es un bochinche. Por parte de mi papá y también de mi mamá, fui muy afortunada de compartir los primeros años de mi vida con muchísimos primos y tíos, así fuera por relación de sangre o por las amistades de toda la vida que tenían con mis papas. En Inglés hay un dicho que dice que la sangre es más espesa que el agua, queriendo decir que la familia lleva más importancia que los amigos. Pero en Venezuela, el amor lleva más importancia que cualquier cosa. Mi niñez es como un sueño del cual no puedo pensar sin que se me enfríe el guarapo. Cuando tenía siete años, esa infancia venezolana se terminó. A mis padres se les terminó algo más grande.
Hugo Chávez fue presidente desde el 1998. Se popularizó en Venezuela por su manera vulgar de hablar, sus chistes sarcásticos y la forma despectiva con la que trataba a sus oponentes políticos y también por las promesas falsas con las que le dio esperanza a la gente de resolver los problemas que tenían. La prensa lo subestimó, riéndole “las gracias” y la manera poco convencional de hablar para un político, sabiendo que se iban a vender los periódicos alborotando a la gente. Después, los censuró hasta asfixiarlos. Amenazó y encarceló a muchos de sus críticos. Antes de que todo esto pasara, la gente no lo tomó en serio. Cuando nos fuimos en el 2004, las cosas estaban empeorando rápidamente. Se acabaron los paseos en bicicleta alrededor de la urbanización de mis abuelos. Cada vez era más común oír de atracos y secuestros a gente que conocíamos. Con una economía empeorando y la criminalidad avanzando, la gente estaba demasiado pendiente de la división política para entender la gravedad de los cambios que estaba haciendo el gobierno.
Una mañana mientras mi mamá estaba trabajando, a ella y a una compañera de trabajo se les metieron dos hombres armados en el carro. A punta de pistola, las bajaron de la camioneta sin ninguna resistencia de parte de ellas, que estaban aterradas al pensar que las iban a matar. De ahí en adelante, mi mamá no le pudo seguir dando pecho a mi hermanito de ocho meses por el susto. Esa noche, tomaron la decisión de venirnos a Estados Unidos. Llegamos a Atlanta un 3 de Julio, recibidos por los hermanos de mi mamá que ya vivían aquí. Tuvimos suerte; nosotros nos vinimos antes de que las cosas en realidad se deterioraran completamente. Para los venezolanos, lo que le pasó a mi mamá es el pan nuestro de cada día.
A pesar de los privilegios que hemos sido afortunados de tener, emigrar simple y llanamente es difícil. Está la parte obvia- aprender Inglés, encontrar trabajo y comprar una casa, adaptarnos a los colegios nuevos- pero también está la parte que uno en realidad nunca supera: la separación de la familia. Mi mamá fue la última de sus 6 hermanos en irse de Venezuela. Mi abuelo siempre decía que ella era su último araguaney. En el 2007, cuando mis papás todavía estaban en el proceso de hacerse residentes permanentes de los Estados Unidos, a mi abuelo le dio un infarto y falleció en Acarigua. Mi mamá fue la única de sus hermanos que no pudo ir al entierro porque no quería correr el riesgo de que no la dejaran regresar a los Estados Unidos sin su green card. (Ahora, Donald Trump quiere que los inmigrantes de países Musulmanes que tienen green card no puedan volver a entrar al país.) A las tres semanas de la muerte de mi abuelo materno, mi abuelo por parte de mi papá también falleció de un infarto. Por las mismas razones, el tampoco pudo ir a acompañar a mi abuela y enterrar a su papá.
Cuando Donald Trump anunció su candidatura en Junio del 2015 y empezaron las noticias de sus comentarios vulgares, todo el mundo lo tomó a chiste. La gente seguía diciendo que jamás iba a ganar y que solo era un payaso de “reality TV.” Mi familia y muchos venezolanos que ahora están regados por todo el mundo no lo subestimaron. Nosotros intentamos prevenir a la gente, pero no nos hicieron caso. Ahora me doy cuenta que las atrocidades que ocurren en otros países pareciera que no pueden pasar en tu país; no son reales hasta que nos ocurren a nosotros.
En la mañana del 20 de Enero, mientras que Donald Trump se juramentaba, yo estaba en un autobús rumbo a Washington, D.C. Estaba preparándome para marchar al día siguiente- para decirle al mundo que no voy aceptar a otro corrupto mentiroso como el líder de mi país. Como soy mujer Latina, estudiante, inmigrante, estudiante universitaria, periodista y activista, hay un millón de razones por las cuales decidí unirme a la Marcha de las Mujeres en Washington. Pero cuando me pregunto a mi misma la razón por la cual me monte en un autobús por 18 horas para llegar a la marcha, me doy cuenta que fui por el recuerdo del dolor que sintieron mis papás al no poder regresar a Venezuela a despedirse de mis abuelos.
Al día siguiente, mientras me dirigía a la estación de metro de Rosslyn con mis primas de Virginia, no sentía dolor, miedo o ansiedad. Me encontré con una ola de gorros rosados y banderas relucientes y hombres y mujeres de todas las edades apretados en los coches del metro, y sentí alegría. Cuando finalmente pudimos montarnos en el tren para llegar a L’Enfant Plaza, la estación estaba tan llena que la gente empezó a gritar de la emoción. Salimos hacia las calles de la ciudad y trancamos Independence Avenue y las áreas circundantes a esperar que empezara la manifestación. Primero salió la actriz America Ferrera a decirnos que no debemos estar intimidados o asustados por luchar contra las amenazas del nuevo presidente. En las próximas horas, toda clase de personas subieron al escenario a prometer que van a proteger a nuestros hermanos y hermanas, a luchar por los derechos y la dignidad de las mujeres, los musulmanes, los pueblos indígenas, los negros, las personas LGBTQIA, los inmigrantes, el planeta tierra y todos los demás que han sido castigados y victimizados por el Sueño Americano. Me dieron escalofríos mientras Ashley Judd leía un poema sobre el impuesto de tampones y almohadillas, y no pude aguantar las lágrimas mientras Sophie Cruz recitó su discurso sobre las familias inmigrantes, primero en inglés y luego en español.
Muchísima gente de gran importancia hablo en la marcha, incluyendo a Gloria Steinem, Alicia Keys, Hina Naveed y Van Jones. La multitud de más de 500,000 personas aplaudieron mientras que aquellos en el escenario nos contaron por qué decidieron marchar. Sin embargo, la manifestación se empezó a alargar demasiado y la gente se empezó a quejar de que no comenzábamos a marchar. Más tarde, nos enteramos de que este retraso fue causado por el hecho de que la marcha tuvo una participación tan grande que habíamos trancado el camino previsto. Aún así, la marcha se enfrentó a una gran cantidad de problemas logísticos y de representación. No entiendo por qué el cineasta Michael Moore pronunció su discurso ante la revolucionaria Angela Davis, o por qué se le permitió hablar durante más de 12 minutos mientras que a Raquel Willis le apagaron el micrófono. No me parece sabio que tantos organizadores distintos tomaron el micrófono, hablando de temas parecidos, antes de que las madres de Eric Garner y Trayvon Martin se les diera la oportunidad de expresar sus sentimientos.
Realmente creo que los organizadores de la marcha de las mujeres hicieron todo lo posible para que el evento fuera lo más inclusivo e interseccional posible. No creo que intentaron deliberadamente de silenciar o dar la espalda a nadie; Creo que esto sucedió porque subestimaron la cantidad de gente que iba a ir a la marcha. Sólo 233,000 personas confirmaron su presencia en Facebook, pero de acuerdo con USA Today, más del doble de ese número apareció. Esto no quiere decir de ninguna manera que creo que está justificado que la gente empezó a marchar mientras que los que estaban en el escenario hablaban sobre la violencia de los policías contra las mujeres negras- lo que quiero decir es que no entiendo porque un tema tan importante no fue mencionado al principio de la protesta.
Hubo otros problemas con la marcha. En gran parte, fue una protesta de lo que llamamos “white feminism.” Es decir, muchas de las personas que marcharon fueron mujeres blancas que decidieron protestar porque es la primera vez en sus vidas que se sientan amenazadas por el gobierno de los Estados Unidos. Había muchas personas que sí estaban protestando por otros temas, como el Islamofobia y Black Lives Matter, pero mucho de los participantes de la marcha es la primera vez en sus vidas que sienten miedo o temor en su propio país. Pareciera que no se dan cuenta que así es como siempre se han sentido millones de personas que viven en los Estados Unidos, incluso mucho antes de que se le llamara América. Sin perder ningún tiempo han denunciado las amenazas que ahora enfrentan sin entender que esta es la manera como se sienten las mujeres negras, las mujeres transgénero y las mujeres indocumentadas cada vez que tienen que salir de sus casas, independientemente de quién es la persona que está en la Casa Blanca. Y ciertamente no están completamente consciente de que el 53% de las mujeres blancas de este país votaron por la persona que ahora las está aterrorizando.
No estoy tratando de juzgar o de criticar a todas las mujeres blancas que marcharon y que ahora por primera vez sienten en carne propia las injusticias de las instituciones de este país. Pero creo, que si no nos responsabilizamos ante el hecho que de una manera u otra hemos sido cómplices del sufrimiento de nuestros compatriotas, aun cuando solo sea por permanecer callados ante sus desgracias, no vamos a llegar a ninguna parte.
Me alegra mucho haber marchado por las calles de Washington DC hasta llegar a la Casa Blanca, protestando las injusticias que existen en los Estados Unidos. Sentí el amor, la paz y la unidad de muchísima gente que se preocupa genuinamente. Para aquellos que no sintieron que la marcha fue un espacio incluyente, lo siento mucho. Ha debido serlo y espero que así sea en un futuro. Pero de la misma manera que critico que las mujeres blancas no salgan a protestar cada vez que la policía asesina a un joven negro sin ninguna razón, les tengo que decir: No le den la espalda a este movimiento. Aún cuando mucha gente marchó por las razones equivocadas, la marcha creo un espacio y una oportunidad para que esa misma gente se enfrente con una verdad que de otra manera hubiesen ignorado.
Lo que pasó el 21 de Enero, en ciudades alrededor de los 7 continentes, en un paso gigante en la dirección correcta. No fue perfecto y tiene que mejorar. Es frustrante que millones de Americanos no hayan sentido la necesidad de participar hasta no verse amenazados directamente, pero ahora forman parte de la conversación. Tenemos que darles la bienvenida y educarlos. Aunque no escucharon nuestras advertencias acerca de la amenaza de Donald Trump, por favor escuchen ahora. He visto a la oposición en Venezuela lanzarse a la calle infinidad de veces sin resultados reales, porque los líderes están más preocupados en quien se lleva todos los créditos. Y Venezuela sigue hundiéndose. Somos un país dividido y polarizado. Si dejamos que el ego se apodere de la resistencia y no tengamos la capacidad de perdonar, jamás construiremos el país que queremos. Yo creo que este movimiento nos puede llevar a un cambio real. No va a ser fácil, y vamos a necesitar mucha unidad. Como lo dijo la gran Maya Angelou: “Nada funcionara a menos que tu lo hagas”.
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