Economía para la gente
“¡No tengáis miedo!”… a competir (II)

En el artículo anterior estuvimos comentando sobre el emprendimiento, el rol del emprendedor y su aporte a la sociedad, y sobre lo beneficioso que es la competencia para los emprendedores y para la sociedad en su conjunto. En esta ocasión, continuamos tratando estos temas tan importantes.

El emprendedor debe enfocarse en agregar valor… ¿Y cómo es esto de agregar valor?

Pues consiste en ese proceso en el que el emprendedor trata de descubrir las preferencias de los consumidores: gustos, expectativas, necesidades que quieren sean satisfechas; y se empeña en satisfacerlas a través de la producción de un bien o servicio, de la manera más eficiente posible; es decir, agregar el valor que quiere el consumidor, con el menor esfuerzo posible. Los costos son mediciones de esfuerzos. Este proceso es iterativo, y el emprendedor todos los días está en ese constante descubrir; es parte de su cooperación creadora en la sociedad: se anticipa a las preferencias de los consumidores, asume riesgos y costos hoy, para producir un bien y servicio que entregará mañana a unos precios futuros (y por ende inciertos). Asume costos para producir algo cuyo valor lo pone un tercero: el consumidor.

Pero así es que avanza el mundo… en esa competencia entre emprendedores que tratan de satisfacer a consumidores, agregándoles valor, innovando tratando de hacer las cosas cada vez mejor, siendo creativos, se van produciendo mejores bienes y servicios, de mejor calidad y a mejores precios, se crean y amplían mercados, y el mundo avanza y la sociedad vive mejor. Además, el emprendedor crea fuentes de empleo e innovación.

Si en ese ambiente competitivo, la preferencia de los consumidores va otorgándole al emprendedor un poder monopólico (monopolio natural), entonces quiere decir que la sociedad en su conjunto se está beneficiando. Por lo tanto la relación sana no es que el emprendedor trate de obtener una prebenda o privilegio, y con ello poder monopólico y beneficios extraordinarios, sino que el emprendedor en esa constante innovación y esfuerzo por servir cada vez mejor a la sociedad, esta lo premie con su preferencia hasta darle una gran participación en el mercado; así ganaremos todos: emprendedores y consumidores.

Un beneficio que generalmente olvidamos de un ambiente competitivo, es la señal que da la fidelidad del cliente que escoge libremente entre varias y diversas opciones. Dicho de otra manera, si fuésemos los únicos en ofrecer cierto bien o servicio, cierto producto, por lo tanto la única opción que tiene el consumidor para escoger, no sería sensato vanagloriarse diciendo que tenemos un mercado fiel a nuestro producto: «Fíjate, los clientes siempre seleccionan nuestro producto» (¡¿y cómo no, si es el único?!)… En esa circunstancia en la que no hay alternativa, no podemos aseverar que gozamos de la fidelidad del consumidor; se pierde la señal de que estás haciendo las cosas bien o mal, que te da la repetida preferencia o no del consumidor que puede escoger entre varias opciones. Es decir, si ante varias opciones el cliente prefiere nuestro producto, es porque lo estamos haciendo mejor que la competencia; si no nos escoge, es una señal de que no lo estamos haciendo tan bien.

El emprendedor debe estar siempre alerta, con todos los sentidos atentos, escuchando al mercado, a su consumidor, buscando señales que le indiquen sus preferencias, qué necesidades desea satisfacer, atento a oportunidades, y ser muy creativo para hacerlo, consciente de que otros emprendedores también querrán hacer lo mismo. El emprendedor debe aprender todos los días de su experiencia y de la de los demás. Debe revisar sus competencias, actitudes y aptitudes. La mejor recompensa que tiene el emprendedor es gozar de la preferencia del consumidor y de forma repetida, perpetuada en el tiempo; los beneficios vendrán por añadidura.

Bueno amigos, a competir y a ser competitivos; mucho éxito en sus emprendimientos que así ganamos todos.

Rafael Avila
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