El arte de dar

@RamziSouki

Uno de estos días fui a comer postres con un amigo, ya cuando habíamos acabado de comer nuestras tortas, se nos acercó un pequeño niño y sin titubeos nos dijo “¿Me puedes comprar una torta de chocolate?”. Nosotros nos miramos, y la verdad no supimos qué hacer, pero finalmente terminamos diciéndole que no teníamos para hacerlo.

La mente es dañina, porque apenas el niño dijo “torta de chocolate”, un aguacero de prejuicios cayó sobre mí, y no dejé de preguntarme cómo alguien en situación de calle prefería una torta de chocolate, en vez de un sanduche, una empanada o incluso una hamburguesa.

Algunos días después, le comenté lo que había ocurrido a otro amigo, y él me dijo “¿Cómo no le va a provocar a un niño una torta de chocolate, si a ti, que eres una adulta te provoca?”. Y eso, fue un balde de agua fría. La prejuiciosa había pasado al paredón, y no para ser enjuiciada, sino para enseñarle que antes de poner la máquina de los juicios a funcionar, debe antes ponerse la solidaridad a andar.

La misma historia, diferente protagonista

Recuerdo que hace un par de meses iba caminando por la plaza El Venezolano en el centro de Caracas, estaba muy distraída y una chica se me acercó inesperadamente y me pidió que le regalara la dona que me estaba comiendo. La verdad me asusté al principio, estaba en el centro y alguien me había abordado abruptamente, de hecho, no logré comprender lo que me decía al instante.

En ese momento entré en una guerra en mi mente, en quedarme con la dona que tanto quería o regalársela a quien la deseaba más que yo. Entonces decidí darle un último mordisco y se la regalé, sin juicios, sin pensar si realmente la iba a disfrutar, simplemente lo hice porque me nació del corazón.

Mi mamá siempre me ha dicho que siempre que nuestro corazón nos lo pida, debemos ayudar. Creo que ahí radica la diferencia, entre ser buenos ciudadanos o ser indolentes ante la necesidad del prójimo.

La lección

Y entonces aprendí la lección, siempre, siempre debo ayudar mientras pueda, porque quizá mañana me puede pasar a mí, y muy bien aplica el dicho que venimos escuchando hace tanto tiempo: “donde come uno, comen dos”. Además, si tu corazón te exclama a gritos que lo hagas, por qué no hacerlo.

Cada vez que alguien se te acerque a pedirte algo de comida, te invito a compartirla, así sea poco. Hazlo sin pensar tanto, sin que tu mente se llene de preguntas vacías que probablemente no tengan respuestas, sin juzgar su apariencia o entrar en la interrogante frecuente del quién lo mandó. Ayuda, lo que hoy ofrecemos al mundo, mañana lo tendremos de vuelta multiplicado.

Mientras redactaba esta nota, me permití saber las anécdotas de otras personas con respecto a esto, leí cada historia que llegó a mis manos. Las analicé, las descubrí, las viví, y lo mejor de todo, no me permití dar un juicio de valor a ninguna de ellas, porque todas tenían un punto de encuentro, pese a las circunstancias, todos –sin excepción- alguna vez hemos ayudado.

Venezuela

Lamentablemente mi país está atravesando por una etapa difícil, hemos tocado fondo y lo único que podemos hacer, es aprovechar el momento para tomar un impulso y llegar a la superficie. Cada día parecen ser más la cantidad de personas que buscan comida entre la basura, y esta situación no tiene distinción alguna, es una realidad que toca cerca de nosotros, y la que se puede disminuir en la medida de lo posible.

Recientemente pude acompañar a alguien a quien quiero mucho a llevar desayunos a los niños de la emergencia del hospital Lídice, la experiencia fue maravillosa. Los pequeños estaban felices, contentos, les alegraba en grandes cantidades que alguien les obsequiara un pancito, un vaso de avena y un ponquecito, se lo comían con tanto gusto, que me daba envidia ver la capacidad que tienen algunos de disfrutar los pequeños detalles de la vida. Esos detalles que pueden hacer la diferencia, y que estoy segura de que lograrían cambiar el mundo, y hacer de esta, una tierra más bonita, más humana.

En los últimos meses, debido a la situación país, se han creado muchas organizaciones que comparten alimentos con las personas en situación de calle, y no puedo evitar que mi corazón se llene de orgullo al saber que los buenos seguimos siendo mayoría, y que pese al momento que estamos atravesando, estamos dispuesto a ofrecer una mano amiga.

Incluso, por qué solo limitar nuestra ayuda a las personas que por ahora se encuentran habitando las calles, cuando podemos ir a hospitales, asilos y fundaciones. Vamos a aprovechar esta crisis para convertirnos en los mejores ciudadanos posibles. Juntos, hagamos que valga.

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