A pesar del atropello, el país no se rinde
Editorial #355 – Una nación de valientes
Las lágrimas de millones de venezolanos aún recorren las calles del país. La represión a las protestas pacíficas que iniciaron el 4 de abril ya dejó 29 muertes, casi medio millar de heridos y más de 1500 detenidos.
Todas las historias conmocionaron a la nación. El nombre de la más reciente víctima era Juan Pablo Pernalete, un joven de 20 años que estudiaba en la Universidad Metropolitana y estaba becado por excelencia deportiva. Vivía solo con su madre en Caracas y soñaba con una Venezuela libre. Un disparo de bomba lacrimógena directo al corazón acabó con su vida, pero no con su sueño.
Por eso, en honor a Juan Pablo y a tantos otros venezolanos víctimas de la represión, millones de compatriotas decidieron seguir en la calle. Su lucha no puede ser en vano, menos cuando no es solamente justa, sino ineludible. Estos jóvenes tienen claro que no son el futuro, son el presente que va a rescatar nuestro futuro.
Saben que no será fácil. Los acontecimientos se dan más rápido de lo que somos capaces de digerirlos. Uno de los más significativos en los últimos días fue la decisión del gobierno de iniciar su retiro de la OEA, algo inédito en la historia de esa organización y un proceso muy complejo que dura dos años.
Lo más relevante de este hecho está en el terreno político. El gobierno busca evitar el escrutinio de lo que ocurre en el país. Por eso, la convocatoria a una reunión especial de Cancilleres para tratar el tema Venezuela ya es una derrota imposible de aceptar para el oficialismo y prefieren salir de la organización antes que enfrentar la verdad con el mundo como testigo.
Mientras tanto, lo que está ocurriendo en las calles es un mensaje para la dirigencia opositora: la lucha no es para que se repartan unas gobernaciones. La gran mayoría del país exige un cambio político profundo que solucione la insoportable crisis humanitaria. Una negociación que solo signifique dividirse la torta del poder entre actores del gobierno y de la oposición sería inaceptable.
A pesar de las dificultades de lo que enfrentamos, sería mucho peor resignarnos a vivir sometidos y de rodillas. Incluso después de tanto vejamen, el país no se rinde.
No sabemos cuánto más dure la lucha, pero sí tenemos una convicción: la libertad es el destino de Venezuela, porque es una nación de valientes.
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