En una palabra, Venezuela

No puedo dejar pasar más tiempo sin hablarles de mi país, Venezuela, y de lo que está pasando dentro de sus fronteras. Gastar palabras sobre futuro, tecnología y posibilidades de desarrollo es poco menos que complicado, cuando alrededor todo es caos y supervivencia primitiva. Como mínimo, resulta incómodo, casi hipócrita, hablar de las cosas que podemos lograr como país y como región, de desarrollo y prosperidad, cuando en la calle miles de personas se están partiendo la espalda tratando de acortar los días que nos traigan la paz necesaria para establecer nuestros objetivos como sociedad.

Pero intento ver más allá de la inmediatez, y creo distinguir algunas señales que bien podrían ser entendidas como signos positivos. Estoy convencido de que están indicándonos un camino de indiscutible trascendencia e importancia histórica que marcará a más de una generación. Las comparto porque es posible que ustedes las hayan visto y expliquen mi punto de vista. O mejor todavía: que hayan vislumbrado otras señales claras de que  hoy, por primera vez en mucho tiempo, estamos ante un escenario de límites prometedores.

  • La sinergia: La presión popular constante, cohesionada con la clase política, obligó finalmente al pronunciamiento de organizaciones multilaterales, parlamentos de otras naciones, y personalidades de distinto calibre sobre la fuerte crisis en Venezuela. Para lograrlo, no solo hubo que convencer a una buena cantidad de ciudadanos, sino hacer un gran esfuerzo entre todos para entender en profundidad las necesidades e inquietudes de los otros, entablar puentes, negociar… Y ceder. Esas fueron algunas claves para sumar voluntades.

 

  • Visión de equipo y a largo plazo: las movilizaciones se caracterizaron por exigir lo que queremos para el país: respeto a la Constitución, al sistema democrático, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. El necesario cambio de gobierno no es una exigencia aislada: pasa por la realización de elecciones, la separación de Poderes y la revisión de nombramientos nuevos que fortalezcan las instituciones populares. Nada de esto se logra de la noche a la mañana, pero dudo que muchos lo crean: en Venezuela tenemos claros que este es un camino de un paso a la vez.

 

  • Metas conjuntas: Quien nos ve desde afuera puede creer que la lista de exigencias ciudadanas es larga, pero todas resumen los objetivos que menciona en el punto anterior. Opino que estas metas conjuntas nos demostraron una fortaleza clara: nada nos quita los ojos del Premio. Cada día son más los convencidos que se unen, generando un efecto “bola de nieve” que terminará en una avalancha. Estoy seguro.

 

  • Valor y decisión: no fue fácil convencer a la mayoría de que la solución pasa por estar en la calle y la presión popular, pero se ha avanzado. Padres e hijos, abuelas y nietas, soldados y empleados públicos, empresarios y humildes comerciantes informales… En Venezuela, quien más quien menos, hemos entendido que si no damos un paso al frente a defender nuestras convicciones, sencillamente las perderemos.

 

  • Estrategia y resiliencia: En una manifestación de Maracaibo, un grupo de jóvenes dio un giro interesante: en lugar de insultar y confrontar a sus hermanos que aún no están protestando, fueron de cafés en cafés explicando a quienes allí estaban, el porqué de su lucha. Resulta curioso, pero eso despertó la conciencia de varios, quienes efectivamente se sumaron a la manifestación aquella tarde.

La salida a esta crisis es democrática y pacífica, pero la conseguiremos solo con la presión del pueblo en las calles, y con cada día que pasa de protesta nos acercamos más a nuestro objetivo.

«Cuando me desespero, recuerdo que a través de la historia los caminos de la verdad y del amor siempre han triunfado. Ha habido tiranos, asesinos, y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final, siempre caen»

Mahatma Ghandi

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