¡Amén!

Te extrañaba tanto.

Muchísimo.

Los días pasaban y cada uno parecía una semana.

Imaginaba entrelazar nuestros dedos, disfrutar de los bordes carnositos de tu boca, jugar una vez más con la marca que evidencia que naciste…

Y luego de tantas noches de estar lejos, de muchas maneras, nos encontramos mientras la luna empezaba a menguar. Fíjate, ella se acopló a nosotros.

Sí fue una ocasión especial, tus prendas lo confirmaban, aunque no estábamos al tanto del doble significado de aquel encuentro.

“Extrañaba esto”, te escuché decir cuando apenas nos habíamos posado sobre aquella tela fría, como tanto te gusta. Yo también lo extrañaba. Tanto… muchísmo.

Las ansias se habían acumulado y eran intensas, frenéticas, demasiadas, “estrujables”.

No aguantamos demasiado en reposo, a pesar del “en vivo” que transmitía el canal de letras rojas.

Fuegos artificiales, cómo no.

¡Boom!

“¡Dios te bendiga!”

Perdona no haberte contestado inmediatamente. Si aún tenía pajaritos en la cabeza por el bienaventurado episodio, imagina cómo quedé luego de escuchar aquello.

Me volví una de esos pajaritos.

Iba por inercia camino a la fase que siempre sigue, en la que tú disfrutas el vapor en tu piel y yo hago pucheros para equilibrar la temperatura, cuando me dijiste qué debía responder y al fin caí en cuenta. Te respondí y te lo repito hoy: “¡Amén!”

Ariana Contreras
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