Militares maduristas no son suficientes
Entramos en la semana número siete de la brutal lucha para desalojar del poder a la dictadura. Aunque el régimen no da señales de ceder ante el imperio de la voluntad popular, su presencia política ha quedado dramáticamente reducida, y su influencia popular severamente limitada. El gobierno de Nicolás Maduro no solo perdió la calle, como se ha visto en los últimos días, también perdió su margen de maniobra. Políticamente hablando, el gobierno ha sido asediado y acorralado por la oposición, hasta obligarlo a refugiarse bajo el ala militar para sostenerse y demorar su inminente caída.
Analistas políticos caracterizaron equivocadamente la convocatoria de la Constituyente de Maduro como el contraataque del gobierno para desarmar el argumento de la oposición de convocar elecciones anticipadas Algunos como Mary Pili Hernández se adelantaron a celebrar la jugada como un golpe maestro que le permitía al gobierno tomar la iniciativa en el debate. En las horas siguientes a este anuncio, estallarían inevitables contradicciones en el seno del propio chavismo que aún no entiende por qué Maduro le echa la culpa de su fracaso a la Constitución de Chávez. Igualmente, la reacción del pueblo en general fue de un contundente rechazo a la estafa política más burda del siglo XXI.
Convocar a la Constituyente no fue ni un contraataque y menos una jugada política maestra. Solo fue un acto desesperado de improvisación —quizás el último— de un régimen que agoniza pero que antes de su derrumbe intenta arrastrar consigo a la república y al chavismo en su destino fatal.
Lejos de cohesionar al chavismo contra la oposición, la convocatoria a la Constituyente ha levantado todo tipo de sospechas dentro de él, y casi está logrando el milagro de reunir en una misma energía al chavismo desencantado con el resto del país, en un esfuerzo épico por salvar la república del pranato madurista.
La Constituyente de Maduro intenta ser un traje a la medida del dictador. Sin pudor y sin rubor, Maduro y sus operadores civiles y militares anunciaron que no habrá referéndum popular para su convocatoria; que el gobierno se reserva la mitad de sus miembros como delegados natos y, por si fuera poco, Aristóbulo se atrevió a sugerir que una vez aprobada la nueva Constitución no sería necesario someterla a referéndum popular.
Por donde quiera que se le vea, todas estas declaraciones son el expreso reconocimiento de la derrota política definitiva e irreversible de un régimen que se niega a participar en elecciones libres, porque no tiene pueblo.
Sin apoyo popular, esta mal llamada revolución es absolutamente inviable. Más allá de la retórica de Maduro, Cabello y Padrino López, los hechos son contundentes. Por eso en un último intento de salvación, el clan gobernante intenta compensar su derrota política con una presunta victoria militar, pagando el precio de un rechazo unánime planetario por la violación de los derechos humanos y la perpetración de delitos de lesa humanidad. Esto explica el incremento inaceptable e innecesario de la violencia contra manifestantes. Y en especial contra periodistas y estudiantes, a quienes el régimen trata como objetivos de guerra.
Al llevar adelante esta táctica, el régimen se ha encontrado con un inesperado frente de resistencia interna: Los propios militares chavistas que —al igual que el resto de los chavistas— no entienden cómo es que la Constitución de Chávez es culpable del fracaso de Maduro.
Esto ha aumentado las tensiones internas en las FANB, donde el gobierno ha desatado una cacería de brujas para separar a maduristas de chavistas, pues los primeros estarían dispuestos a violentar la Constitución para favorecer al régimen; y los segundos a defenderla, aunque esto signifique la caída del gobierno.
El aumento de la presión de la calle ha provocado, en los últimos días, un proceso de definiciones y realineamientos internos en las FANB, donde —a pesar de lo delicado del tema— se discute intensamente, no solo qué es lo más conveniente para el país, sino también para las FANB como institución.
Cada vez que Maduro siente que su apoyo en el sector militar se resquebraja, apela por el viejo truco de la prebenda. Primero los llenó con bolsas de comida CLAP. No funcionó. Luego les aumentó sustancialmente el salario, aunque en bolívares ultra devaluados; tampoco funcionó. El malestar y el descontento siguen latentes. Y sabemos que es así por el último ofrecimiento que les hizo: La Constituyente militar. Nadie en las FANB entiende cómo, ni para qué. Pero todos entienden el porqué.
El régimen ha quedado reducido a sostenerse en un apoyo militar que cada día es más endeble por las divisiones que hay en las FANB, el caos y la confusión. La maquinaria desvencijada de represión y horror no podrá funcionar solamente con militares maduristas.
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