El país demanda con urgencia un nuevo frente político
Editorial #374 – Desencanto
Después de cuatro meses de una lucha inédita que cautivó e inspiró al mundo entero, es casi inexplicable que hoy Venezuela esté sumergida en la casi total desesperanza.
Es aún más difícil de comprender que esto ocurra justo cuando el gobierno atraviesa su peor momento, cuando quienes aspiran a un cambio verdadero son una abrumadora mayoría en el país y, además, reciben el respaldo de una comunidad internacional que finalmente decidió pasar de la retórica a la acción.
Pero la realidad es que el país está sumergido en una parálisis asombrosa, en la que los que pueden irse lo hacen y los que se quedan se sienten atrapados; prisioneros en de propio país.
Mientras tanto, el gobierno no pierde el tiempo. Lo vimos con las últimas medidas anunciadas por Maduro en su comparecencia ante la Asamblea Nacional Constituyente, en la que presentó varias decisiones económicas y dirigidas al sector productivo, cuyos resultados se pueden prever y resumir muy fácilmente: la profundización de un modelo fracasado que significará más inflación, más escasez, menor poder adquisitivo, menos empresas y más desempleo.
Sin embargo, lo más preocupante de esa comparecencia no fue el contenido de las propuestas, sino la forma. Maduro sometió a consideración de la ANC proyectos de ley, con lo cual se desvanecieron las esperanzas de los que aún soñaban con una “convivencia” entre esta instancia y la legítima Asamblea Nacional.
Cuando todo esto ocurre y el panorama financiero y económico a corto plazo de Venezuela preocupa al mundo entero, la MUD ha decidido suicidarse políticamente al aceptar participar en unas elecciones regionales que no solamente se darán en condiciones inaceptables, sino que cada día que pasa es más evidente que, desde las gobernaciones, será imposible que el liderazgo opositor pueda hacer una buena gestión y menos aún lograr un cambio mayor para el país.
Lo único bueno del proceso de elecciones regionales es que sacó a relucir claramente las diversas posiciones e intereses que existen en la oposición. La unidad -que hasta hace poco fue el mayor de los chantajes contra los que pensaban distinto- al alejarse del mandato de más de 7,6 millones de venezolanos emanado en el plebiscito de julio, demostró que para algunos de sus dirigentes pesan más sus intereses individuales que la libertad del país.
En cuestión de días la nación pasó de estar más fuerte que nunca y en pie de lucha a lucir desconcertado y desmoralizado. La participación en las primarias opositoras del domingo son un mensaje claro de la gente: no va a seguir agendas oscuras inútiles de una dirigencia que los ha decepcionado demasiado.
Ahora el país demanda con urgencia un nuevo frente político que genere confianza, que inspire y lidere una nueva fase de lucha.
Un nuevo frente que derrote al desencanto.
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