La gente está agotada de tanta mentira y tanto engaño
Editorial #348 – «Sin chantajes»
La oposición está en su peor momento. No solamente se encuentra dividida y debilitada, también está confundida. No se trata de quiénes la componen o quiénes la dirigen, el gran problema es que no sabe para qué existe.
Cada vez son más los que le exigen a la Mesa de la Unidad Democrática que defina algo esencial: su propósito. ¿Cuál es el sentido de esta coalición? No podemos olvidar que su origen fue electoral, y sus mejores momentos han sido en ese ámbito; el último: la histórica victoria en las elecciones parlamentarias de 2015.
Pero cuando la coyuntura es diferente y las elecciones no son una prioridad, o no existen, como ahora, la MUD deja de ser un vehículo eficiente y se convierte en un estorbo. No tiene la capacidad de unir a las diferentes y diversas fuerzas de oposición y parece estar obsesionada con una próxima elección, la que sea, para lo que sea. Algo que el gobierno -para el que hoy su mayor fortaleza es el desconcierto de la oposición- sabe aprovechar muy bien.
El año pasado, después de haber logrado una victoria tan importante en las elecciones parlamentarias, la MUD estaba en su mejor momento. Sin embargo, en pocos meses dilapidó ese capital político por errores y traiciones. La consecuencia fue terrible: la desmovilización y la desmoralización de millones de personas que estaban dispuestos a salir a la calle a luchar por sus derechos.
La estocada final a la confianza de la gente fue haberse sentado a un “diálogo” que muchos advirtieron que era un engaño y con eso haber entregado todo a cambio de nada. Otra decepción fue el haber prometido una “reestructuración” de la plataforma opositora que solo se convirtió en un cambio de puestos de la misma gente, mientras la pregunta más importante sigue sin ser respondida: ¿cuál es el propósito de la MUD?
Cuando nueve de cada diez venezolanos adversan al gobierno y la gran mayoría quiere un cambio político a la mayor brevedad posible, que algunos partidos se dediquen a renovar sus tarjetas ante las autoridades ilegítimas del CNE es aberrante. Que los mismos que entregaron el referendo revocatorio en el “diálogo” después de que cientos de miles de ciudadanos salieran a firmar por éste, ahora los vuelvan a invitar a firmar para renovar sus partidos, es un descaro.
Hoy la gente esta desesperada y desesperanzada. El liderazgo político tiene la obligación de asumir esa realidad y en ningún caso responsabilizar a los ciudadanos de algo que ellos mismos han causado: la desilusión.
Es trágico que millones de venezolanos, especialmente los jóvenes, estén dispuestos a irse de su país en cuanto tienen la oportunidad. Los líderes de oposición tienen la obligación de renovar la esperanza de lucha de los venezolanos. Ciertamente, la manera de hacerlo no es pensando solo en unas elecciones a gobernadores que aún no tienen ni fecha y que no solucionarían los problemas reales de la gente. La excusa de “hacerlo por la Unidad”, después de tanta decepción, convence ahora a muy pocos.
La gente está agotada de tanta mentira y tanto engaño. Todavía hay muchos que están dispuestos a luchar, pero con un propósito claro y una agenda honesta.
Y, sobre todo, sin chantajes.
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