La historia pendular

Tras más de 110 días de protestas generales en Venezuela, la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente obtenida luego de un proceso nulo, la expulsión de la sede del Parlamento a los diputados que el país eligió en 2015, y una larga lista de etcéteras, la pregunta que me hago, recibo y veo que se hacen en mi entorno es “¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?”.

Hay una entendible desazón en los ciudadanos: a la par de las manifestaciones de calle, el gobierno no se ha quedado de brazos cruzados y ha peleado por profundizar su modelo, dando pasos lentos y en apariencia indetenibles. En la lucha por la supervivencia entre los venezolanos y el Ejecutivo se avanza o se retrocede, pero con la certeza de que quien se detenga quedará precisamente así como un péndulo dañado: en un punto muerto.

En este contexto, una fuerte percepción es también que los líderes políticos se quedaron sin ideas. Los hemos acompañado en todo: marchas, banderazos, “trancazos”, paros cívicos, el acto del 16 de julio, la brutal abstención en el proceso constituyente… Y no parece haber servido de mucho, mientras el gobierno sigue a trompicones llevándonos a todos con él. Sin embargo, quiero poner el acento en un hecho incontestable: estas manifestaciones no fueron el resultado de un movimiento de la Mesa de la Unidad, sino al contrario. Fueron los líderes de la coalición quienes se vieron ante la encrucijada de defender a los ciudadanos que les dieron el voto, o quedarse inmóviles viendo cómo se les arrebataba todo el poder político ante los ojos de sus votantes.

El ímpetu popular que empujó a los políticos hasta este punto no se ha disipado. Sigue ahí agazapado, pero activo. No deja de crecer, de fortalecerse, de aprender. Esa misma fuerza que hizo que la MUD obtuviera la mayoría parlamentaria, y luego  que saliera de sus curules a la calle, no ha desaparecido además por una razón, y es que para la mayoría de los venezolanos la vida es ya insostenible, con esta escasez brutal, la inflación disparada y una galopante inseguridad personal y jurídica. Me uno a los que creen que más temprano que tarde las protestas subirán de tono con una intensidad que superará por mucho a los políticos de ambos bandos.

“¡Que se vayan todos!” es un grito popular argentino que puso de moda por estos días el exembajador Diego Arria y que podría aplicarse en Venezuela. Una frase que me deja una profunda necesidad de reflexión y que ahora comparto con ustedes, porque creo que condensa en cuatro palabras llanas lo que los venezolanos tenemos en el corazón, después de tantas horas de desvelo. La salida que necesitamos con urgencia pasa por que los líderes corrijan sus errores, analicen los pasos que hemos dado, y sean capaces de sugerir nuevas cotas de lucha. No más cálculos, no más carreras por figurar en unas inciertas elecciones cuando el ciudadano común no tiene la certeza de que podrá tener comida un mes más. Cometer los mismos errores una y otra vez no nos condena, pero nos afectan a todos y nos obligan a pagar una factura cada vez más cara.

Quiero dejarlos con la idea del péndulo. Uno muy famoso, llamado “Péndulo de Foucault”, sirvió para demostrar la rotación de la Tierra. Debido a que puede mantenerse oscilando por muchas horas a pesar de que la gravedad lucha para inmovilizarlo, deja trazada la línea que demuestra el imparable movimiento de nuestro planeta. El péndulo puede ilustrar perfectamente a los líderes políticos, pues lo que hacen ellos es representar la fuerza constante e indetenible que hay detrás y que les obliga a moverse. No es, por tanto, momento de quedarse quietos: hay que corregir los errores y volver a ponerse en marcha. Y si no lo hacen, la fuerza los superarán.

AFG

“En la Historia siempre ha habido una serie de oscilaciones del péndulo,

pero el individuo no tiene por qué quedarse en eso”

Robert Johnson

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