Editorial #344 – Venezuela: Un único objetivo

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En nuestro país pareciera insistirse en un debate que, aún siendo válido, no corresponde con la realidad que vive Venezuela. Lamentablemente se nos ha ido colocando en lugares que en muchas ocasiones nos chantajean y nos plantean falsos dilemas: diálogo-violencia, elecciones-calle, y así muchos otros que pretenden hacernos dudar y subestimar nuestra propia fuerza y hacer incompatibles rutas afines.

No me animaré a levantar un diagnóstico de algo que conocemos hasta el cansancio, de lo que hemos vivido hasta la saciedad y de lo que queremos salir cuanto antes. No obstante, los últimos días han resultado particularmente inquietantes con respecto a lo que parece ser una inminente dinámica político-electoral de la cual el régimen se beneficia y de la que la oposición, por sus múltiples fallas y desaciertos, se dispone a participar, volviendo al círculo vicioso del chantaje.

Por un lado, un Consejo Nacional Electoral (CNE), que a todas luces es piedra de tranca y un actor más a favor del régimen, anuncia el proceso de renovación de partidos políticos en una Venezuela que vive su día a día ignorando que estos están ilegalizados. La sombra de la dictadura ahora amenaza con hacer que sobrevivan los más aptos, es decir, los partidos que le interesan para hacerle una oposición que no se atreva a más de eso. Por el otro, la expectativa ante lo que será la convocatoria de elecciones regionales ha hecho que ese mismo CNE despierte las más profundas ambiciones de poder local y el reparto de las cuotas entre quienes ya ven su hora llegar al frente de una gobernación –aunque incluso hayan sido electos diputados hace poco más de un año-.

Cualquiera de estas dos jugadas hábiles del régimen vienen acompañadas de una tesis a la que gran parte de la oposición recurre y que se convierte en chantaje también: la de la acumulación de fuerzas morales. Esa tesis, además de partir de una lamentable subestimación de los ciudadanos, lo que plantea es que hay que ir a votar porque además de significar una derrota para el régimen, vamos acumulando la mayoría suficiente para recuperar el poder.

En principio, la mayor muestra de ello fueron las elecciones parlamentarias del 6D2015, aunque previamente los ciudadanos siempre salieron a votar y dejaron clara su posición mayoritaria. Además, se responsabiliza al ciudadano de la fuerza, pero no a la dirigencia que incentiva o desestimula el voto. Lo que quiero mostrar con esto es que no se trata de fuerza acumulativa porque ya la hemos demostrado desde hace mucho; se trata de convertir las victorias electorales en victorias políticas, algo para lo que aún pareciera faltar mucho.

Este argumento se complementa con el hecho de que algunos afirman que si el CNE siempre hiciera fraude, la oposición no tuviera algunos espacios en particular. Más allá de sembrar la duda con respecto a lo distinto que serían los resultados con un CNE transparente y el triunfo opositor con más que “algunos espacios”, la verdad es que hoy debemos preguntarnos de qué nos ha servido tener esos espacios si en su desempeño el régimen ha hecho todo por desconocerlos. No tengo que poner muchos ejemplos, pues con las gobernaciones y la Asamblea Nacional es más que suficiente.

De manera que estamos en una trampa en la que, por ingenuidad o por convicción, no tuvimos más opción que la de participar. El asunto no es que haya elecciones mañana o pasado, el asunto es que será bajo el mismo esquema y bajo el mismo régimen que por años ha desafiado y desconocido la institucionalidad democrática. Sólo han utilizado las elecciones como medio para legitimarse ante el mundo y ante los venezolanos, disfrazando sus prácticas cada vez más autoritarias y vinculadas al crimen internacional, cuestión que dificulta que entreguen el poder por las buenas y tan fácil.

No se trata de desestimar a las elecciones, pues los ciudadanos en democracia apuestan a ellas en un marco justo y transparente para decidir. El asunto es que no estamos en democracia y unas elecciones regionales o del tipo que sean, en este contexto, pueden significar la zanahoria que muchos morderán mientras el régimen con el garrote se garantiza su permanencia en el poder indefinidamente.

Cuando se es parte de las reglas del régimen, es muy difícil desafiarlas. Eso es lo que ha dificultado que muchos aún duden que esto es una dictadura, esperando quizá que todos estemos presos o que la ilegalización opositora avance mucho más para darse cuenta. El régimen utiliza las elecciones como una concesión, cuando son un derecho, y la oposición entrega toda su fuerza y capital político como concesión, cuando los ciudadanos aspiran a mucho más que esa rendición.

Quienes ven a corto plazo, quienes ven las elecciones locales o regionales como un instrumento –otra vez– para “derrotar al régimen”, no sólo colocan intereses particulares o líneas partidistas por encima, sino que no ven la realidad desde el aire, sino de frente. Estos momentos ameritan un análisis por encima de la tragedia que vivimos para entender que sólo con la derrota de la dictadura es que podremos tener un marco de sana competencia electoral, de transparencia y de respeto a la decisión de los ciudadanos. De lo contrario tendremos gobernaciones inútiles, gobernadores presos, regiones empobrecidas, sin recursos y con ciudadanos decepcionados.

Es el momento de que la oposición, en verdadera Unidad con toda la ciudadanía, defina estrategias claras y coherentes. Es la hora de que se plantee un único objetivo para derrotar al régimen y recuperar la libertad y la democracia. Ese objetivo se llama Venezuela.

Luego, todo lo demás.

Pedro Urruchurtu
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