Aquellas elecciones libres…

El próximo 14 de diciembre se cumplirán setenta años de las primeras elecciones presidenciales desarrolladas en Venezuela donde el voto universal, directo y secreto fue el gran protagonista. Aquel evento permitía olvidar la figura del “gran elector” y los comicios indirectos; el personaje elegido terminaría siendo Rómulo Gallegos, connotado escritor que ya hacía gala de una gran fama con la célebre novela “Doña Bárbara”. De esta manera, el escenario no podía ser mejor de cara al futuro del país, votaciones auténticamente libres, participación de los partidos políticos y el ascenso de un civil muy civilista al solio presidencial.

La alborada democrática tendría su eclosión posterior a los hechos ocurridos el 18 de octubre de 1945 que pondría fin al gobierno de Isaías Medina Angarita, sobre este asunto existe un gran debate donde se cuestiona la participación de las dos instituciones más determinantes de la segunda mitad del siglo XX venezolano; Acción Democrática y la Fuerza Armada. No es un secreto que el evento octubrista de 1945 constituyó un golpe de estado, cuestión aceptada y afirmada por sus protagonistas, sin embargo, es necesario ampliar la mirada y observar la totalidad de esos acontecimientos que terminarían marcando un precedente en la historia nacional.

Tras la caída de Medina Angarita se estableció una Junta Revolucionaria de Gobierno conformada por miembros de Acción Democrática y los oficiales que participaron en la operación militar.   Sorprendentemente, ninguno de los miembros de la Junta se postuló como candidato presidencial, habían establecido y aceptado inhabilitarse vía decreto. Por vez primera los vencederos de una revolución no capitalizaban el movimiento con una de sus figuras centrales. De una manera simbólica se quiso demostrar que las apetencias hacia el poder no eran la prioridad en la reconstrucción del país.

El 14 de diciembre de 1947, Venezuela presenció el resultado de un proceso sin antecedentes, el desarrollo de una verdadera campaña electoral a escala nacional que abría las puertas de la política moderna, no hubo voto firmado como en tiempos de Guzmán Blanco, tampoco candidatos de utilería o resultados enrarecidos al estilo de 1897 cuando el “Mocho” Hernández terminaría siendo electoralmente estafado, también es una fecha para recordar el voto femenino que se estrenaba  en la escogencia del  mandatario nacional. Venezuela participaría en el lapso 1946-1948 de tres elecciones que auguraban por lo menos la opción de elegir democráticamente. Sin embargo, el sueño se truncó, y entre 1948 y 1958 el fraude y la manipulación de los poderes públicos trastocó aquellos novísimos logros.

Nuestro actual calendario político nos señala la planificación de unas elecciones regionales, cargadas de pesimismo, malestar, desánimo y fundamentalmente desconfianza. Los ciudadanos se debaten entre la abstención y el riesgo de avalar un sistema electoral que presenta notorias irregularidades. En este sentido, el paisaje que se augura para el próximo mes de octubre distará mucho de aquel 14 de diciembre de 1947, y aunque el voto público y firmado luce impensable, las garantías de transparencia y pulcritud electoral también se aprecian bastante lejanas.

El mero acto electoral no garantiza la existencia de la democracia, por el contrario estas pueden convertirse en un acto circense, con malabaristas, arlequines, espectadores y muchos aplausos, si no existe la garantía del respeto hacia la decisión de los votantes el proceso se desvirtúa y carecerá de legitimidad.

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